Sautet recrea el mundo rom¨¢ntico en 'Un coraz¨®n en invierno'
La muestra celebra su 60? aniversario con una retrospectiva de 1932
Hace ahora 60 a?os, Benito Mussolini hizo construir un Palazzo del Cinema en el Lido de Venecia. En 1932, en aquella primera Mostra, Greta Garbo inund¨® con su melanc¨®lica mirada los pasillos del Gran hotel, y aqu¨ª cerca, al otro lado del mar, en las mismas monta?as donde ahora sus habitantes se matan en lo que un d¨ªa se llam¨® Yugoslavia, renaci¨® el mito rom¨¢ntico, y por ello cruel, de Frankenstein. La francesa Emmanuelle Beart no es Greta Garbo, pero en Un coraz¨®n en invierno, basada en la obra de otro monstruo rom¨¢ntico y cruel, el ruso Lermontov, se le acerca.
Un coraz¨®n en invierno est¨¢ escrita y dirigida por un singular director franc¨¦s al que pocos conocen, porque no es de los que se prodigan. Se llama Claude Sautet y cuida meticulosamente sus escasas pel¨ªculas. ?sta, por ejemplo, le ha costado cuatro a?os de preparaci¨®n. Cogi¨® un d¨ªa uno de los libros m¨¢s hermosos escritos en el siglo XIX, Un h¨¦roe de nuestro tiempo de Lermontov, y se lo reley¨® por en¨¦sima vez. Y algo se movi¨® en su imaginaci¨®n.Le conmovi¨® uno de sus relatos, aqu¨¦l que cuenta la historia de un oficial de la aristrocacia zarista que se finge enamorado para enamorar a la novia de un compa?ero de cuerpo, tan s¨®lo para, cuando ella se le entrega apasionadamente, rechazarla con bestial indiferencia: "Yo a ti no te amo". ?C¨®mo llevar a la pantalla, tra¨ªda a nuestros d¨ªas, esta rara y, al mismo tiempo delicada, brutal historia? Claude Sautet trabaj¨® en el guion hasta la extenuaci¨®n. Mim¨® cada escena, cada rasgo de cada personaje, la zona abismal de la crueldad del protagonista y, sobre todo, el desarrollo de la pasi¨®n y la herida que la agresi¨®n provoca en el comportamiento de una mujer joven, bella e inteligente, v¨ªctima de una estratagema del comportamiento que acerca al escritor ruso a las zonas m¨¢s esquinadas de la escritura del absurdo. Sautet intuy¨® lo que Lermontov tiene de adelantado a su tiempo y extrajo de aquella vieja historia de amor rom¨¢ntico una de las pel¨ªculas m¨¢s de hoy que puedan imaginarse.
En ella se enfrentan dos rostros que por s¨ª solos crean cine de primera magnitud: Daniel Auteil y Emmanuelle Beart. Casi no necesitan di¨¢logos; les basta para transmitir el crecimiento de sus tortuosas emociones complementarias y el silencio de sus miradas. Filme de estirpe cl¨¢sica, est¨¢ inundado pro un ritmo interior de alta precisi¨®n: calma en la exterioridad de la imagen y borrascosa en sus casi invisibles laberintos y recovecos ocultos.
La tragedia africana
Cine, almismo tiempo, f¨¢cil de ver y dif¨ªcil de capturar en su integridad, pues algo siempre se nos escurre en los ojos de la fluidez d¨¦ sus im¨¢genes. Una peque?a obra de gran altura, que encumbra a una de las actrices m¨¢s bellas del cine europeo, esta inolvidable Emmanuelle Beart capaz -como las grandes de su oficio- de asumir sin coartadas esc¨¦pticas la vieja e incombustible imagen de la pasi¨®n, del enamoramiento absoluto, sin barreras de contenci¨®n; y el derrumbe al final de este enamoramiento: el dolor, igualmente en estado pleno, que genera el amor. Complet¨® la buena jornada de ayer una pel¨ªcula senegalesa de Ousmane Sembene titulada Gwelvaar. Sembene es un veterano cineasta hecho en Francia y convertido en uno de los grandes visionarios de la tragedia de ?frica contempor¨¢nea. Hace cuatro a?os, con su excelente Campo de Thiaroye -por supuesto, desconocida en Espa?a- gan¨® aqui mismo el Gran Premio Especial del Jurado, desbancando a Paisaje en la niebla de Theo Angelopouolos. No caben patemalismos con su cine tercermundista. Es un trabajo serio, solvente, de alt¨ªsima profesionalidad que nos proporciona una visi¨®n dolorida de su pa¨ªs.Y la Mostra sigue, un poco apagada, con sensaci¨®n de islote. Por dentro, refriegas intestinas entre sus dirigentes, con ecos bastante mezquinos en la prensa italiana: una vez m¨¢s, la vieja y provinciana historia de la lucha por el poder en el interior de la Bienal de Venecia. Y por fuera, la inquietante cercan¨ªa de otra lucha, no ya mezquina sino salvaje, al otro lado del mar, casi a tiro de ob¨²s. En la lujosa terraza del hotel Excelsior, anoche, pudieron verse detr¨¢s de los lejanos bosques y ca?averales del norte de las lagunas del Veneto los resplandores de una alegre fiesta de fuegos artificiales.
"?Qu¨¦ ocurre ah¨ª?", pregunt¨® una muchacha desvestida con car¨ªsimas transparencias de seda y pinta de starlette. "Sarajevo, se?ora", contest¨® con endiablada sonrisa un camarero que no apartaba los ojos de sus tetas con andamio de silicona. La aspirante a estrella no lee peri¨®dicos:
?D¨®nde est¨¢ Sarajevo?, ?En Venecia? El camarero, con involuntaria lucidez, sigui¨® su broma: "S¨ª, se?ora".
Babelia
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