Diez tesis sobre la inmigraci¨®n
1. La emigraci¨®n es un derecho humano, mientras que la inmigraci¨®n no lo es. Esto es simplemente la reformulaci¨®n en derecho internacional de una antigua norma dom¨¦stica. Si alguien quiere abandonar nuestra casa, no debemos retenerle por la fuerza. Si alguien expresa su deseo de quedarse en nuestra casa, los miembros del hogar decidir¨¢n si le permiten o no hacerlo.
2. Sin embargo, desde tiempos inmemoriales han existido ciertas costumbres o normas ¨¦ticas que determinan, o al menos influyen en la aplicaci¨®n de la norma dom¨¦stica. Entre otros, se deber¨ªa permitir que los fugitivos inocentes, las personas amenazadas por enemigos mortales, la gente con necesidad inmediata de cobijo que no se vea en esa situaci¨®n por su propia culpa, se quedaran por una noche, por un par de d¨ªas o por el tiempo que dure su situaci¨®n de necesidad, aunque no necesariamente por un periodo mayor de tiempo.
3. Puesto que los miembros de una casa viven menos confortablemente al compartir su hogar con los extranjeros (a no ser que ¨¦stos realicen tareas dom¨¦sticas desagradables), la decisi¨®n de si se admiten o no extranjeros en casa, por cu¨¢nto tiempo y en qu¨¦ condiciones ha sido siempre dif¨ªcil. Sin embargo, no se trata simplemente de una decisi¨®n pragm¨¢tica, sino tambi¨¦n moral. Un pa¨ªs tiene los mismos problemas que una casa. Decidir qui¨¦n debe quedarse, por cu¨¢nto tiempo y en qu¨¦ condiciones es tambi¨¦n una decisi¨®n ¨¦tica en el caso de un pa¨ªs, del mismo modo que lo es en un hogar.
4. Tal vez los ¨¢ngeles del Se?or nunca traten de inmigrar a nuestro Estado; pero hagamos que las leyes de inmigraci¨®n sean tales que si lo hicieran fueran admitidos. No sabemos nada acerca de esos ¨¢ngeles, ni de su raza ni de su cultura. Pero
sabemos dos cosas: los ¨¢ngeles del Se?or se atuvieron a las normas dom¨¦sticas de la tienda de Abraham, y Abraham hizo todo lo que pudo para que su estancia fuera lo m¨¢s confortable posible.
5. Las normas dom¨¦sticas de los Estados modernos o de la recientemente construida casa europea no tienen por qu¨¦ diferir mucho de las normas dom¨¦sticas en general. (Y lo mismo ser¨¢ v¨¢lido para las normas de una casa asi¨¢tica o casa latinoamericana si estas casas llegan a existir). Las normas dom¨¦sticas est¨¢n ah¨ª para establecer las condiciones m¨ªnimas para la vida en com¨²n. Vivir bajo el mismo techo con otras personas est¨¢ unido a ciertas obligaciones; pero ¨¦stas no tienen por qu¨¦ incluir nada m¨¢s que la condici¨®n estrictamente necesaria para que las personas puedan habitar bajo un techo. Los que residen por un periodo m¨¢s corto no tienen que cumplir todas las normas; sin embargo, los que se quedan m¨¢s tiempo o lo hacen definitivamente s¨ª deber¨ªan.
6. ?Cu¨¢les son estas normas dom¨¦sticas?
Primera. Los hu¨¦spedes o inmigrantes deben respetar las leyes del Estado, incluso si vinieron de Estados con leyes diferentes. El respetar las leyes no implica la obligaci¨®n de amarlas, s¨®lo la obligaci¨®n de no infringirlas. Puesto que las leyes estaban ah¨ª antes de que ellos llegaran, los que entran en una casa est¨¢n entrando a la vez en un sistema legal.
Segunda. Los inmigrantes no llegan simplemente a un Estado, sino que llegan a una sociedad. Tambi¨¦n deben cumplir las leyes no escritas que proporcionan las condiciones m¨ªnimas para las relaciones humanas en la sociedad dada: es el caso de las reglas de higiene o urbanidad. La voluntad de aprender el idioma principal de comunicaci¨®n tambi¨¦n forma parte de estas leyes no escritas.
Tercera. Los inmigrantes tienen que contribuir al bienestar del hogar. Expresado claramente, tienen que trabajar seg¨²n sus capacidades y las pautas del hogar.
Estas tres reglas no son reglas de cultura, son las reglas de la civilizaci¨®n. Por ejemplo, aprender el lenguaje de la sociedad que nos rodea es una cosa, familiarizarse con la poes¨ªa del pa¨ªs es otra. El que uno hable otro idioma mejor o cultive otro tipo de poes¨ªa o m¨²sica no tiene nada que ver con las normas dom¨¦sticas. La circunstancia de que un grupo de personas cumpla leyes y regulaciones diferentes de las leyes del Estado tampoco tiene nada que ver con las normas dom¨¦sticas. La poes¨ªa, la m¨²sica, las costumbres religiosas o ¨¦tnicas son cuestiones culturales y no obligaciones de una civilizaci¨®n particular.
7. Si uno confundiera la cultura con la civilizaci¨®n, posiblemente rechazara a los ¨¢ngeles del Se?or si desearan inmigrar. Los ¨¢ngeles son diferentes, son raros; hacen algunas cosas que los ciudadanos medios no hacen, siguen extra?as costumbres, se imponen normas distintas de las comunes.
El respeto a la diferencia es la primera obligaci¨®n de un buen anfitri¨®n. Tambi¨¦n ¨¦sta no es simplemente una obligaci¨®n pragm¨¢tica, sino tambi¨¦n ¨¦tica, al igual que lo es la obligaci¨®n del inmigrante de cumplir las normas dom¨¦sticas. El anfitri¨®n est¨¢ siempre en una posici¨®n de poder: ¨¦l es el que concede o se niega a conceder refugio, ¨¦l es el que establece las normas dom¨¦sticas y est¨¢ familiarizado con sus ramificaciones. Por ello, sus obligaciones ¨¦ticas son inmensas. Era debido a un sentimiento de responsabilidad aumentada por lo que algunos intelectuales europeos o norteamericanos se sent¨ªan cada vez menos a gusto con las propias normas dom¨¦sticas, inclin¨¢ndose a abolir todas estas normas. Pero un movimiento as¨ª, incluso aunque est¨¦ motivado por la conciencia, no es correcto. No s¨®lo los intelectuales, sino toda la comunidad es el anfitri¨®n. Abolir las normas de la civilizaci¨®n com¨²n puede crear una situaci¨®n peligrosa que podr¨ªa provocar un aumento de hostilidades y conflictos ¨¦tnicos o culturales. La actitud realmente responsable consiste en distinguir correctamente entre el m¨ªnimo de civilizaci¨®n (las normas dom¨¦sticas), por un lado, y la diferencia cultural, por otro. Las personas educadas en una cultura concreta son universalistas ingenuos. El etnocentrismo puede estar apoyado por la creencia de que nuestra cultura, poes¨ªa, religi¨®n o alimentaci¨®n es naturalmente la mejor, y todas las personas que practican otras costumbres o creencias sencillamente no son todav¨ªa lo suficientemente racionales para apreciar la verdad. El buen anfitri¨®n no pertenece a este tipo de racionalistas. M¨¢s bien cree con Leibniz en la posible armon¨ªa de toda clase de diferencias inconmensurables.
8. Puedo ilustrar mi distinci¨®n entre civilizaci¨®n y cultura con otra instituci¨®n general bien conocida, la educaci¨®n.
9. Un ni?o peque?o (durante su primer a?o de vida) es el mejor ejemplo para los universalistas. Todos los ni?os son universalmente humanos en el sentido m¨¢s estricto. Si uno sonr¨ªe a un ni?o de corta edad, reaccionar¨¢ de la misma manera sea blanco o negro, ni?o o ni?a, sacado de un medio cultural u otro. Al mismo tiempo, cada ni?o peque?o es totalmente singular, individual, idiosincr¨¢tico. La unidad de lo universal y lo individual en el alma puede ser experimentada aqu¨ª de forma clara. ?Qu¨¦ ocurre despu¨¦s, generalmente entre el a?o y los 10 a?os de edad? Los ni?os tienen que aprender las condiciones m¨ªnimas de la interacci¨®n humana, esto es, las reglas de su civilizaci¨®n. Esta civilizaci¨®n ya es diferente (de todas las dem¨¢s), pero en este nivel la diferencia es abstracta. La concretizaci¨®n de la diferencia viene m¨¢s tarde; el resultado de ese proceso es lo que podr¨ªamos denominar cultura en la acepci¨®n m¨¢s general del t¨¦rmino.
10. Insistir en la aceptaci¨®n de las normas dom¨¦sticas significa pedir a los grupos de inmigrantes que renuncien a algunos rasgos abstractos de su diferencia, pero en cierto modo significa tambi¨¦n que sus diferencias concretas no se ven afectadas. Ser¨ªa enga?arse a uno mismo hip¨®critamente creer que eso ocurre sin sufrimiento ni dolor. Es la obligaci¨®n del anfitri¨®n aliviar este sufrimiento y compensar el dolor: la mayor compensaci¨®n es un nivel aumentado de respeto.
Los contenidos de las obligaciones del anfitri¨®n y el extranjero son de car¨¢cter diferente, pero las obligaciones son rec¨ªprocas, y tienen que hacerse lo m¨¢s sim¨¦tricas en esa reciprocidad como sea humanamente posible.
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