Bigas Luna y su 'Jam¨®n, jam¨®n' provocan una intensa divisi¨®n de opiniones
La Mostra dormitaba en la tranquilidad de los justos y de los tontos. Desde hac¨ªa unos d¨ªas desfilaban en orden de funeral pel¨ªculas con tristeza completamente alemana, filmes de amapola y Valium, tilas cinematogr¨¢ficas y sonoros bostezos en off, acordes con la calma chicha de este viejo balneario sin bulla ni pelea. Y en esto lleg¨® Bigas Luna y Jam¨®n, jam¨®n y se alborot¨® el gallinero anestesiado. Se hab¨ªa colado de rond¨®n en el Lido una aut¨¦ntica zorra, la pura zorrer¨ªa en su triple sentido ib¨¦rico de astucia, de puter¨ªo y de vida, p¨ªcara, zorruna.
ENVIADO ESPECIALLa Mostra despert¨® ayer con aires de pasodoble torero y olor a aceite, a ajo y a perfume espeso de burdel arriero. Y hubo aut¨¦ntica bronca: desde el aplauso encrespado hasta el abucheo; desde el pateo al ol¨¦. Hubo controversia, vida. Todo indica que, gracias a Bigas Luna y su troupe, dentro de nueve meses nacer¨¢n m¨¢s ni?os que de costumbre en Venecia.La cosa comenz¨® por la ma?ana con un cruel relato georgiano de precioso t¨ªtulo: Valses sobre el r¨ªo Pechora, dirigida por Lana Gogoberidge. Es una ilusi¨®n: de valses, nada. Ning¨²n bordado, ning¨²n encaje antiguo: esparto, tristeza a punta de pala, con fosas comunes estalinistas incluidas. Si bien se mira, la pel¨ªcula es buena, pero hunde, machaca el ¨¢nimo con cosas ya vistas, aunque su horror sea inagotable.
Luego, mejor todav¨ªa: una pel¨ªcula finlandesa que convierte al pesimismo de los hermanos Kaurismaki en una jota festera. Se titula El pozo, la dirige Pekka Lehto, y es literalmente terrible, lo que nada dice contra su calidad, que es alt¨ªsima y puede proporcionarle alg¨²n premio. Este es, en brocha gorda, el arranque de palo: una noche, ante los ojos pasmados de su hijo mayor de ocho a?os, una joven campesina finlandesa arroja al pozo de su labranza a sus otros dos hijos, dos criaturas rubias que da gloria verlas. Pues bien, este es el aperitivo de un dram¨®n de proporciones gal¨¢cticas, que convierte a la pesadumbre de Unamuno y a la melancol¨ªa de Kierkegaard en frutos de la alegr¨ªa de la huerta. Nos hizo polvo. A media tarde, la salida de la sala Perla parec¨ªa la escu¨¢lida y desolada procesi¨®n del funeral de un cura hu¨¦rfano y sin parroquia.
Carcajadas
Y en esto lleg¨® Jam¨®n, jam¨®n, y las carcajadas estallaron de pronto incontenibles, llenas de ganas de salir del pudridero en busca de aire libre. Y hay aire libre a raudales en la pel¨ªcula de Bigas Luna, Anna Galiena, Javier Bardem, Stefania Sandrelli, Juan Diego, Pen¨¦lope Cruz y compa?¨ªa. Es irregular, pega continuos bandazos, como una canoa a la deriva, pero cuando sube a la cresta de sus olas alcanza la memorable. Sus baches se olvidan, pero sus momentos de disfrute quedan pegados a la memoria.La controversia fue viva y generalizada. A la salida, los alrededores del casino se llenaron de corrillos de disfrutadores o de indignados. Pero sobre nadie resbal6la astuta sesi¨®n de gastronom¨ªa sexual orquestada por este cineasta ib¨¦rico de pura cepa, que es el catal¨¢n Bigas Luna. El inicio de la pel¨ªcula es soberbio: la descripci¨®n sint¨¦tica, en una sola toma, del escenario y del t¨®tem taurino donde va a ocurrir su menage a seis, no tiene desperdicio. A partir de ah¨ª la pel¨ªcula sube y baja como un tobog¨¢n. Marea, por ello.
Est¨¢ Jam¨®n, jam¨®n, lejos de la perfecci¨®n. Uno r¨ªe con el tragedi¨®n y observa que la carcajada es compartida. Pero al final, en medio de ese p¨¢ramo abstracto tan primorosamente acotado por la c¨¢mara de Bigas Luna, ¨¦ste se pone serio y muchos de los espectadores que re¨ªan con la libertad y el rebuscado exceso del trenzado de personajes, comienzan a re¨ªr contra la pel¨ªcula, a re¨ªrse no con ella, sino de ella. Se le va el sentido del tacto a Bigas Luna cuando su menage a seis se convierte en una piedad ama?ada que no es la de Miguel Angel, ni la de Bu?uel, ni la de Berruguete, porque en realidad no es de nadie.
Bigas Luna fuerza la composici¨®n m¨¢s all¨¢ de lo que el hilo emocional del espectador no c¨®mplice le permite, y la pantalla, convertida de pronto en ¨¢mbito de una artificiosa solemnidad, no genera una mutaci¨®n en el ¨¢nimo del espectador, que sigue parti¨¦ndose de risa cuando ya no tiene que hacerlo. Y en la encerrona de la sala asom¨® el hocico de la rechifla en muy mal momento: justo al final, cuando nada hay despu¨¦s que pueda remediar el penoso entuerto. Pese a este grave error de las cautelas de Bigas Luna, Jam¨®n, jam¨®n se sostiene muy arriba. Es por momentos gran cine y siempre cine distinto a cualquier otro. Puede y debe tener su parte en el pastelito final de los premios. En la multitudinaria conferencia de prensa, la m¨¢s animada de esta Mostra, algo se mascaba. Pero la pel¨ªcula tiene enemigos encarnizados y, aunque seguro que cuenta con el apoyo del presidente del jurado, Denis Hoper, puede irse de vac¨ªo. Ese su aludido final le perjudica ostensiblemente, as¨ª como algunas de las complicidades que maneja dentro de la frondosidad de la mitolog¨ªa sexual ib¨¦rica, que no las cazan ni siquiera los italianos.
Hermosa bronca: alegre, viva, llena de peque?a alma, de almeja, la que arm¨® ayer en el Lido el buen degustador de la vida que es Bigas Luna.
?l prepar¨® el terreno horas antes del esc¨¢ndalo, informando a finlandeses y suced¨¢neos de cosas como estas: "Amo a las putas. La pel¨ªcula trata del puter¨ªo. Una puta me revel¨® el amor. No he vuelto a ir de putas, por eso voy a los puticlubes y siento de cuando en cuando deseos de meterme en la cama con una puta sentimental. Siento mucho cari?o y mucho respeto por estas maravillosas mujeres".
Y prosigue: "Amo a las putas y amo comer. Amar y comer son cosas imprescindibles y complementarias para nosotros, los espa?oles, y Jam¨®n, jam¨®n es un himno a este gozo. Amo a las mujeres mediterr¨¢neas, porque saben dar de comer, y sobre todo porque mientras comemos hablan de comida. Esto es imposible que lo entienda un anglosaj¨®n: el amor y la belleza se disfrutan comi¨¦ndolos".
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