Reflexiones sobre la privatizaci¨®n
El autor sale al paso de la discusi¨®n sobre la conveniencia o no de que existan empresas p¨²blicas en Espa?a y de su posible privatizaci¨®n. Su postura es claramente contraria y la apoya en distintos argumentos. Principalmente, sostiene que si se vende la empresa p¨²blica dejar¨¢ de existir la empresa en Espa?a.
Desde ciertas posiciones, sin duda, las m¨¢s extremas entre los cr¨ªticos de la empresa p¨²blica, ¨¦sta y el libre mercado son vistos como t¨¦rminos incompatibles. Otros, m¨¢s moderados y tambi¨¦n m¨¢s numerosos, quieren dejar de lado las posturas m¨¢s ideologizadas y buscan argumentos en un supuesto plus de eficiencia econ¨®mica inherente a la empresa privada. Por fin otros, preocupados por la dif¨ªcil coyuntura econ¨®mica, creen que la enajenaci¨®n de empresas p¨²blicas ser¨ªa un buen remedio al problema del d¨¦ficit p¨²blico.Por mi parte, querr¨ªa poner en consideraci¨®n algunas reflexiones. La empresa p¨²blica lo es en cuanto que est¨¢ participada en su capital por el Estado, pero se distingue claramente de la Administraci¨®n P¨²blica por su condici¨®n misma de empresa. A partir de esa premisa es dif¨ªcil establecer caracter¨ªsticas generales.
Pasando por alto argumentaciones te¨®ricas acerca de la bondad o maldad intr¨ªnseca de la participaci¨®n estatal en las empresas, el hecho es que se ha dado en la pr¨¢ctica totalidad de los pa¨ªses europeos occidentales. De manera que en el conjunto de los pa¨ªses de la CE y atendiendo a su peso en cuanto a empleo, producci¨®n e inversiones, la empresa p¨²blica representa algo m¨¢s del 12,5% de la actividad econ¨®mica total, despu¨¦s de haber vivido un importante proceso de privatizaci¨®n, con especial peso en el Reino Unido.
Este movimiento privatizador se ha ralentizado progresivamente, y se ha visto acompa?ado en el ¨²ltimo lustro por otras tendencias: adaptaci¨®n paulatina de su status jur¨ªdico al derecho mercantil; extensi¨®n de los criterios de autonom¨ªa, productividad y rentabilidad en la gesti¨®n, e impulso a la proyecci¨®n exterior y a la cooperaci¨®n con el sector empresarial privado.
Respecto a los procesos privatizadores, encontramos interpretaciones diversas. En sentido estricto, la privatizaci¨®n no es sino la venta de los activos del sector p¨²blico al privado, con todo lo que este cambio de titularidad puede conllevar. Pero tambi¨¦n suele asociarse a esta corriente el ¨¦nfasis en la desregulaci¨®n de mercados monopol¨ªsticos o con situaciones de privilegio, as¨ª como la preferencia por la contrataci¨®n de servicios p¨²blicos al sector privado. La desregulaci¨®n de los mercados y la adaptaci¨®n de las empresas p¨²blicas al derecho privado son procesos que se est¨¢n dando de hecho en tanto que armonizamos nuestro ordenamiento a las disposiciones comunitarias.
Dejando de lado las argumentaciones de car¨¢cter puramente ideol¨®gico, podemos deslindar claramente aquellos razonamientos basados en beneficios para la vida de la propia empresa de aqu¨¦llos que atienden a criterios ajenos. Este ¨²ltimo caso se concreta en la actualidad en la propuesta de venta de activos p¨²blicos para financiar el d¨¦ficit p¨²blico. La conclusi¨®n acerca de si la medida ser¨ªa o no efectiva requiere, ante todo, un ejercicio aritm¨¦tico o contable que obtenga el saldo entre los ingresos percibidos por la venta y la actualizaci¨®n de los ingresos derivados de los resultados de ese activo si no se vendiera. En el caso de que lo que se venda sea un activo deficitario el saldo ser¨¢ obviamente positivo siempre que exista alguien que compre con garant¨ªas de no devoluci¨®n y que no exija saneamiento previo o ¨¦ste no sobrepase el adecuado.
?Qu¨¦ hay que vender?
En definitiva, para valorar correctamente la operaci¨®n hay que contar, adem¨¢s de con la relaci¨®n entre el ingreso por la venta y su rentabilidad futura perdida, con su efecto sobre la rentabilidad de activos no vendidos. Y por supuesto, comparar no s¨®lo el binomio coste del capital-dividendo, sino tambi¨¦n su conexi¨®n con la totalidad de la retribuci¨®n que se percibe; es decir, con el beneficio total compuesto por ese rendimiento y el beneficio no distribuido que aumenta el valor patrimonial. La elecci¨®n de activos privatizables es, sin duda, el elemento central de la discusi¨®n, y un error en esta elecci¨®n pudiera ser tr¨¢gico para el propio d¨¦ficit futuro. Por otra parte, los efectos negativos ser¨¢n evidentes si se vende el activo rentable y se mantiene el deficitario.
Si nos atenemos ahora a las posturas favorables a la privatizaci¨®n de las empresas p¨²blicas en raz¨®n de su baja eficiencia comparativa, tenemos que afirmar con rotundidad que cuando en la empresa p¨²blica se aplican criterios estrictos de gesti¨®n empresarial, como ocurre salvo justificadas excepciones, los resultados siguen la misma orientaci¨®n que el resto de las empresas del sector en el que opera; en unos casos son mejores y en otros peores, pero siempre a causa de factores ajenos a la titularidad.
En alguna ocasi¨®n se ha criticado a la empresa p¨²blica, afirmando que desarrolla "s¨®lo un programa de estrategia empresarial y no un dise?o de pol¨ªtica industrial". Este ataque puede ser considerado una alabanza. En cualquier caso, no se puede exigir a un tiempo m¨¢xima rentabilidad y bienes sociales gratuitos, so pena de caer en una grave contradicci¨®n.
La privatizaci¨®n no es una receta universal para mejorar la eficacia, y no resulta adecuada si se pretende aplicar a un grupo como Teneo -recientemente creado por el INI con aquellas empresas gestionadas con criterios estrictamente empresariales- sin considerar el objetivo fundamental con el que nace: asegurar una presencia estable de la empresa espa?ola en el mercado-europeo y mundial en el dif¨ªcil y competitivo horizonte a largo plazo de la econom¨ªa internacional. No quiere esto decir que la titularidad de estas empresas no pueda nunca variar en su composici¨®n: nada m¨¢s lejos de nuestra posici¨®n. La existencia de distintas bases accionariales otorga valor a?adido a la mayor¨ªa de los proyectos empresariales. No hablamos tampoco de mantenimiento a ultranza de la mayor¨ªa del capital en manos p¨²blicas. Lo que s¨ª debe quedar claro es que una mayor¨ªa de capital privado en una empresa no garantiza per se su rentabilidad, al igual que no existe relaci¨®n directa alguna entre lo p¨²blico y lo deficitario (recordemos que en la mayor parte de los casos, las empresas p¨²blicas industriales pasaron a depender del Estado como fruto del fracaso del sector privado en su gesti¨®n).
Si una de las causas de la existencia de la empresa p¨²blica es que no ha habido acumulaci¨®n de capital privado industrial en Espa?a, no parece previsible -y a los hechos me remito- que ello pueda variar sustancialmente en un pr¨®ximo futuro. Frecuentemente se observa c¨®mo corporaciones que nacen en principio con esp¨ªritu de estabilidad, o desaparecen o son enajenadas, previa segregaci¨®n y divisi¨®n, a capitales extranjeros.
Un gran grupo espa?ol
Cuando se habla de que la empresa p¨²blica -o fuertemente participada por el sector p¨²blico- de saparecer¨¢ de nuestro pa¨ªs en 10 a?os, creo que se incurre en un error conceptual: si desaparece la empresa p¨²blica, lo que habr¨¢ desaparecido ser¨¢ la empresa espa?ola, al menos la gran empresa, y ser¨¢ un eufemismo hablar de p¨²blica o privada. Esto introduce un elemento a tener en cuenta en el an¨¢lisis efectuado: la existencia de capitales extranjeros, v¨ªa multinacionales, que se introducen en el mercado espa?ol a trav¨¦s de la compra de empresas, bien para copar esos mercados, bien para, en el mejor de los casos, potenciar o al menos mantener el tejido industrial existente. Este hecho es contemplado por algunos no s¨®lo con indiferencia, sino como algo deseable: si no hay fronteras da igual que la propiedad est¨¦ en manos nacionales o extranjeras. Es indudable que para m¨ª no es as¨ª.
Se presentan as¨ª dos alternativas a nuestro futuro industrial: o no habr¨¢ grandes grupos industriales o si existen estar¨¢n en manos de intereses extranjeros. Sin tratar de poner puertas al campo, y tratando de huir de apriorismos injustos o maximalistas, tenemos ejemplos recientes de la forma de actuar de las multinacionales, que cuando la situaci¨®n se deteriora, con toda l¨®gica empresarial y econ¨®mica, tratan en primer lugar de mantener su estructura y empleo en el pa¨ªs de origen. En cualquier caso, existe un efecto sede, en el sentido de que la matriz siempre localiza en su propio pa¨ªs las actividades de mayor valor a?adido: I+D, dise?o, pol¨ªtica comercial...
La existencia de la empresa p¨²blica est¨¢ justificada tanto por su propio origen hist¨®rico, como impulsora de actividad econ¨®mica, como por su legitimidad actual en tanto que empresa, p¨²blica o privada, amparada en la legislaci¨®n espa?ola y comunitaria. Las ineficiencias derivadas de su tama?o se ven compensadas por las sinergias derivadas en multitud de temas. En cuanto a una supuesta asignaci¨®n ineficiente de recursos, se ve claramente negada con la mejor prueba que pueda darse, cual es la cotizaci¨®n de aquellas empresas p¨²blicas que operan en Bolsa en comparaci¨®n con las privadas de su sector.
Por contra, la empresa p¨²blica se ha visto en algunos casos discriminada respecto a la privada por un exceso de celo en el empe?o por exigir la aplicaci¨®n de criterios de rentabilidad. As¨ª ocurre con la regulaci¨®n comunitaria, que niega a la empresa p¨²blica la presunci¨®n de inocencia y la obliga a una transparencia de actuaci¨®n que pocas empresas privadas alcanzan.
Tambi¨¦n se duda desde determinadas posiciones sobre la sensibilidad de trabajadores y gestores de las empresas p¨²blicas hacia la rentabilidad. Sin embargo, la diferencia en materia de relaciones laborales entre empresas p¨²blicas y privadas, por lo general, est¨¢ sin duda m¨¢s basada en cuestiones de tama?o empresarial y del sector de actividad.
En cuanto a los gestores, hay un punto al que no quiero dejar de referirme. Hay quien mantiene que los empresarios p¨²blicos no pueden ser retribuidos al mismo nivel que los privados en tanto en cuanto han sido elegidos arbitrariamente, mientras que ¨¦stos ¨²ltimos han alcanzado puestos de responsabilidad en funci¨®n de sus carreras, lo que les hace autom¨¢ticamente mejores. Como valor de separaci¨®n entre torpes y eficaces, el criterio de la remuneraci¨®n nos parece m¨¢s que dudoso, aunque probablemente refleje la propia concepci¨®n de quien as¨ª lo cree.
es vicepresidente del INI y de Teneo.
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