El 's¨ª' de Irlanda
IRLANDA HA dicho s¨ª y le ha aliviado una angustia a Europa. Un sondeo publicado anteayer por EL PAIS indicaba que casi el 50% de los irlandeses votar¨ªan a favor de la ratificaci¨®n, y que de ¨¦stos, un 30% cree que el Tratado de Maastricht les es favorable. El resultado del refer¨¦ndum (casi el 70% a favor) ha dejado corta la predicci¨®n del sondeo. No debe sorprender, si se piensa que Irlanda es el pa¨ªs que m¨¢s ayuda recibe de la CE, pero es una excelente noticia.Sin embargo, no es desde?able la ansiedad con que los gobernantes de Dubl¨ªn esperaron los resultados y el consuelo con que ayer a mediod¨ªa dieron la noticia del s¨ª. Desde el voto negativo en Dinamarca, el Gobierno irland¨¦s se hab¨ªa embarcado en una abierta campa?a pro ratificaci¨®n, advirtiendo -con alguna desmesura- de los perjuicios, por otra parte reales, de excluir a Irlanda de la CE: p¨¦rdida de los fondos de cohesi¨®n y de ayuda regional. Es cierto, por lo dem¨¢s, que la mera ratificaci¨®n no abre las arcas comunitarias desde ma?ana. Sabemos bien que no es as¨ª y cu¨¢nto se oponen los socios m¨¢s ricos a los gastos de cohesi¨®n por los que tan arduamente luch¨® Felipe Gonz¨¢lez en Maastricht.
La campa?a en Irlanda ha producido el resultado deseado, y aunque es pronto para hacer una valoraci¨®n sociol¨®gica del refer¨¦ndum, s¨ª parece posible asegurar que la influencia de la Iglesia cat¨®lica, por ejemplo, ha sido menor de la esperada, puesto que el voto afirmativo se dio en zonas rurales con similar profusi¨®n que entre las clases urbanas. En todo caso, que el Tratado de Maastricht sea criticado desde perspectivas ideol¨®gicas opuestas -de todos es sabido que a su ratificaci¨®n se oponen sectores de la derecha y de la izquierda, indistinta y simult¨¢neamente- ilustra no s¨®lo la complejidad del mismo, sino la falta de informaci¨®n cabal sobre ¨¦l. En el caso irland¨¦s, la influencia de la Iglesia cat¨®lica ten¨ªa especial relevancia por cuanto el tratado modifica sustancialmente la cuesti¨®n del aborto (ratificar Maastricht abre legalmente las puertas a cuanta irlandesa quiera salir del pa¨ªs para abortar, y probablemente la hace acreedora al disfrute de fondos de ayuda para ello): A medida que avanza el proceso de ratificaci¨®n del Tratado de Maastricht, y el ¨²ltimo escal¨®n por ahora ha sido el refer¨¦ndum de Irlanda, Europa contiene la respiraci¨®n a sabiendas de que un nuevo tropiezo que a?adir al de Dinamarca tendr¨ªa consecuencias negativas incalculables. La uni¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y monetaria pactada por los l¨ªderes de la CE a finales del a?o pasado resistir¨ªa mal una sola votaci¨®n negativa m¨¢s: potenciar¨ªa el cuestionamiento del cap¨ªtulo de innegables desventajas y sacrificios que tiene el tratado. Estas cuestiones hab¨ªan quedado eclipsadas hasta ahora por el eurooptimismo propiciado por un proceso de unidad que se intensificaba progresivamente y que nada parec¨ªa capaz de detener.
Todo el mundo se preguntaba c¨®mo no pueden querer los europeos una uni¨®n con cuya filosof¨ªa -democracia, libertad y prosperidad- se han solidarizado desde que naci¨® la idea en Roma hace casi 40 a?os. Hasta que los daneses pusieron el primer palo en las ruedas a Maastricht (probablemente igual de serio, ajustadas las distancias hist¨®ricas, que el refer¨¦ndum por el que Noruega se hab¨ªa negado a entrar en la CEE hace a?os o que la seca negativa de De Gaulle a aceptar el ingreso del Reino Unido), parec¨ªa que las dudas y las vacilaciones que han sido t¨ªpicas de la Comunidad Europea a lo largo de toda su historia iban m¨¢s en direcci¨®n de cansino progreso que hacia un brutal corte del proceso.
Mientras el presidente de la Comisi¨®n, Jacques Delors, predice una ¨¦poca de estancamiento y crisis en Europa si el Tratado de Maastricht no es ratificado, en Bruselas anteayer los comisarios decidieron por escaso margen recomendar la ampliaci¨®n de la CE a algunos miembros de la EFTA sin que, se proceda a m¨¢s cambios institucionales que los previstos en el tratado. Hoy, los ministros comunitarios de Exteriores, reunidos para preparar la cumbre de Lisboa de la pr¨®xima semana, examinar¨¢n la propuesta.
Muchos de los socios comunitarios se enfrentan a sus propias dificultades frente a la ratificaci¨®n. Y cada pelda?o es un riesgo inapelable. Anteayer, el presidente franc¨¦s, Fran?ois Mitterrand, tuvo que ceder en el Senado en su batalla constitucional sobre el voto de los extranjeros para no comprometer la reforma constitucional que debe hacer posible la ratificaci¨®n. Y es que el proceso de unidad europea sigue sin ser un camino de rosas. As¨ª lo perciben, no sin explicables dudas, bastantes ciudadanos; sus Gobiernos deben reafirmar ahora en los pueblos la convicci¨®n de que el camino emprendido no es s¨®lo bueno y perfectible, sino que debe ser irreversible.
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