La econom¨ªa interesa m¨¢s que el racismo a los grupos ¨¦tnicos
Las comunidades asi¨¢tica, negra e hispana mantienen su apoyo a los dem¨®cratas
, Las minor¨ªas ¨¦tnicas m¨¢s importantes de Estados Unidos (negra, hispana y asi¨¢tica) continuar¨¢n apoyando en 1992 al partido que tradicionalmente ha contado con sus votos, el Dem¨®crata, seg¨²n todos los sondeos de opini¨®n. Con un matiz importante este a?o: la recesi¨®n ha vuelto a empujar hacia las filas dem¨®cratas a los componentes de esas minor¨ªas, que, tras mejorar su renta en los ochenta, hab¨ªan ascendido de clase social y votado republicano.
A pesar de que fue un presidente republicano, Abraham Linco1n quien puso fin a la esclavitud con la promulgaci¨®n de la Emmancipation bill de 1863, en plena guerra civil, la poblaci¨®n de origen afroamericano -calificativo con que los negros se definen ahora_ no olvida que fue precisa mente durante las presidencias dem¨®cratas de John F. Kennedy y, muy especialmente, la de su sucesor, Lyndon B. Johnson cuando obtuvo la pr¨¢ctica totalidad de sus derechos civiles, incluido el voto y la igualdad racial en las escuelas, en los Estados sure?os de la antigua confederaci¨®n.Sin,embargo, los tiempos han cambiado desde la d¨¦cada de los sesenta, y el tema de los derechos civiles por s¨ª solo no es suficiente para determinar el voto negro. Como afirma el miembro de la C¨¢mara de Representantes por el Estado de Georgia John Lewis, "en 1992 no necesitamos un candidato que se limite a cantar el We shall overcome (Venceremos) [el himno utilizado por Martin Luther King para convocar las gigantescas manifestaciones pro derechos civiles de los a?os sesenta] o que desfile portando una pancarta".
Aunque los negros siguen ocupando, junto a los hispanos, el ¨²ltimo escal¨®n de la sociedad en los Estados de poblaci¨®n mayoritaria afroamericana, de acuerdo con los datos del ¨²ltimo censo, el n¨²mero de familias negras encuadradas por sus ingresos en la clase media se ha cuadruplicado en comparaci¨®n con 1967. Esto hace, en opini¨®n de un experto, que las preocupaciones de esta poblaci¨®n giren "mucho m¨¢s sobre temas econ¨®micos que raciales".
La situaci¨®n en los guetos de las grandes ciudades, la seguridad ciudadana, la educaci¨®n y, sobre todo, el problema de la droga preocupan en la. actualidad mucho m¨¢s al grueso de la poblaci¨®n afroamericana que los temas puramente raciales.
Esto hace que una parte de esa poblaci¨®n preste en la actualidad mucha menos atenci¨®n a los l¨ªderes estridentes que siguen aferrados a la lucha en pro de la igualdad racial como tema principal de sus programas, caso del predicador Jesse Jackson, aspirante a la nominaci¨®n dem¨®crata en 1988, y se decidan m¨¢s por aquellos pol¨ªticos negros pragm¨¢ticos que presentan ofertas homog¨¦neas para todo el electorado, sin matiz racial alguno.
El paradigma del triunfo de esta segunda tendencia fue la elecci¨®n en 1990 de Douglas Wilder, un negro nieto de esclavos, como primer gobernador de color del pa¨ªs en Virginia, Estado de mayor¨ªa blanca y portaestandarte de las tesis esclavistas de la confederaci¨®n durante la guerra civil. Wilder se neg¨® a recibir el apoyo de Jesse Jackson durante su campa?a electoral.
Sin embargo, estas consideraciones sobre movilidad social y preocupaciones econ¨®micas de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n afroamericana son simples discusiones dentro de una misma familia, que no es otra que la dem¨®crata. En esta elecci¨®n, como en todas las anteriores, los negros de este pa¨ªs volver¨¢n a votar abrumadoramente por el candidato del partido del burro, s¨ªmbolo de los dem¨®cratas. Ni siquiera Ronald Reagan, cuyos triunfos de 1980 y 1984 constituyeron una verdadera barrida de sus oponentes dem¨®cratas, Jimmy Carter y Walter Mondale, respectivamente, consigui¨® obtener m¨¢s de un 10% de la poblaci¨®n de color de este pa¨ªs.
Bill Clinton sabe que cuenta con un programa de inspiraci¨®n socialdem¨®crata que ha conseguido conectar con las aspiraciones de la inmensa mayor¨ªa del votante afroamericano. Por eso, ante la seguridad de ese voto y la irritaci¨®n paralela de los l¨ªderes tradicionales negros que le acusan de no prestar la suficiente atenci¨®n a las desigualdades raciales de la sociedad norteamericana, Clinton dedica la mayor parte de su tiempo a recuperar para su partido a los blancos dem¨®cratas e independientes que dieron el triunfo a Reagan y a Bush en las tres ¨²ltimas elecciones.
En teor¨ªa, los 22,4 millones de hispanos que viven en Estados Unidos constituyen el colectivo ¨¦tnico m¨¢s importante despu¨¦s de los 30 millones de integrantes de la comunidad afroamericana. Con un matiz importante, los latinos, como se conoce a los miembros de este grupo, han registrado un incremento del 53% en la ¨²ltima d¨¦cada, en la que han pasado de 14,6 millones a 22,4, frente a un aumento de s¨®lo el 10% en el resto de la poblaci¨®n.
Sin embargo, de esos 22 millones de hispanos residentes, s¨®lo unos 4,5 millones ejercer¨¢n el derecho al voto, lo que supone aproximadamente el 4,5% de los 100 millones de norteamericanos que acudir¨¢n a las urnas.
Las causas son varias. En primer lugar, la falta de nacionalidad norteamericana. En 1990, s¨®lo un 37,7% de la poblaci¨®n adulta hispana de Estados Unidos ten¨ªa la nacionalidad estadounidense. En segundo lugar, el gran n¨²mero de j¨®venes hispanos que, con esa nacionalidad, no han alcanzado todav¨ªa la mayor¨ªa de edad electoral. Este grupo asciende aproximadamente al 35% de los votantes potenciales. En tercer lugar, la apat¨ªa de los hispanos para registrarse en las oficinas electorales, registro inexcusable para poder ejercer el derecho al voto.
A efectos electorales, los hispanos presentan un bloque mucho menos' compacto que los afroamericanos, y su mayor preocupaci¨®n, l¨®gica en un sector que mayoritariamente procede de la emigraci¨®n, es convertirse en protagonistas del American dream o sue?o americano.
Sus preferencias electorales var¨ªan seg¨²n su procedencia. As¨ª, los mexicano-americanos o chicanos, que constituyen el 60% del total, que copan la pr¨¢ctica totalidad de la poblaci¨®n hispana de California, Tejas, Illinois, Arizona, Colorado y Nuevo M¨¦xico, junto a los puertorrique?os, que constituyen la mayor¨ªa de los hispanos de Nueva York y de Nueva Jersey, han votado abrumadoramente, y todo hace indicar que en esta elecci¨®n se mantendr¨¢ la tendencia, por el Partido Dem¨®crata.
No as¨ª los cubano-americanos y los emigrados nicarag¨¹enses, procedentes en su totalidad de la Cuba de Castro y de la Nicaragua sandinista, que, instalados en Florida, hab¨ªan constituido hasta ahora un basti¨®n del Partido Republicano. Sin embargo, la elecci¨®n de 1992 puede registrar en Florida una disminuci¨®n del apoyo cubano y nicarag¨¹ense a los republicanos debido a la recesi¨®n econ¨®mica que afecta al Estado.
El redactor jefe de local del peri¨®dico El Nuevo Herald de Miami, Pedro Sevsec, no tiene ninguna duda de que esas dos colonias seguir¨¢n apoyando la candidatura de George Bush en Florida. Lo importante es saber si ese apoyo ser¨¢ capaz de volcar los 25 votos electorales de Florida a favor de la candidatura republicana, sobre todo si se tiene en cuenta que, en el sur del Estado, un n¨²mero importante de hispanos, principalmente de procedencia dominicana y colombiana, se han quedado sin trabajo como consecuencia de las quiebras de las compa?¨ªas a¨¦reas
Pan American y Eastern, que sus empleados achacan a la desregulaci¨®n iniciada en la Administraci¨®n de Reagan y continuada por la de Bush.El hasta ahora basti¨®n republicano de Florida, que por primera vez en muchos a?os supera en un punto la media nacional de desempleo- establecida en un 7,5%, contin¨²a constituyendo un quebradero de cabeza. para el actual inquilino de la Casa Blanca. Bush, equiparado en las ¨²ltimas encuestas en intenci¨®n de voto con su rival dem¨®crata, se ve obligado a multiplicar sus visitas a un Estado en el que su hijo Jebb ocupa la presidencia del comit¨¦ republicano.
A pesar del bajo porcentaje del voto hispano a nivel nacional, su importancia puede ser capital en la conquista de los votos electorales de los Estados, que, a fin de cuentas, son los que proclaman la victoria o derrota de un candidato presidencial. Seg¨²n el director de la Asociaci¨®n Nacional de Funcionarios Latinos Electos (NALEO), Henry Pachon, si no se registra una barrida por parte de Clinton, el voto hispano puede cambiar el signo de la elecci¨®n en dos Estados claves, California y Tejas, que entre ambos acaparan el 32% de los 270 votos electorales necesarios para ganar la presidencia de Estados Unidos.
Un dato importante a considerar a la hora de analizar el posible voto de la poblaci¨®n hispana trabajadora de Estados Unidos. La inmensa mayor¨ªa, seg¨²n se deduce de un detallado an¨¢lisis publicado por el influyente peri¨®dico de Boston Christian Science Monitor, est¨¢ en contra de la Asociaci¨®n de Libre Comercio para Am¨¦rica del Norte (NAFTA), la versi¨®n del Mercado Com¨²n europeo de este lado del Atl¨¢ntico y que pretende eliminar las barreras aduaneras entre Canad¨¢, Estados Unidos y M¨¦xico.
Los trabajadores hispanos de este pa¨ªs no ocultan su desconfianza hacia un tratado que, en palabras de un l¨ªder sindical hispano de Chicago, puede suponer que "por cada puesto de trabajo que se cree en M¨¦xico para Juan, un Pedro que viva en Estados Unidos pierda el suyo".
El reticente apoyo final de Clinton al tratado, presentado al pa¨ªs por George Bush como uno de los grandes logros de su Gobierno, podr¨ªa restarle al candidato dem¨®crata un apoyo todav¨ªa no cuantificado entre los obreros industriales de la comunidad hispana.
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