Un 's¨ª' con problemas
PASADOS LOS momentos de suspense, el resultado del refer¨¦ndum franc¨¦s se ha convertido en una de las piezas clave para la reflexi¨®n sobre el futuro de la Uni¨®n Europea. Pero s¨®lo una de ellas. En las reacciones que ha suscitado no hay lugar para el triunfalismo. El s¨ª ha ganado, y ello supone un paso hist¨®rico decisivo: no hay ruptura en el avance de Europa. El marco trazado en Maastricht para el proceso que deben seguir los pa¨ªses de la Comunidad conserva su validez fundamental. Sin embargo, el importante n¨²mero de votos negativos representa una realidad pol¨ªtica que no cabe ignorar ni minimizar. Sobre todo porque el peligro de que las opiniones p¨²blicas se distancien de la construcci¨®n europea no es exclusivamente franc¨¦s. M¨¢s bien Francia ha dado una se?al que obliga a todos los Gobiernos a estudiar cuidadosamente las etapas futuras. Y no s¨®lo a los Gobiernos. El debate sobre Maastricht entra ahora, en toda Europa, en una fase m¨¢s compleja que va a requerir respuestas claras a muchas preguntas que preocupan a buena parte de su ciudadan¨ªa.El problema b¨¢sico que denuncia el resultado franc¨¦s es el retraso de la Europa pol¨ªtica en relaci¨®n con la econ¨®mica. Por err¨®nea que sea, la imagen de una Europa de los mercaderes, alejada de los ciudadanos, y con escasa participaci¨®n democr¨¢tica, ha calado en una gran parte de la poblaci¨®n. Sigue existiendo una gran confusi¨®n sobre un problema decisivo: ?van a difuminarse los Estados nacionales en aras de una brumosa Europa regida por los bur¨®cratas de Bruselas? De hecho, no hay en Maastricht ni un ¨¢pice de federalismo. Los pasos previstos para crear una pol¨ªtica exterior com¨²n y dar vida a otras pol¨ªticas europeas son t¨ªmidos. Pero esta misma timidez, sobre todo en cuanto a los poderes del Parlamento Europeo, engendra ambig¨¹edad. La supranacionalidad ser¨¢ aceptable para los pueblos si se reduce el llamado "d¨¦ficit democr¨¢tico" en el ¨¢mbito europeo. Las f¨®rmulas perfeccionadas sobre votos mayoritarios son necesarias como compromisos entre las diplomacias. Pero as¨ª no se tranquiliza a los pueblos que afrontan, l¨®gicamente con titubeos, el paso hist¨®rico que supone crear Europa. Los ciudadanos necesitan asumir que, al lado de las decisiones de sus Gobiernos -controladas por los Parlamentos nacionales-, existen decisiones de los ¨®rganos europeos que ser¨¢n controladas por el Parlamento de Estrasburgo. As¨ª podr¨¢ avanzar, con apoyo popular, el proceso tan original de unos Estados que no van a borrarse, pero que, a la vez, edifican entre s¨ª una entidad supranacional para atender a necesidades comunes.
Acercar Maastricht a los ciudadanos no supone tanto cambios en su texto como en la pol¨ªtica, en la forma de aplicarlo. En todo caso, el propio texto prev¨¦ que en 1996 podr¨¢ ser revisado. Un problema m¨¢s complejo es el saber si ser¨¢n necesarias ciertas modificaciones para llevar a cabo su ratificaci¨®n. En concreto, la actitud de John Major de aplazar la aprobaci¨®n brit¨¢nica hasta que se resuelva el "problema dan¨¦s" plantea un problema de una graduaci¨®n similar al del mismo refer¨¦ndum franc¨¦s. El Reino Unido tiene sus propias ideas -como ha ocurrido en toda la trayectoria de la CE- y ahora presiona hacia una flexibilizaci¨®n del Tratado de Maastricht, con la esperanza de atrasar al m¨¢ximo la creaci¨®n de la moneda europea. No cabe duda que esa posici¨®n ha recibido un apoyo indirecto con las aprobaciones poco entusiastas que Maastricht est¨¢ recibiendo. Ayer mismo, el canciller Kohl declaraba que en la cumbre de Londres se deber¨ªa "discutir el amplio espectro de dudas que tienen los votantes sobre Europa". Sin duda, Major ha acertado convocando para principios de octubre una reuni¨®n extraordinaria de los jefes de Estado y de Gobierno de la CE. Ello da tiempo para estudiar las respuestas a los problemas pendientes. De poco servir¨ªa que en esa reuni¨®n se reiterasen afirmaciones europe¨ªstas generales y grandilocuentes. La Europa de varias velocidades es ya una realidad, y no parece que estemos en un buen momento para superar esa fase. La consevaci¨®n del Tratado de Maastricht como cuerpo b¨¢sico del futuro europeo exigir¨¢ medidas para acompasar el ritmo de avance al momento que vivimos, evitar desgajamientos (como el de Dinamarca) y enraizar de verdad los progresos de Europa en la conciencia de los pueblos.
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