La muerte de Alcolea deja a la figuraci¨®n madrile?a sin una de sus figuras clave
El pintor, de 43 a?os, falleci¨® el domingo de una enfermedad hep¨¢tica
El pintor Carlos Alcolea (La Coru?a, 1949), uno de los m¨¢s significativos representantes de la llamada figuraci¨®n madrile?a de los a?os setenta, falleci¨® durante la madrugada del pasado domingo a consecuencia de una grave afecci¨®n hep¨¢tica. Aunque hubiera nacido en La Coru?a, Carlos Alcolea pas¨® su infancia en Sevilla y vivi¨® y pint¨® en Madrid. Como otros miembros de su generaci¨®n, su formaci¨®n art¨ªstica fue la de un autodidacta, que llega a la pintura por canales poco convencionales, y, en su caso, desde presupuestos m¨¢s intelectuales que t¨¦cnicos.
La escuela de Bellas Artes fue su universidad y, sobre todo, el grupo de amigos con los que conect¨® a fines de los sesenta en Madrid y que pose¨ªan parecidas inquietudes, la mayor¨ªa de los cuales frecuentaban la galer¨ªa Amad¨ªs, dirigida entonces por Juan Antonio Aguirre, promotor de Nueva Generaci¨®n y autor de un discutido ensayo titulado Arte ¨²ltimo, publicado a fines de los sesenta y, en el que se adelantaban algunas ideas y se defend¨ªan artistas destinados a desempe?ar un papel destacado en el arte espa?ol posterior.De hecho, la primera exposici¨®n individual de Carlos Alcolea fue en 1971 en la galer¨ªa Amad¨ªs, que, junto a las galer¨ªas Daniel, Ovidio y, sobre todo, Buades, fueron los primeros puntos de apoyo de esta generaci¨®n. Desde el comienzo, Alcolea se situ¨®, a contracorriente de la moda entonces internacionalmente imperante, en la defensa de una pintura figurativa, de naturaleza intelectualmente muy compleja, dotada de un mordaz sentido ir¨®nico y con un uso singular del color, que podr¨ªa recordar lo que estaban haciendo entonces los pintores pop brit¨¢nicos.
Amplia cultura
Carlos Alcolea pose¨ªa, no obstante, una cultura ins¨®litamente amplia para, lo que suele ser habitual en un pintor y, adem¨¢s, un esp¨ªritu cr¨ªtico y refinado que le obligaba a una constante revisi¨®n de lo que hac¨ªa ¨¦l mismo y sus contempor¨¢neos. En este sentido, se trataba de uno de esos pintores que llamamos estre?idos, de escasa producci¨®n, pero, por lo general, con obras deslumbrantes y duraderas. Esta lenta elaboraci¨®n no era debida a ninguna dificultad t¨¦cnica o torpeza personal, puesto que Alcolea cambiaba de actitud cuando hac¨ªa dibujos y gouaches, donde demostraba con creces su ingenio, frescura y soltura de mano, sino al cuidado extremo, a la m¨¢s severa exigencia mental y f¨ªsica.
De talante aristocr¨¢tico, no frecuentaba reuniones sociales y fue uno de los pocos casos de artistas que he conocido capaz de rechazar sistem¨¢ticamente invitaciones para participar en muestras a veces muy importantes, incluso cuando ten¨ªan una notable proyecci¨®n internacional. Esta producci¨®n muy cuidada y cuantitativamente escasa, unida a su distanciamiento de las promociones sonoras y s¨²bitas, le hizo un pintor muy respetado por los c¨ªrculos cr¨ªticos m¨¢s exigentes, aunque menos popular que otros colegas contempor¨¢neos, cuya obra ser¨¢, no obstante, menos perdurable.
Con todo, Carlos Alcolea tuvo una proyecci¨®n p¨²blica relevante no s¨®lo como miembro del citado grupo de la Figuraci¨®n madrile?a de los setenta, que nunca recibi¨® el apoyo institucional necesario cuando m¨¢s lo necesitaba, sino a trav¨¦s de algunas muestras colectivas a comienzos de los ochenta.
Por lo dem¨¢s, dadas estas inquietudes intelectuales, bien conocidas por sus ¨ªntimos que se enriquec¨ªan con sus siempre agudas opiniones, Carlos Alcolea escribi¨® varios textos de car¨¢cter te¨®rico y lleg¨®, a publicar alguno, como el inteligente y esclarecedor Aprender a nadar, donde est¨¢ sintetizado lo esencial de su sensibilidad y pensamiento pl¨¢stico. A pesar de su muerte prematura, Carlos Alcolea ha dejado una obra muy importante, que no dudo ser¨¢ referencia obligada en la historia del arte espa?ol de las ¨²ltimas d¨¦cadas.
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