Maestro lidiador
Guardiola / Espl¨¢, Mendes, Soro
Toros de Guardiola Dom¨ªnguez hermanos, desiguales de presencia, 3? grandote, 6? chico, los restantes terciados pero con trap¨ªo; encastados y de juego desigual.
Luis Francisco Espl¨¢:estocada corta y descabello (ovaci¨®n y salida a los medios); estocada corta saliendo trompicado (minoritaria petici¨®n, larga ovaci¨®n y salida hasta el platillo).
V¨ªctor Mendes: estocada corta trasera (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo hondo tendido, estocada -aviso- y descabello (vuelta con protestas).
El Soro: estocada trasera, rueda de peones y cuatro descabellos (apalusos); estocada corta ca¨ªda, rueda de peones y descabello (minoritaria petici¨®n y vuelta).
Plaza de Valencia, 19 de julio. Segunda corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Sali¨® el toro de casta y hubo emoci¨®n; tambi¨¦n toreo. Cuando sale el toro de casta, si hay lidiadores en el redondel, el toreo se produce fluido, porque esa es la relaci¨®n adecuada, la mixtura perfecta de cuya s¨ªntesis nace el arte de torear. Y eso es lo que ocurri¨® en Valencia. Saltaban a la arena toros encastados y hab¨ªa aguard¨¢ndoles un maestro -Luis Francisco Espl¨¢ lo anunciaban los carteles-, que daba sentido al contradictorio drama del toreo e impon¨ªa la t¨¦cnica magistral de las tauromaquias cl¨¢sicas para producir el gran espect¨¢culo de la lidia.
Con toros sin casta en la arena, con los toros aborregados habituales en la fiesta que los taurinos han puesto de moda, con la mona y con la madre que pari¨® a la mona, no hacen ninguna falta lidiadores. Pegapases bastan; virtuosos de la reolina, mani¨¢ticos del derechazo. Y triunfan, claro, puesto que el borrego, y la mona, y la madre que los pari¨® a los dos, van donde quieran los man¨ªaticos del derechazo y su versi¨®n cumbre el circular; los virtuosos de la reolina y su derivado la fregolina (no del antiguo coletudo Luis Freg; del trapo de fregar); los pegapasistas que han sabido convertir la habilidad de pegarles pases a los borregos y a las monas en un oficio de millonarios. Y cortan orejas, faltar¨ªa m¨¢s, y los contratan para las ferias, y tienen convertida la fiesta en un aburrimiento insoportable.
Con el toro de casta y el torero lidiador, en cambio, la fiesta recupera todos sus valores, que incluyen emoci¨®n y est¨¦tica, arte y dominio. Y eso es lo que hubo en Valencia, gracias a la casta de los Guardiola y a la torer¨ªa de Luis Francisco Espl¨¢. Desde el primer capotazo -cabr¨ªa decir, paralelamente, desde la primera embestida- hasta la estocada final -cabr¨ªa decir, asimismo, hasta que el toro rodaba sin puntilla- todo tuvo enorme inter¨¦s. El primer tercio, principalmente, constituy¨® un gran espect¨¢culo. No s¨®lo porque Espl¨¢ colocaba lejos a los toros para el puyazo. Poner a los toros lejos est¨¢ al alcance de cualquiera: basta llevarlos a la otra parte del redondel, y dejarlos all¨ª, a ver qu¨¦ pasa. Lo dif¨ªcil es conocer el punto exacto, de acuerdo con la bravura, las querencias los muchos o pocos pies de la fiera y su resistencia f¨ªsica tambi¨¦n.
Al cuarto lo situ¨® Espl¨¢ en el platillo y no hab¨ªa acabado de ponerlo en suerte cuando el toro se arrancaba al galope, fijo en la caballer¨ªa. El picador pic¨® con la decisi¨®n y el ajuste que caracterizaban a los antiguos varilargueros y si no llega a ser porque del brutal encontronazo se desbarat¨® el peto y se venci¨® la silla, y el jinete qued¨® ejercitando complicados equilibrios sobre el jamelgo para picar y no caer, aquel habr¨ªa sido un gran puyazo.
El tercio de banderillas que sigui¨® alcanz¨® la categor¨ªa de toreo de alta escuela. R¨¢pido, encontrando toro en cualquier terreno, variado, alegre y con inteligente aprovechamiento de las querencias, Luis Francisco Espl¨¢ hizo una aut¨¦ntica exhibici¨®n de esta suerte arriesgada y bella. La tarde era banderillera, naturalmente -se trataba de la corrida de los banderilleros, que dicen- y los otros espadas tambi¨¦n lucieron el tercio, en los primeros toros cedi¨¦ndose los palos, en los restantes sin ced¨¦rselos. Reuni¨® muy bien V¨ªctor Mendes y El Soro no tanto, aunque al sexto le prendi¨® tres fogosos pares, de atl¨¦tica preparaci¨®n y valiente ejecuci¨®n.
Las faenas de muleta se adecuaron a las cambiantes condiciones de los toros. Revoltosos y desarrollando sentido los dos de Espl¨¢ y el primero de Mendes, ambos diestros los trastearon con pinturer¨ªa y dominio. Mendes no pudo con la casta del quinto y le dio muchos pases acelerados. Al Soro le correspondi¨® el mejor lote y lo tore¨® a la moderna usanza -mucho pico, mano alta-, con una propina de rodillazos y pases mirando al tendido, que enardecieron al sorismo militante. S¨®lo al sorismo militante. Porque el resto de la afici¨®n hab¨ªa disfrutado con la lidia magistral del toro de casta, y no necesitaba para nada tanta bulla.
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