La Tierra y la cumbre
MA?ANA, 3 de junio, se inaugura, en R¨ªo de Janeiro, la conferencia mundial sobre la Tierra, que debe proponer las medidas necesarias para preservar el futuro del planeta y su equilibrio global, tan amenazados por la actividad humana. Las conversaciones previas mantenidas a lo largo de los pasados meses han puesto de manifiesto la complejidad de los problemas con que se enfrenta el mundo y los costes y consecuencias de las medidas sugeridas para poner coto al deterioro medioambiental.Las primeras expectativas deacuerdos que obligaran a limitar, e incluso disminuir, las emisiones de anh¨ªdrido carb¨®nico y otros gases causantes del efecto invernadero se han visto defraudadas ante la probable formulaci¨®n del Convenio del Clima en t¨¦rminos de recomendaciones no vinculantes. Igualmente grave es la negativa de Estados Unidos -a la que se unir¨¢n, probablemente, Jap¨®n y alguno de los pa¨ªses de Europa, si no toda la CE- a suscribir el Tratado sobre la Diversidad Biol¨®gica y las consiguientes medidas de preservaci¨®n de la flora, fauna y recursos naturales del mundo. Sin embargo, estas dificultades no deben ser causa de des¨¢nimo o abandono. Se trata de una primera e importante batalla, y puede que se pierda. Nadie ignora que la guerra por la preservaci¨®n del medioambiente ser¨¢ larga. Por ello, es ya suficientemente significativo que los m¨¢ximos dignatarios del mundo se muestren preocupados por la compleja: problem¨¢tica de la conservaci¨®n del medio ambiente y se sepan obligados a encontrarle soluciones.
No resulta sencillo tomar decisiones globales. Por ejemplo, las limitaciones a las emisiones de gases de invernadero o el impuesto verde que las gravar¨ªa (s¨®lo una de las soluciones propuestas, en este caso por la CE, que adem¨¢s no viene contemplada en el Convenio del Clima), pueden vulnerar el principio de equidad al tratar por igual a pa¨ªses que son desiguales, que han contribuido desigualmente al deterioro medioambiental, y cuyos problemas de supervivencia y bienestar son muy diferentes. No podr¨ªan muchos, aunque quisieran, respetar algunos de los acuerdos evocados en la preparaci¨®n de la cumbre, por muy formalmente que se tomaran. No es l¨ªcito que naciones que gastan energ¨ªa a manos llenas y que han llegado a cotas elevadas de desarrollo econ¨®mico pidan que otras menos afortunadas renuncien ahora a las medidas indispensables para superar su subdesarrollo. La urgencia de que se tomen decisiones para preservar el medio ambiente plantea necesariamente el tema de la ayuda. que requiere el Tercer Mundo para ponerlas en pr¨¢ctica sin comprometer el desarrollo econ¨®mico al que leg¨ªtimamente aspira.
La CE, y Espa?a en tanto que miembro, ha tenido dificultades para fijar su posici¨®n (que responde al concepto de que debe pagarse en funci¨®n de los recursos que se utilizan). Lo ha conseguido al fin, no sin cr¨ªtica de alg¨²n miembro destacado de la Comisi¨®n de Bruselas, como ha sido el anuncio del Comisario de la Comunidad para el Medio Ambiente de que no asistir¨¢ a la Cumbre de R¨ªo por considerar que no se llegar¨¢ a decisiones serias. Es, por otra parte, interesante la oferta alemana de ser sede de la nueva conferencia que inevitablemente se convocar¨¢ en R¨ªo para combatir el efecto invernadero.
Un tema esencial estar¨¢ ausente de la cumbre por motivos claramente ideol¨®gicos, aunque algunos participantes traten de suscitarlo: el de la superpoblaci¨®n. No se contemplar¨¢n posibles medidas para contener la presi¨®n demogr¨¢fica, aun cuando es evidente que ¨¦sta es una de las causas principales del desgaste de los recursos presentes en la biosfera y que puede ser el detonante ¨²ltimo de las m¨¢s graves cat¨¢strofes ecol¨®gicas que amenazan al planeta. Cabe, en todo caso, esperar que la Cumbre de R¨ªo propicie la crea ci¨®n de instrumentos de seguimiento y propuesta en temas medioambientales, con la autoridad cient¨ªfica y pol¨ªtica suficiente como para que sus recomendaciones sean aceptadas y seguidas por los Gobiernos y las organizaciones internacionales.
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