Un modelo en su g¨¦nero
No son, ni mucho menos, equiparables las dificultades y los problemas que respectivamente encuentran cada a?o para llevarse a cabo los dos principales festivales de cine espa?oles: ¨¦ste que ahora termina en Valladolid y el que se celebr¨® el pasado septiembre en San Sebasti¨¢n.La Semana de Cine de Valladolid es un festival peque?o, de los llamados de segunda clase, pero que gracias a la inteligencia y el conocimiento de su trabajo de los que lo conducen desde hace nueve a?os, se ha convertido en el primero en su g¨¦nero. La Seminci cuenta evidentemente con la facilidad de que puede aportar a la secci¨®n oficial y al concurso pel¨ªculas que ya han sido exhibidas en las secciones oficiales y en los concursos de otros festivales internacionales.
Es evidente que ¨¦sto facilita a los seleccionadores de su programa la composici¨®n de su oferta anual, que por lo general no tiene desperdicio. El buen gusto para detectar el cine m¨¢s representativo del que se produce cada a?o en todo el mundo y el olfato para rastrear el camino hacia donde se orienta el cine futuro, son virtudes un¨¢nimemente reconocidas a este peque?o gran festival modelo en su g¨¦nero.
En cambio, el Festival de San Sebasti¨¢n lo tiene siempre m¨¢s dif¨ªcil, pese a contar con mucho m¨¢s presupuesto y con muchos m¨¢s apoyos institucionales que ¨¦ste. Cada mes de septiembre, la pantalla del teatro Reina Victoria ha de presentar una veintena de pel¨ªculas forzosamente in¨¦ditas, y ¨¦sto presenta m¨¢s problemas que la libertad de selecci¨®n de que goza el Festival de Valladolid. Lo que ocurre es que los programadores actuales de San Sebasti¨¢n no saben c¨®mo hacer su tarea, por lo que aportaron en la pasada edici¨®n, junto a cuatro o todo lo m¨¢s cinco obras dignas de entrar en la lista de un festival internacional, una masa informe de pel¨ªculas de relleno, caracterizadas por ser de tan ¨ªnfima calidad, que resultaba completamente humillante e inconcebible verlas concursar en la pantalla de un certamen considerado de primera categor¨ªa.
De ah¨ª que si la Semana de Valladolid es con toda evidencia el primer festival de la segunda categor¨ªa, el de San Sebasti¨¢n es el ¨²ltimo de todos los de primera categor¨ªa. Enti¨¦ndanse las cr¨ªticas hechas a la muestra donostiarra a trav¨¦s de esta ¨®ptica, o de lo contrario se jugar¨¢ al juego de la confusi¨®n y de la desinformaci¨®n.
A la luz de aquella cara y a la sombra de esta cruz del cine espa?ol, se entiende la actitud de la prensa cinematogr¨¢fica especializada, que ha sido recientemente cuestionada por los responsables de San Sebasti¨¢n en una defensa en forma de ataque. La casi unanimidad afirmativa ante Valladolid significa el reconocimiento a una tarea relativamente f¨¢cil pero imposible de hacer mejor; mientras que el rechazo casi un¨¢nime a lo que se vio en San Sebasti¨¢n significa la constataci¨®n de que una dif¨ªcil tarea no puede hacerse peor.
En las salas de San Sebasti¨¢n se acogieron en silencio una docena de pel¨ªculas p¨¦simas, seleccionadas con manifiesta incompetencia. Pues bien, ese silencio es ante todo s¨ªntoma de indulgencia. Si aqu¨ª, en Valladolid, se hubiera proyectado uno solo de aquellos engendros que llenaron el concurso de San Sebasti¨¢n, la sala hubiera ardido de protestas, de indignaciones y de gritos de burla.
En raz¨®n de las dificultades que entra?a, hay mayor manga ancha ante el festival donostiarra que ante el vallisoletano. Lo que ocurre es que la perfecci¨®n de todo lo que ocurre en este ¨²ltimo cierra la boca cr¨ªtica, mientras que la grave ignorancia de lo que es el cine actual que caracteriz¨® a la selecci¨®n competitiva de aqu¨¦l abri¨® de par en par, como un bostezo, esa misma boca cr¨ªtica que aqu¨ª no tiene m¨¢s remedio que permanecer callada.
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