La verdad del canto
El teatro de la Zarzuela o L¨ªrico Nacional de Madrid trajo a su privilegiado espacio de las galas l¨ªricas a la gran modenesa, Mirella Freni, uno de los nombres estelares del canto en nuestro tiempo y tambi¨¦n de los que despiertan mayor n¨²mero de adhesiones por cuanto emana de su arte y de su persona.?sa era una rara condici¨®n dif¨ªcil de aprender en ninguna parte: se sale a escena, se hace un gesto, unos movimientos, se mira en determinada actitud, se sonr¨ªe -sobre todo esto, la calidad de la sonrisa es fundamental- y, ya est¨¢ el p¨²blico en el bolsillo y qued¨® establecido el contacto. Cierto que la fama, la publicidad -y no es Mirella Freni de las que se lanzaron a semejante carrera- operan en parte de los asistentes, pero cuando inici¨® su carrera no hab¨ªa nada de esto.
Gala del Teatro L¨ªrico Nacional
Mirella Freni (soprano) y Paola Molinari (pianista). Obras de Rossini, Verdi, Raclunaninov y Chaikovski. Teatro de la Zarzuela, Madrid, 14 de junio.
Ovaci¨®n de saludo
La ovaci¨®n de saludo que los madrile?os dispensan a Freni es, como anteayer, interminable, y esa t¨®nica de triunfo se mantiene durante todo el recital con flexiones m¨¢s o menos intensas, como es l¨®gico. Hizo Mirella Freni, con la colaboraci¨®n de la pianista bolo?esa Paola Molinari, un programa de inter¨¦s que comenz¨® con tres versiones de Mi lagnero tacendo, de Rossini, tres invenciones absolutamente distintas para servir al texto de Metastasio, y todas con an¨¢logo impulso cantabile y sentimental que Mirella Freni asumi¨® con gran belleza y medida expresividad.Otro tr¨ªo, esta vez verdiano, nos trajo dos romance, Tramonto y Brindisi, ambos sobre palabras de Andrea Maffeiantes, al internarnos por una de las grandes creaciones oper¨ªsticas de Mirella Freni: la Isabel de Valois de Don Carlos.
Aqu¨ª no se trata ya de lirismo tan s¨®lo, sino de una honda impostaci¨®n dram¨¢tica que hizo presente a la cantante de sus d¨ªas de oro: calidad vocal, t¨¦cnica depurada, no menos depurada expresi¨®n y esa veracidad human¨ªsima y de raro poder comunicativo que cualific¨®, desde el primer momento, el arte de esta favorita de todos los p¨²blicos.
En la segunda parte escuchamos a Freni m¨²sica rusa con una cala en Rachinaninov y otra en Chaikovski. Probablemente las canciones del compositor y pianista ruso cuentan entre lo mejor de su obra, pues a su hondo sentido afectivo a?ade un magistral tratamiento del piano, que de acompa?ante se convierte en coprotagonista (y aqu¨ª la se?ora Molinari qued¨® un poco corta). Luego hay el problema de los idiomas "adquiridos" y la gran diferencia perceptible cuando se cantan los propios y naturales de cada voz y de cada personalidad. Con todo, Mirella Freni hizo cosas bell¨ªsimas, tanto en los lieder cuanto en la soberbia "escena de la carta" de Eugenio Oniegui, ¨®pera que como La dama de Pic figura en el repertorio de la soprano italiana y le ha valido buenos ¨¦xitos.
Reencuentro
Pero el reencuentro con la Freni de todos los d¨ªas se produjo en los bises, pedidos y otorgados, de Puccini y Cilea, cabeza y r¨²brica del verismo y para quienes la cantante italiana sigue guardando especiales secretos interpretativos.El teatro de la calle de Jovellanos se ven¨ªa abajo materialmente, y la Freni aceptaba, como hizo siempre, todos los homenajes con gesto y talante de sencillez, sin quede su imagen se desprendiese el menor aroma de vanidad, tal y como corresponde a una artista que jam¨¢s hizo arte vanidoso, sino aut¨¦ntico y comprometido, en primer lugar consigo misma.
Mirella Freni fue y es la verdad del canto o, si se quiere, una de las grandes verdades, pues en el arte no existen art¨ªculos de fe.
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