'Casablanca' en Sarajevo
Enemigos musulmanes, croatas y serbios se toman un caf¨¦ en el hotel Delminium antes y despu¨¦s de combatir
S¨®lo hay un camino por tierra para escapar de Sarajevo. Corre hacia el oeste, a trav¨¦s del barrio de Stup, en direcci¨®n a Ilizda y -m¨¢s all¨¢ de las monta?as de Bosnia- hacia el mar. En medio de Stup, un territorio milagrosamente preservado, se levanta el hotel Delminium, una especie de Casablanca, donde croatas, serbios y musulmanes se toman un caf¨¦ o una copa antes y despu¨¦s de cada batalla. Aunque no hay piano ni una Ingrid Bergman que diga: "Tocal¨¢ otra vez, Sam".
En los pocos hoteles que sobreviven en el centro de la ciudad escasea hasta el caf¨¦. No ocurre lo mismo en la pensi¨®n-restaurante Delminium, en el barrio de Stup, un vecindario rico, de propietarios rurales. Los serbios apostados en sus casamatas en Railovacid, a dos kil¨®metros del hotel, mantienen una l¨ªnea abierta con el lado croata, a doscientos metros del Delminium.Cuando alguien quiere atravesar las l¨ªneas, se llaman por tel¨¦fono, env¨ªan un coche blanco y con ese escudo es posible llegar al lado controlado por los croatas. Es el primer cintur¨®n defensivo de Sarajevo. En el segundo, a unos dos kil¨®metros, est¨¢n las fuerzas bosnias.
Mirko Curcic naci¨® all¨ª hace 35 a?os. Es croata, tiene el pelo negro y cuerpo de culturista. En 1979 abri¨® en Stup el restaurante Delminium y en 1984, aprovechando el reclamo de los Juegos Ol¨ªmpicos, lo ampli¨® a pensi¨®n. Hace un a?o, cuando nadie pensaba que el pa¨ªs iba a perecer bajo las bombas, quiso ampliar el local y convertirlo en hotel. Ahora, el edificio es un curioso engendro, con paredes de ladrillo clamando al cielo y techos artesonados sobre una mesa de billar y un retrato de Tito vestido de mariscal de campo.
Stup es tierra de nadie, respetada por todas las partes gracias a un pacto no escrito. Y el hotel Delminium, un negocio familiar, es una especie de Casablanca, donde los amigos enfrentados se re¨²nen, recuerdan cuando no ten¨ªan que dirimir las diferencias pol¨ªticas de sus dirigentes a tiros y se toman un caf¨¦ o una copa antes de volver a su trinchera. "La Conferencia de Londres hubiera tenido m¨¢s ¨¦xito aqu¨ª", sugiere Mirko bajo un enorme retrato de su abuelo, que parece un sosias de Gramsci.
Un combatiente serbio, un aut¨¦ntico chetnik, se cita en el hotel con su novia bosnia, que resiste el bombardeo en Sarajevo. Bato, un soldado serbio apostado en,las casamatas de Railovac que sitian la ciudad, llega a media ma?ana vestido de paisano y se sienta a la misma mesa que un croata y dos musulmanes. 'Tengo a tomar caf¨¦ y a ver a mis amigos", dice, pero pide discreci¨®n."Mi vida est¨¢ en peligro", susurra, y no se refiere al guerrillero croata que al lado abandona el ba?o con una ametralladora en la mano.
Citas concertadas
El hotel tambi¨¦n sirve de lugar de encuentro para la entrega de mercanc¨ªas, residencia de refugiados y centro de informaci¨®n agropecuaria. Desde Sarajevo se conciertan citas con amigos o conocidos de lugares como, Kiseljak, una ciudad a menos de 30 kil¨®metros, bajo control croata, bien provista y que vive de espaldas a la guerra, y en el hotel se produce la entrega de ropa y comida. Hace veinte d¨ªas que los serbios cortaron el flujo, pero todos confian en que la prohibici¨®n sea s¨®lo temporal.
Mirko vive con el miedo a que el milagro se apague de repente. "Los serbios rodean Stup desde las orillas de los r¨ªos Miljacka y Bosna, y podr¨ªan tomar el barrio si quisieran. Pero de momento parecen interesados en mantener abierta esta v¨ªa de contacto".
Mirko tiene una opini¨®n muy n¨ªtida de lo que ocurre. "Los chetniks serbios exportaron la guerra aqu¨ª. Serbios, croatas y musulmanes conviv¨ªan en este pa¨ªs sin problemas desde hace a?os. Mi amigo Milorad, un serbio, viv¨ªa en Stup, pero se fue a Belgrado con su familia porque no pod¨ªa soportar ver a sus amigos luchando, y no quer¨ªa tener que disparar contra ellos. Para m¨ª tambi¨¦n es dif¨ªcil vivir aqu¨ª, pero es mucho peor para los habitantes de Sarajevo. Los serbios no quieren tomar la ciudad, s¨®lo reducirla a cenizas. Esta es la guerra m¨¢s sucia que ha habido nunca", remacha Mirko Mientras la radio del hotel esparce una rom¨¢ntica canci¨®n italiana y a lo lejos se escuchan sordos estampidos.
All¨ª, en Sarajevo las facciones que luchan por el control de la ciudad han prestado poca atenci¨®n a las noticias procedentes de Londres. A ninguno de ellos parece importarle lo que dice la radio. La respuesta a los posibles acuerdos alcanzados en la Conferencia de paz no se ha hecho esperar. Mientras que en Londres se hablaba de esperanza, en Sarajevo, la capital de Bosnia-Herzegovina, se vivieron ayer, una vez m¨¢s, violentos duelos artilleros.
Las explosiones han vuelto a escucharse muy cerca de la sede del cuartel de los cascos azules. El edificio de la presidencia tambi¨¦n se convirti¨® ayer en blanco de la artiller¨ªa serbia. En menos de una hora cayeron quince proyectiles.
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