Harnoncourt dirige el ciclo completo de sinfon¨ªas de Schubert en el festival de Feldkirch
La ciudad austriaca acoge una serie de conciertos de gran prestigio en Europa
Tras sus Monteverdi, Bach, Haydn, Mozart, Beethoven o Mendelssohn, un recorrido realmente impresionante, el director alem¨¢n Nikolaus Harnoncourt ha llegado a Schubert. Nada, pues, m¨¢s oportuno que ofrecer el ciclo completo de sus sinfon¨ªas con la numeraci¨®n moderna (la Incompleta, como S¨¦ptima; la Grande, c¨®mo Octava) en la Schubertiade austriaca, celebrada desde 1976 hasta 1991 en Hobenems, fecha en que, se traslad¨® a la cercana ciudad de Feldkirch. Se trata de uno de los festivales m¨¢s rigurosos y entra?ables que existen hoy d¨ªa en el coraz¨®n de Europa.
Con los planteamientos de Harnoncourt se podr¨¢ estar o no de acuerdo, pero en ning¨²n caso pasan indiferentes. Harwncourt extrajo de la Primera y Cuarta sinfon¨ªa de Schubert todo su valor dram¨¢tico, liberando la energ¨ªa que en ellas subyace a trav¨¦s de un enfoque lleno de tensi¨®n y contrastes, donde de un sonido pleno y c¨¢lido de la cuerda emergen casi como un lamento, por la fluidez del fraseo, las intervenciones de los instrumentos de viento.El placer de la belleza deja su sitio a la vida interior. Nunca la Tr¨¢gica, en do menor, D 417, hizo honor de una forma tan fiel a su apodo: perfecci¨®n en el primer movimiento, intimidad y dolor en el segundo, intensidad en el tercero, crispaci¨®n en el cuarto. Schubert suena distinto, como si lo escuch¨¢ramos por primera vez. El oyente se siente suspendido en una aventura creativa que le devuelve a intenciones originales, si no perdidas, al menos dispersas.
Antes, en la Primera o en una selecci¨®n de arias para orquesta (excelente la Royal Concertgebouw de Amsterdam), acompa?ando a Edita Gruberova, se pod¨ªa haber podido percibir la seriedad, profesionalidad e inspiraci¨®n de unas versiones que nos llevan, por la reflexi¨®n y el sentimiento, a plantearnos la b¨²squeda de verdades ocultas.
Estos hallazgos musicales nos fueron dados menos de dos horas despu¨¦s que en el Conservatorio de Feldkirch tuviese lugar un concierto mod¨¦lico con valses y polkas de la familia Strauss por el sensacional cuarteto Alban Berg con algunos refuerzos.
La primera parte se dedic¨® a Johann Strauss padre y Lanner, con una plantilla de dos violines, viola y contrabajo, al estilo de los cafetines antiguos, subray¨¢ndose por parte del viola Thomas Kakuska, en oportun¨ªsimos comentarios, las conexiones que esta m¨²sica pod¨ªa tener con Schubert y en general con lo m¨¢s vivo del esp¨ªritu de la ¨¦poca.
En la segunda parte se pudieron escuchar orquestaciones de Schoenberg o de Alban Berg de los valses de Johann Strauss hijo. O¨ªr Rosas del sur con cuarteto de cuerda, piano y armonio, o El vals del emperador con los mismos instrumentos sustituyendo el armonio por flauta y clarinete, es un gozo est¨¦tico en que sobresale por encima de otras cuestiones la naturalidad de hacer m¨²sica divirti¨¦ndose.
El p¨²blico disfrut¨® de lo lindo tambi¨¦n: la m¨²sica es aqu¨ª una pr¨¢ctica cotidiana. Se comprende al comprobar en el descanso o al final del concierto el desfile de gran cantidad de ni?os con sus instrumentos debajo del brazo camino de la escuela de m¨²sida situada enfrente. Realmente emocionante, en una Schubertiade que acoge en esta edici¨®n a nombres tan prestigiosos como Brigitte Fassbaender, Dietrich Fischer-Dieskau o Maria Jo¨¢o Pires.
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