Teolog¨ªa para una cumbre
El articulista expone una serie de reflexiones sobre las distintas realidades sociales, econ¨®micos y pol¨ªticas de los pa¨ªses latinoamericanos cuyos l¨ªderes se van a reunir en Madrid. A su juicio, ser¨¢ necesario escuchar a las mayor¨ªas populares, a los desheredados, para que el encuentro no se convierta en agua de borrajas.
En los ¨²ltimos a?os, he tenido la oportunidad de conocer ese conjunto de pa¨ªses que solemos llamar "iberoamericanos", f¨®rmula ex colonial donde la haya. Durante mis estancias en ellos, tambi¨¦n he conocido tanto a representantes de la "democracia clamorosa" (el poder que habla) como a esos otros representantes de la "democracia silenciosa" (el pueblo que calla). La verdad es que escuchar al poder hablante y al pueblo silente me ha llevado al ¨²ltimo de los conocimientos: el de las tan manidas "mayor¨ªas silenciosas" o "mayor¨ªas populares", tan a menudo citadas por los mejores textos de la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n, como por muchos otros de inspiraci¨®n marxiana. La experiencia de escuchar la voz de los sin voz pero en directo, y sin tergiversantes traducciones, te plantea tales cuestiones de fondo, que llegas a poner en tela de juicio tanto la rotundidad de conceptos como "democracia" cuanto conceptos como "teolog¨ªa".Al retorno de una larga estancia en El Salvador, Nicaragua y Cuba encuentro entre la multitud de papeles una llamativa convocatoria para un congreso sobre la actual situaci¨®n de la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n, que sucede a otro celebrado hace 20 a?os. A la vez, la prensa est¨¢ explosionada de la galopante crisis espa?ola, de la aparici¨®n de ese at¨ªpico tercer candidato en las elecciones norteamericanas, y, en fin, de los problemas que suscita la pr¨®xima Cumbre Iberoamericana. No he podido asistir a ese congreso. Pero el conjunto de los ponentes me eran conocidos, con especial relevancia en el caso de los ya maestros Sobrino, Libanio y Gorostiaga, que trabajan, repectivamente, en tierras salvadore?as, brasileiras y nicarag¨¹enses.
Mayor¨ªas populares
Eso que llamamos Iberoam¨¦rica atraviesa un momento de tal gravedad que, si no encontramos alguna alternativa a las soluciones dadas desde aqu¨ª, hasta el hoy y ahora m¨¢s acuciantes, se vendr¨¢ abajo de forma paulatina, estrepitosa y, muy probablemente, cuasi irrecuperable. Nuestros pol¨ªticos europeos, apoyados por los norteamericanos, vienen exigiendo la aplicaci¨®n de f¨®rmulas neoliberales seg¨²n los esquemas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Dos instituciones tan solventes como poco propensas a cualquier matiz de ¨ªndole hist¨®rico/ sociol¨®gica. "El poder que habla" en aquellos lares no tiene m¨¢s remedio que tragarse tales f¨®rmulas, so pena de que se le abandone a su peor suerte. Por ello mismo, en alg¨²n caso, la inflaci¨®n remite, determinadas exportaciones aumentan, y los amos del mundo sonr¨ªen contentos del ¨¦xito de sus f¨®rmulas. Pero resulta, y de esto hablamos mucho menos, que "el poder que calla", es decir, las "mayor¨ªas populares" disminuyen su poder adquisitivo, aumenta la mortalidad infantil y senil, el desempleo se disloca, la desesperaci¨®n cunde, y entonces esa buena gente se pregunta qu¨¦ sucede para que, intentando arreglarles los problemas, se hundan cada d¨ªa m¨¢s en la miseria, so palabras misteriosamente grandilocuentes de "optimista futuro", "mejor calidad de vida en su momento", "adquisici¨®n del necesario equilibrio socioecon¨®mico" y gracias semejantes.
Metido en el magma de esa gente, uno comprende que los peruanos apoyen al autogolpista Fujimori, que los venezolanos quieran quitarse de encima a nuestro sempiterno amigo Andr¨¦s P¨¦rez, que en Bolivia un d¨ªa y otro se hable de golpe, que Brasil padezca las peores barbaridades de una sociedad te¨®ricamente organizada, que nadie quiera hablar de eliminar los campos de coca, que los asesinos de anta?o sean intocables en beneficio de la estabilidad pretendida (Argentina y Chile, por ejemplo), y hasta, en el colmo de la paradoja, que el presidente Castro se permita varapalos sobre tal sistema formulario que tales males produce.
Despu¨¦s de mis ¨²ltimas experiencias, jam¨¢s volver¨¦ a sonre¨ªr ante las situaciones nacionales, espejo en que el FMI y el BM debieran contemplar su estrepitoso fracaso economicista, por carecer del m¨¢s elemental talante hist¨®rico/ sociol¨®gico.
Desde esta precisa ¨®ptica, en absoluto inventada, me pregunto si alg¨²n importante pol¨ªtico espa?ol, sobre todo de los relacionados con el universo titulado iberoamericano, ha participado en el citado congreso sobre la situaci¨®n actual de la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n en relaci¨®n con el cambio social en esa zona del planeta. Tengo la convicci¨®n, dados los ponentes, de que en el citado congreso se habr¨¢n pronunciado palabras complementarias a las f¨®rmulas economicista al uso, referentes a la crisis iberoamericana pero desde el sufrimiento de las "mayor¨ªas populares", de ese pueblo que calla, de ese poder disminuido. Y esas palabras son tan reciamente pol¨ªticas como las de cualquier l¨ªder o experto. No en vano, por ejemplo, Norteam¨¦rica est¨¢ expansionando un sinn¨²mero de sectas de orientaci¨®n espiritualista para contener el pensamiento liberacionista de una teolog¨ªa que, en lenguaje ya anciano de Metz, es inevitablemente pol¨ªtica. Es decir, tiene algo que decir respecto de la situaci¨®n de la "polis", de la ciudad, del Estado. Simplifiquemos, de la gente harapienta y del campesinado abandonado.
La Cumbre Iberoamericana me huele muy mal, pero que muy mal. Es capaz de incluir esta voz de los sin voz, o nuevamente ser¨¢ v¨ªctima, aunque no lo pretenda, de f¨®rmulas fallidas en su misma gestaci¨®n. Espa?a har¨ªa bien en hacer suyo el discurso de fondo "liberacionista". Porque, hablando con personajes del "poder que habla" en Iberoam¨¦rica, me ha sorprendido cu¨¢ntos de ellos son perfectamente conscientes de que seguir haciendo caso a los formularios planteados conduce a tragedias nacionales, mientras que sienten la necesidad de comenzar a tener muy en cuenta a las "mayor¨ªas populares". So pena de que las explosiones populares avancen, y los a?os noventa se conviertan en una d¨¦cada nuevamente revolucionaria. M¨¢s radical que las anteriores. No debieran equivocarse nuestros pol¨ªticos en la cumbre: en este instante, lo que necesitan escuchar los l¨ªderes iberoamericanos son palabras de fortaleza para emprender acciones que obliguen a los omnipotentes a dudar de su omnipotencia. En otras palabras, animarles, adem¨¢s de las consabidas f¨®rmulas, a emprender medidas de legislaci¨®n socio/econ¨®mica que promuevan la solidaridad y la esperanza con los marginados y siempre perdedores.
Con estos pensamientos anda uno estos d¨ªas previos a esta cumbre, que desear¨ªa, como dije, algo m¨¢s renditicia para Iberoam¨¦rica que la de Guadalajara.. Por una vez, ser¨ªa hasta bonito culturalmente que la "teolog¨ªa" acudiera en socorro de la "democracia", demostrando, en la l¨ªnea de los Sobrino, Libanio, Gorostiaga, pero tambi¨¦n de Cansald¨¢lida, de Guti¨¦rrez, de Boff, y en Espa?a, de un Gonz¨¢lez Faus, de un Tamayo, de un Lois, de un Alegre, entre otros muchos, que Dios resulta muy peligroso para el poderoso que pierde los estribos y machaca ilusamente al pueblo. Supongo que alg¨²n lector bien anticlerical al uso, bien neoconservador en superuso, arg¨¹ir¨¢ que la teolog¨ªa est¨¢ para otras cosas y que todo este planteamiento es meterse en cuestiones "terrenas". Creo que es llegada la hora de afirmar sin pudor alguno que la mejor teolog¨ªa es aqu¨¦lla que en tanta profundidad penetra el misterio del hombre que, desde ese mismo misterio, tantas veces de dolor e injusticia, es capaz de comprender el misterio de Dios. Ser¨¢ invertir el proceso. Pero lo contrario nos ha demostrado que hace inoperante a Dios y, como resultante, acaba sirviendo para humillar todav¨ªa m¨¢s al hombre. Dej¨¦monos de discursos falaces en tales cuestiones, y admitamos que, inclusive mucha progres¨ªa, tiene aut¨¦ntico miedo a permitir tales sones teol¨®gicos.
Despu¨¦s de esto, el lector comprender¨¢ que espere con inter¨¦s la materia de los debates de la Cumbre Iberoamericana y, por supuesto, la orientaci¨®n que nuestros pol¨ªticos espa?oles adoptan en ella. Ojal¨¢, en Madrid no se acabe sirviendo a intereses esp¨²reos, se consolide la unidad de acci¨®n frente a los aut¨¦nticos desestabilizadores de tantos procesos nacionales, y, en fin, nuestro presidente, y, si necesario fuere, nuestro Rey, tengan palabras nuevas para esperanzas viejas. El tiempo nos lo dir¨¢.
es jesuita y periodista.
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