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Sea cual sea el resultado del refer¨¦ndum, nunca las cosas ser¨¢n como antes en Bruselas. ?sta es la conclusi¨®n que deducen medios pr¨®ximos al propio presidente de la Comisi¨®n, Jacques Delors. Al aceler¨®n que significa Maastricht, destinado a dar alternativa a Europa tras el hundimiento del comunismo y la desaparici¨®n del mundo bipolar, le seguir¨¢ un frenazo de cierta brusquedad. Delors desea entrar en una de sus pocas asignaturas pendientes.Se trata de la reforma de la Administraci¨®n, destinada a obtener mejores resultados de gesti¨®n con menos y mejor personal y con m¨¦todos de trabajo m¨¢s eficaces y modernos. Esto puede afectar muy seriamente las cuotas de funcionarios y de poderes tal como se hallan actualmente distribuidas por acuerdos expl¨ªcitos o por consensos impl¨ªcitos entre los 12 socios o a veces entre las personas m¨¢s influyentes de los distintos organismos comunitarios. Las funciones y distribuci¨®n de tareas entre los 17 comisarios es uno de los temas m¨¢s delicados en el que Delors desea entrar a fondo una vez resuelto el dilema franc¨¦s sobre Maastricht. Nadie esconde en Bruselas que s¨®lo una parte de la Comisi¨®n realiza un trabajo eficaz y equivalente a lo que debiera ser una especie de consejo de ministros de Europa.

El ambiguo principio de subsidiariedad enunciado en el Tratado de Maastricht estar¨¢ destinado a convertirse en la piedra filosofal de la nueva etapa y de la propia reforma de la gesti¨®n comunitaria.