Europa en Lisboa
LA CUMBRE europea de Lisboa arranca hoy con un notable lastre: el refer¨¦ndum negativo de Dinamarca a la hora de ratificar el Tratado de Uni¨®n Europea que hab¨ªa sido aprobado en Maastricht en el Consejo de diciembre pasado. Si no se hubiera producido el resultado s¨®lidamente positivo de la consulta irlandesa celebrada a continuaci¨®n, el ambiente en Lisboa ser¨ªa de insuperable pesimismo.Ello no impide que en la cumbre deban analizarse con seriedad y detalle los pasos a dar a partir de ahora, es decir, durante la Presidencia que el Reino Unido estrena el 1 de julio y a lo largo de la que debe completarse el proceso de ratificaci¨®n de Maastricht; prorrogarse el mandato de Jacques Delors, presidente de la Comisi¨®n de Bruselas, hasta 1995, y probablemente darse los pasos preparativos para negociar la ampliaci¨®n de la CE con, los peticionarios de mayor peso (los cuatro pa¨ªses de la EFTA: Austria, Suiza, Suecia y Finlandia). Pero, sobre todo, debe encontrarse una soluci¨®n a los problemas constitucionales que la negativa danesa plantea al futuro de la uni¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y monetaria de Europa: ?seguir a 1 l?, ?renegociar con Dinamarca y proponerle un nuevo refer¨¦ndum?, ?hacer una declaraci¨®n solemne que tranquilice a Dinamarca sobre sus compromisos como miembro?, ?ofrecer a Copenhague, como quieren los brit¨¢nicos, en vez del palo, la zanahoria de una ampliaci¨®n extensible a los colegas escandinavos?
Ampliaci¨®n quiere decir tambi¨¦n reforma institucional (la CE, en su actual estructura, est¨¢ mal preparada para acoger a cuatro nuevos miembros, por ricos que sean), que a?adir¨ªa nuevas dificultades al proceso de ratificaci¨®n de Maastricht. Adem¨¢s, tambi¨¦n planiea un problema esencial para Espa?a. El Gobierno, con la prioridad manifiesta de la cohesi¨®n, se inclina por que se reduzcan las diferencias econ¨®micas entre los actuales socios antes de a?adir otros nuevos que agraven sus problemas y los de los m¨¢s pobres.
M¨¢s manejable ser¨¢ el problema de la subsidiariedad (toma de decisiones al nivel m¨¢s pr¨®ximo al ciudadano), porque la regla, interpretada con liberalidad, permite limitar una acci¨®n centralizadora de Bruselas que el Reino Unido y Dinamarca contem plan con recelo. La cumbre, sobre todo tras la reciente asunci¨®n de la descentralizaci¨®n por Delors, no deber¨ªa tener problemas para paliar la puesta en cuesti¨®n de la burocracia comunitaria a que est¨¢ dando lugar el debate posrefer¨¦nduni, reduciendo al tiempo el riesgo centralista, pero sin poner trabas al proceso de uni¨®n. John Major ha trasladado a Delors su vi si¨®n del concepto de subsidiariedad, seg¨²n el cual la CE legislar¨ªa y regular¨ªa al m¨ªnimo nivel, acentuando as¨ª la descentralizaci¨®n de las decisiones comunitarias. La insistencia brit¨¢nica en la cooperaci¨®n intergubemamental no debiera lentificar el avance hacia una Comunidad m¨¢s integrada y m¨¢s cohesionada. Ser¨¢ muy dif¨ªcil concretar en cifras el compromiso alcanzado en Maastricht sobre los recursos comunitarios y la magnitud de los fondos de cohesi¨®n. La disidencia existente en algunos miembros sobre la ratificaci¨®n de los acuerdos podr¨ªa agudizarse (especialmente en los que son contribuyentes netos a los presupuestos) si se ponen sobre la mesa los esfuerzos presupuestarios inicialmente contemplados en el denominado paquete Delors II. Por desgracia, ese esquema de financiaci¨®n -basado en un incremento significativo del- presupuesto comunitario entre 1993 y 1997- ha quedado ya invalidado por las nuevas y m¨¢s componedoras propuestas de Delors. En su nuevo plantean-fiento, el techo de gastos quedar¨ªa situado en el 1,2% del producto -nacional bruto (PNB) hasta 1994 (en lugar del 1,37%), al tiempo que se dilatar¨ªa el horizonte de aplicaci¨®n hasta 1999 para diluir la magnitud del incremento y se suspender¨ªan durante dos a?os las modificaciones en el sistema de contribuci¨®n por pa¨ªses, tendente a que paguen m¨¢s los m¨¢s ricos.Espa?a, en esta cuesti¨®n, aboga con raz¨®n por el incremento de los fondos estructurales, pues las ayudas que reportar¨ªan contribuir¨ªan en buena medida a la consecuci¨®n del plan de convergencia y al reequilibrio territorial de la Comunidad. Debe insistir rotundamente en ello, porque se corre el riesgo de que las reticencias pol¨ªticas de unos y los intereses econ¨®micos a corto plazo de otros acaben convirtiendo el Tratadode la Uni¨®n Europea en un suspiro.
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