V¨ªrgenes de derecho
La reforma de la ley de Propiedad Intelectual sobre el canon por copia privada, pendiente de discusi¨®n en el Senado, plantea, para el autor del art¨ªculo, un debate que trasciende lo econ¨®mico. Se trata, en opini¨®n del actor Imanol Arias, de apoyar el desarrollo cultural en Espa?a frente a los puros intereses monetarios.
La industria cultural espa?ola, como en otros pa¨ªses, ha ido consolidando en paralelo durante los ¨²ltimos a?os los tres pilares fundamentales de su estructura: creaci¨®n, difusi¨®n y producci¨®n de soportes y equipos. Los tres han desarrollado su propia actividad dentro de un mercado libre, adecu¨¢ndose a los cambios pol¨ªticos y haciendo suyos los avances tecnol¨®gicos que se han ido alcanzando.En concreto, los creadores espa?oles hemos intentando superar el inconveniente, siempre amargo, de pertenecer a un pa¨ªs con una riqu¨ªsima tradici¨®n art¨ªstica, pero un nivel de desarrollo econ¨®mico y tecnol¨®gico limitado. Todo ello da lugar a un mercado cultural en permanente conformaci¨®n y a la permanente tentaci¨®n colonizadora para otras culturas econ¨®micamente m¨¢s potentes.
Cultura nacional
Y este intento de superaci¨®n de tal estado de cosas no podr¨ªa haber alcanzado adem¨¢s el ¨¦xito de algunos momentos sin el apoyo y la apuesta a favor de la creaci¨®n espa?ola por parte del sector de la producci¨®n y la difusi¨®n, que ha combinado su l¨®gica aspiraci¨®n de rentabilidad econ¨®mica con el desarrollo de nuestra cultura nacional. A su vez, el Estado ha avalado con la f¨®rmula de la subvenci¨®n anticipada, que se devuelve una vez producida y distribuida la obra, la concesi¨®n de la financiaci¨®n necesaria para este empe?o.
Mientras, los espa?oles nos hemos ido acostumbrando a un paisaje econ¨®mico, con horizonte comunitario, a trav¨¦s de una pol¨ªtica evidentemente liberalizadora que alcanzar¨¢ su m¨¢ximo reflejo en enero de 1993, con la aplicaci¨®n del denominado mercado ¨²nico. Pero esta evoluci¨®n econ¨®mica tambi¨¦n ha tra¨ªdo consigo la apertura radical de un mercado que nunca fue nacional en sustancia, como es el de la fabricaci¨®n de soportes y equipos para la producci¨®n o difusi¨®n cultural. Y ha tra¨ªdo consigo efectos como la apertura y puesta a disposici¨®n de la tecnolog¨ªa multinacional por las autoridades espa?olas de un mercado altamente consumidor de cultura musical y audiovisual, pero especialmente receptivo al consumo de soportes magn¨¦ticos.
Esta invasi¨®n de una supuesta industria nueva para los espa?oles se ha producido con un llamativo descontrol en cuanto a precios y estrategias, descaradamente por encima de los que perviven en otros pa¨ªses comunitarios y de nuestra ¨¢rea cultural.
Desde hace muchos a?os, los ciudadanos pueden as¨ª disfrutar de nuevas modalidades de consumo cultural. Se ha dejado de ir al cine, pero se ve m¨¢s cine que nunca. En casa. Se dejan de vender discos, lo que redunda en los honorarios de los cantantes, autores y beneficiarios de las casas discogr¨¢ficas, pero se escucha m¨¢s m¨²sica que nunca. Todo, aportando al mismo tiempo a las industrias un beneficio econ¨®mico diferencial m¨¢s propio de los pa¨ªses colonizados, sin que por ello los autores, artistas, int¨¦rpretes y productores espa?oles perciban ni tan s¨®lo el reconocimiento del derecho de la remuneraci¨®n por un mayor consumo de creaci¨®n intelectual.
Tan sencillo como si, por arte de la tecnolog¨ªa, que de eso se trata, pudi¨¦ramos sorber desde nuestro domicilio la nata de una pasteler¨ªa sin acudir a ella ni pagar por la nata. Dejar¨¢ de fabricarse. O nos llevaremos la f¨¢brica fuera.
La aprobaci¨®n de la Ley de Propiedad Intelectual en 1987 pretend¨ªa ser el primer acto en la regulaci¨®n de este estado de cosas, permitiendo a aquellos tres subsectores de la industria de la cultura (creaci¨®n, difusi¨®n y producci¨®n de soportes) un desarrollo m¨¢s justo.
Hecha la ley, las hist¨®ricas reticencias de la industria de los fabricantes de equipos de reproducci¨®n se plasmaron en el abandono de la comisi¨®n que hab¨ªa de aprobar una remuneraci¨®n ya consensuada tras dos a?os de conversaciones, y que supuso por parte de los creadores productores espa?oles una sensible disminuci¨®n de sus aspiraciones iniciales.
Nuevamente ahora, por la ventana abierta por el partido socialista para la discusi¨®n de la modificaci¨®n de aquella Ley de Propiedad Intelectual, se pretende afianzar una posici¨®n de ventaja, en detrimento de quienes m¨¢s esfuerzos hemos realizado para defender e impulsar la cultura espa?ola y m¨¢s paciencia hemos demostrado en los ¨²ltimos a?os ante la evidente contradicci¨®n entre las declaraciones de apoyo y la entrega manifiesta del mercado espa?ol.
El anuncio de los fabricantes de posibles cierres y suspensi¨®n de pagos no puede por menos que sonrojar a los artistas, autores y productores de la industria audiovisual, que, ya con cifras reales y sin las promesas amenazantes y coyunturales, han visto c¨®mo su nivel de producci¨®n ha ca¨ªdo en un 75% en los ¨²ltimos cuatro a?os, mientras el nivel de emisi¨®n de las pel¨ªculas espa?olas en las televisiones se ha incrementado fuertemente. En el fondo de su discurso prevalece el viejo concepto de "al artista o creador, la gloria despu¨¦s de muerto", y no la remuneraci¨®n justa por su obra.
Para ello, hasta los consumidores est¨¢n siendo manipulados en las ¨²ltimas semanas, no para ponerles en contra del derecho de propiedad intelectual -lo que ser¨ªa un contrasentido-, sino para anunciarles ya un incremento de precios, de nuevo a costa de nuestro propio derecho.
El proyecto de ley, en este sentido, es muy claro. El canon lo deben pagar fabricantes y distribuidores de cintas y aparatos.
La discusi¨®n de la ley que modifica la de propiedad intelectual, aprobada ya por el Congreso de los Diputados y pendiente de discusi¨®n en el Senado, no es, por tanto, un debate econ¨®mico, ni acaba en s¨ª misma. Es parte de un debate m¨¢s profundo sobre dos opciones: apoyar o no el desarrollo de la cultura de nuestro pa¨ªs y el derecho de la creaci¨®n frente a puros intereses econ¨®micos y al margen de cualquier otro inter¨¦s pol¨ªtico transitorio.
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