Los candidatos norteamericanos se disputan los programas m¨¢s sensacionalistas de la televisi¨®n
Los espect¨¢culos de sobremesa de la televisi¨®n norteamericana han sido durante a?os el lugar favorito para los personajes m¨¢s rocambolescos y las historias m¨¢s sensacionalistas del momento. Este a?o, los directores han tenido que hacer un hueco para los pol¨ªticos que han decidido dejar a un lado la cuesti¨®n del prestigio, al descubrir que los votos est¨¢n precisamente al otro lado de los monitores de los programas populares.
Tres de los candidatos presidenciales para este a?o, Bill Clinton, Jerry Brown y Ross Perot, se han acercado a estos plat¨®s, repletos de p¨²blico, y se han enfrentado a sus preguntas en directo. La audiencia ha respondido llamando desde todo el pa¨ªs para preguntar las cuestiones menos imaginables a los candidatos que trataban de llegar hasta los hogares de los que no saben lo que es un columnista pol¨ªtico. Los candidatos se la jugaban al atender las preguntas de la gente de la calle con un planteamiento y perspectiva m¨¢s que diferente de las habituales preguntas de los informadores especializados.Un d¨ªa normal en estos programas, conducidos por Phil Donahue, Opra Winprhey, Joan Rivers y Maury Povich, es un aut¨¦ntico desaf¨ªo amarillista. Los invitados habituales a estos espect¨¢culos, son mujeres violadas por sus padres, padres de familia que se han cambiado el sexo para convertirse en mujeres y que han acabado teniendo una relaci¨®n l¨¦sbica con otra mujer, ejecutivos que se travisten durante los fines de semana, v¨ªctimas de pol¨ªgamos, mujeres que bailan desnudas; cualquier cosa vale en estos programas, que son el opio de las amas de casa.
Asesinos de esposas
Uno de los pol¨ªticos que asistieron al programa de Donahue firm¨® aut¨®grafos en la sala de maquillaje con otros invitados. Minutos m¨¢s tarde se tuvo que arrepentir al descubrir que sus compa?eros de camerino no eran otra cosa que un grupo de maridos que se dispon¨ªan a intercambiar su experiencia en el plat¨® tras haber asesinado a sus esposas.No se puede menospreciar la agilidad period¨ªstica de los equipos de estos espect¨¢culos que llevan a la televisi¨®n a grupos tan caracter¨ªsticos de individuos y abordan asuntos tan escabrosos. Es precisamente esta capacidad de reacci¨®n la que hizo que los miembros del jurado que absolvi¨® a los polic¨ªas que apalearon a Rodney King llamaran por primera vez al programa de Donahue para llorar arrepentidos el mismo d¨ªa que ard¨ªa Los ?ngeles.El impacto que tienen las apariciones en estos programas que equilibran su falta de prestigio con unas millonarias audiencias, se basa en que se van haciendo a trav¨¦s de la reacci¨®n de la audiencia. Si un grupo de estudiantes reconoce en p¨²blico que han sido violados por sus profesores, la audiencia del estudio y las llamadas desde los hogares de los espectadores van haciendo girar el programa hacia la compasi¨®n, los consejos o incluso la incredulidad e incomprensi¨®n. Es la reacci¨®n en directo, la presentaci¨®n de un hecho para que cada uno lo mastique a su gusto.
Los candidatos norteamericanos que est¨¢n explotando las posibilidades electr¨®nicas con tel¨¦fonos de llamada gratuita, dirigi¨¦ndose a sus votantes a trav¨¦s de programas de ordenador o repartiendo cintas de v¨ªdeo con su campa?a, no pod¨ªan dejar pasar la oportunidad de esta nueva v¨ªa.
Sin embargo, la victoria de estos talk-shows no ha sido total. George Bush respondi¨® a una pregunta sobre si iba a seguir el camino de los otros candidatos y acudir a uno de estos programas diciendo: "No pienso emplear mi tiempo en ir al programa de Donahue. Yo soy el presidente".
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