Guerra para dos
LA CAMPA?A para las elecciones a la presidencia de Estados Unidos acaba de recibir dos aldabonazos, no por esperados de menor importancia: la designaci¨®n por aclamaci¨®n del candidato dem¨®crata, el gobernador de Arkansas, Bill Clinton, y la retirada de la liza de Ross Perot, el multimillonario tejano, lleno de ideas populistas y algo vac¨ªas sobre el "sue?o americano" y el modo de llevarlo a la pr¨¢ctica prescindiendo del "corrompido sistema de partidos".Cuando present¨® su. candidatura, Clinton parec¨ªa m¨¢s un cachorro de la pol¨ªtica que quer¨ªa hacerse los dientes en unas primarias que un hombre capaz de plantarle cara al presidente saliente y candidato a la reelecci¨®n, George Bush. Su trayectoria empez¨® con esc¨¢ndalo (las acusaciones de que hab¨ªa tenido una larga relaci¨®n sentimental con una dama de espectacular aspecto) y con lo que aparentaba ser un lastre: la fuerte personalidad de su esposa, de quien se dec¨ªa que era la verdadera inspiradora de los movimientos del joven candidato. Dice mucho del car¨¢cter de Clinton, de la dureza y frialdad personales que todo el mundo le reconoce, que haya aguantado sin merma aparente de sus posibilidades la inevitable campa?a de desprestigio.
Clinton se hab¨ªa ido desembarazando de todos sus rivales, ca¨ªdos por la borda por falta de fondos o por malos resultados, como Paul Tsongas, o permanentemente autoexcluidos, como el reticente y m¨ªtico sempiterno no-candidato Mario Cuomo. Y tras seleccionar como candidato a la vicepresidencia al senador Al Gore, un veterano de la pol¨ªtica pese a su juventud y un buen conocedor de los vericuetos del poder en Washington, Clinton se present¨® esta semana a la convenci¨®n de su partido en Nueva York. No s¨®lo aparec¨ªa como el ganador inevitable en el campo dem¨®crata (puesto que hab¨ªa obtenido en las primarias m¨¢s de los delegados necesarios para ser designado candidato), sino como la nueva estrella de la pol¨ªtica, norteamericana.
En la convenci¨®n dem¨®crata han ocurrido tres cosas interesantes. Por una parte, la negativa del ex gobernador de California Jerry Brown a endosar la candidatura de Clinton, por considerarla excesivamente derechizada. Por otra, el apoyo del reverendo Jesse Jackson, lo que no dejar¨¢ de atraer el voto de las minor¨ªas negra y puertorrique?a a la candidatura. Y finalmente, la formulaci¨®n de un programa electoral moderado, cuya orientaci¨®n ideol¨®gica estaba prevista de antemano y que se basa en una combinaci¨®n de acci¨®n del Estado para la recuperaci¨®n econ¨®mica y est¨ªmulo de la iniciativa privada, aumento de los impuestos para los ricos y disminuci¨®n de los de los menos favorecidos, firmeza en la ley y el orden, pero apertura liberal a los "valores tradicionales de tolerancia" norteamericanos. Un poderoso llamamiento al voto de la clase media.
Y como de costumbre, es precisamente en ese sector mayoritario de la poblaci¨®n en donde se dilucidar¨¢ la elecci¨®n presidencial el 3 de noviembre. Dos son los interrogantes que se plantean en torno a este terna: ?pueden Clinton y Gore renovar, como parece desprenderse del entusiasta ambiente de Nueva York, el juvenil sue?o americano que llev¨® -con dificultad, no se olvide- a Kennedy a la presidencia hace tres d¨¦cadas? y ?qu¨¦ capacidad de reacci¨®n tiene George Bush frente al asalto dem¨®crata?
Dentro de un mes se celebrar¨¢ en Houston la convenci¨®n republicana. El momento pol¨ªtico y econ¨®mico actual no es bueno para el ocupante de la Casa Blanca; desde todos los ¨¢ngulos se. le acusa de blandura e ineficacia y su campa?a languidece. Necesita revigorizarla, posiblemente recuperando la inestimable e inteligente ayuda estrat¨¦gica de James Baker, su secretario de Estado, que ya le respald¨® hace cuatro a?os. Hoy, como en 1988, los dem¨®cratas aventajan en los sondeos a los republicanos en proporci¨®n de 45% a 28%. Suele ocurrir a mitad de campa?a, pero m¨¢s adelante. las diferencias suelen reducirse. En todo caso, el vigor dem¨®crata actual garantiza, cuando menos, unos comicios presidenciales extremadamente re?idos en oto?o.
Finalmente, queda por dilucidar el efecto que la retirada de Ross Perot tendr¨¢ sobre el electorado. Los expertos norteamericanos entend¨ªan que una elecci¨®n a tres tend¨ªa a favorecer a Bush (porque restar¨ªa votos a los sectores m¨¢s derechistas y menos ideologizados del Partido Dem¨®crata, mientras que el voto republicano desafecto s¨®lo se va a la abstenci¨®n) y que, por tanto, un enfrentamiento Bush-Clinton es m¨¢s propicio a este ¨²ltimo. Es pronto a¨²n para aventurarlo. En todo caso, es interesante que un aficionado como Perot, incluso sin problemas econ¨®micos o de aparentes hipotecas pol¨ªticas, haya sido incapaz de resistir el peso de la vida pol¨ªtica norteamericana.
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