La muerte de Jes¨²s Ib¨¢?ez
Jes¨²s Ib¨¢?ez ha ido a morir a Francia. Algo alejado de todos los amigos que le hemos querido y admirado, pero cerca del grupo de sus m¨¢s directos colegas y maestros, Sartre, Foucault, Lacan, Serres, Baudrillard, Bourdieu, Simondon... a los que supo integrar, reinterpretar y trascender en un m¨¢s all¨¢ del pensamiento. M¨¢s all¨¢ de la sociolog¨ªa fue el t¨ªtulo del primer libro que public¨® Ib¨¢?ez en Siglo XXI. Tendr¨ªa por aquel entonces unos cincuenta a?os y el texto hab¨ªa servido en casi su totalidad para la tesis doctoral. Jes¨²s Ib¨¢?ez, en los a?os setenta, no era a¨²n famoso en el mundo de la Academia, por el que siempre manifest¨® un fustigante repudio, sino entre los profesionales de la publicidad. Y all¨ª era doblemente famoso: lo era porque sus estudios de mercado para las agencias denotaban una percepci¨®n extraordinaria y, lo era tambi¨¦n, porque sus conocimientos y su fortaleza intelectual siempre subversivadesbordaba los territorios de cualquier especialidad. Se hizo doctor en Sociolog¨ªa primero y, catedr¨¢tico unos a?os m¨¢s tarde. Estudiando en el comedor, tumbado sobre la alfombra, comiendo chorizo, por las noches. Hu¨ªa de un mundo demasiado capitalista como es el de los negocios, pero sab¨ªa, de antemano tambi¨¦n, que el mundo de la Universidad tampoco le resultar¨ªa del todo confortable. Lo sab¨ªa e hizo, sin embargo, el esfuerzo para lograr una c¨¢tedra que conquist¨® a trav¨¦s de una Memoria -publicada con el t¨ªtulo Del algoritmo al sujeto- en la que pon¨ªa de vuelta y media a los tribunales, los catedr¨¢ticos, las c¨¢tedras y el procedimiento para acceder a esa clase de poder. Todo ello con un repertorio de ingenios, juego y humor que convertir¨¢n el texto en una perdurable referencia.De hecho, la pugna de Ib¨¢?ez contra el poder no paraba nunca. Y, m¨¢s que eso: su facilidad para descomponer los mecanismos de dominaci¨®n ignoraba el descanso. No podr¨ªa decirse si fue su experiencia publicitaria la que aviv¨® su ojo para examinar los microsistemas de control o fueron sus dotes para percibir los resortes de la coerci¨®n y del deseo las que le hicieron tan sabio.
Su modelo intelectual le convert¨ªa en un desbaratador de los complots diarios, pol¨ªticos o de cualquier tipo, que reducen la libertad de los hombres. Era, en este sentido, un impertinente vig¨ªa de la libertad. Anticapitalista, antipactista, antimilitarista, antipsoe. Combat¨ªa todo aquello que estimaba opresor; pero tambi¨¦n, temperalmentalmente, contra todo aquello que consideraba mixto y mediocre. Probablemente fue su pasi¨®n por difundir una visi¨®n cr¨ªtica lo que le condujo tanto al ejercicio de la ense?anza como a la pr¨¢ctica regular del periodismo. Los lectores siempre quedaron estimulados. Sus alumnos, matriculados o no, le hemos amado tanto como hemos disfrutado de sus juegos con el conoc¨ªmiento. En concreto, sus textos y discursos en los que mezclaba, a veces, la filosof¨ªa, el psicoan¨¢lisis, la historia, las matem¨¢ticas, la pol¨ªtica o la literatura, fueron deslumbradores.
Tan seductores e irrepetibles como la misma poes¨ªa de la que Ib¨¢?ez participaba radicalmente. Su muerte, en un mes como ¨¦ste, soez y traidor, representa la muerte de un ejemplar ¨²nico. Generoso hasta la extenuaci¨®n, intelectual y creador neto como apenas quedan alrededor, su p¨¦rdida multiplica tanto el valor de sus aportaciones como aumenta sin c¨¢lculo la soledad de quienes lo recordamos.
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