P¨ªo de piedad
Para Blas, este punto que no es redondo. S¨¦ que ocurri¨® en Sevilla y en Oviedo. Nuestros dos ¨²ltimos encuentros. En Oviedo, charlaba yo con unos y con otras en el vest¨ªbulo, atestado de esos unos y esas otras, a m¨¢s de pocos nuevos, los de casi siempre, del hotel Reconquista, y me sent¨ª mirado. Apenas apoyado en la barandilla de la galer¨ªa alta, P¨ªo anotaba sin papel y sin l¨¢piz mis devaneos fatigados. Y sent¨ª que exist¨ªa de verdad por la fuerza acuciante de aquella su mirada. En Sevilla asist¨ª por alguna raz¨®n menos trivial que otras cualesquiera a una concentraci¨®n de diputados europeos. Rapaz, me espet¨® P¨ªo, grande es la decadencia al verte a ti mezclado en tama?as... nonadas. De ¨¦stas me rescataron su abrazo, el que nos dimos, tras muchos a?os sin poder hablamos Juan Mar? Bandr¨¦s y este su viejo amigo que soy yo, y el pase¨ªllo del bracero con Sancho Gracia, que ahora es c¨®nsul de algo y que de la amistad lo ha sido siempre.No es cierto que intrigase simplemente pensaba. Desaconsej¨® siempre "la acumulaci¨®n de los cabreos". De ¨¢nimo era bueno. Lo prob¨® en veces varias. Tuvo s¨ª que tomar resoluciones bravas, mas las acompa?¨® todas las veces de cari?o por el damnificado. Evitemos sus nombres, entre los cuales el m¨ªo no se encuentra, por repetir su pudor, su buen recato. Fue uno de esos espa?oles a quienes cupo hacer de puente, estirando los huesos entre esto y aquello. No es ¨¦sta la incumbencia de su generaci¨®n o de cualquiera otra solamente, sino la de todos los que no estamos dispuestos al pasteleo, aunque s¨ª a degustar ese sabor amargo que es lote de la historia.
La noticia de su muerte me lleg¨® como un golpe duro, seco, sin eco. Casi enseguida la serenidad. P¨ªo hab¨ªa cumplido. Por no ser doble, quiso guardar silencio. Muy silenciosa fue la antesala de su muerte, la conoc¨ªa ¨¦l y nadie m¨¢s.
Cuando fui recibido, en acto p¨²blico y solemne, en la Real de San Fernando, me susurro un segundo antes de tener que iniciar el paso hacia SM el Rey, que me llamaba: rapaz, lo est¨¢s haciendo bien. Fui su director general de M¨²sica, y de m¨²sica no hablamos jam¨¢s. Carec¨ªa de o¨ªdo y confi¨® en el m¨ªo. Una ma?ana de gran dificultad expuso el intr¨ªngulis de turno y atendi¨® pronto a otra preocupaci¨®n: "A cada d¨ªa le basta su malicia". La sentencia es del Cristo y P¨ªo la hizo nuestra. Me ense?¨® M¨¦xico y sus culturas superpuestas;
Valencia y el tesoro oreado de sus bandas, y Granada con sus tantos y retorcidos vericuetos. Entendi¨® mi boda con Cayetana antes que nadie. A la que ser¨ªa, y es mi mujer prest¨® una gu¨ªa para un viaje a Polonia; la extravi¨® mi Estuardo particular y le ped¨ªa excusas repetidamente. Fue testigo en la boda por mi parte.Su vida no ten¨ªa agujerospara el desenlace y tampoco los tuvo su muerte. No rezar¨ªa hoy a ciertos beatos, porque sus seguidores, tras una paliza jovenc¨ªsima (avenida de la Moncloa contra avenida del Valle, esto es el C¨¦sar C¨¢rlos), le obligaron a trasladarse, junto, con otros, a un piso hasta que las aguas volvieran a su cauce. ?Y m¨¢s que volver¨¢n: que Dios lo quiera! En cuanto a la pol¨ªtica, la ejerci¨® siempre con alguna desgana y toda la constancia. Razonaba muy poco sobre los adversarios, pero s¨ª los miraba y pasaba de largo tal Dante en el infierno. Era un maestro en el dif¨ªcil arte de encantar; cuando resultaba necesario tambi¨¦n engatusaba. Le adoraban los ni?os. En M¨¦xico, los hijos de Regina y Emilio Casinello no se apartaron de ¨¦l ni medio metro. De noche se escapaba de todo lo oficial hacia los amigos y sus conversaciones o al soliloquio que es el sue?o. ?Bajo qu¨¦ ¨¢rboles?Son muchas las an¨¦cdotas que nos lega. Pero no nos dejemos enganar y perdamos de vista su sustancia: un juego h¨¢bil y alegre con la fidelidad, implacable contra la mentira y respetuoso con las epiqueyas y las litotes. El rodeo largu¨ªsimo fue su especialidad. Largo ha de ser, por tanto, nuestro camino alrededor de su memoria. Largo y pausado. Sin ¨¦l, ?por qu¨¦ la prisa y para qu¨¦ y sobre todo para qui¨¦n? Mano con mano, compondremos el corro que celebre el recuerdo: las de su hijo P¨ªo y su- mujer, su Blas, son importantes; las otras, estas m¨ªas, por ejemplo, son arm¨®nicas, graves o agudas, de su t¨®nica espl¨¦ndida, rotunda, fundamental. ?Jes¨²s piadoso, Se?or nuestro, dale a P¨ªo descanso eterno! ?Piadoso P¨ªo, amigo impar, ruega por nuestra tranquilidad!
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