JOS? RAM?N RECALDE Nuestro rico
Cuenta una historia que, tras sendas audiencias papales, cambiaban impresiones dos fumadores (era la ¨¦poca en que estos delincuentes no estaban todav¨ªa cautivos y desarmados), franciscano uno y jesuita el otro. Ambos hab¨ªan solicita do permiso para fumar en la oraci¨®n, y el primero sal¨ªa cariacontecido. "?Qu¨¦ le has pedido al Papa?", pregunt¨® el jesuita.
"Pues permiso para fumar mientras rezo", respondi¨® el franciscano, "y me lo ha denegado".
"?Claro, hombre! Ten¨ªas que haber hecho lo que yo, que le he pedido permiso para rezar mientras fumo".
Viene la an¨¦cdota a cuento sobre, la reacci¨®n social, e incluso la reacci¨®n de los mismos socialistas, ante alg¨²n ejemplo de riqueza entre los miembros del partido. (Quede claro desde ahora que no me refiero a casos de enriquecimiento corrupto, sobre los que no caben bromas). Seguramente el juicio ser¨¢ m¨¢s severo si se pregunta: "?Puede alg¨²n socialista ser rico?" que si la pregunta es: "?Puede alg¨²n rico ser socialista?".
O¨ªa el otro d¨ªa unas declaraciones en la radio del soci¨®logo profesor Linz que me impresionaron. Ven¨ªa a decir que no es sano estar obsesionado siempre por el nivel econ¨®mico de los dem¨¢s. Sin juzgar si es buena o mala la jerarqu¨ªa econ¨®mica existente, no puede estar en el modelo de vida la comparaci¨®n constante entre los ingresos propios y los ajenos (los ingresos ajenos superiores, claro est¨¢). Cada uno de nosotros debe buscar la gratificaci¨®n social en el reconocimiento que reciba de los dem¨¢s en relaci¨®n con su vida y su trabajo (1). La obsesi¨®n por la renta (superior, claro est¨¢) de los dem¨¢s es perturbadora para la mente e incluso tienta a la corrupci¨®n. El problema de la desigualdad econ¨®mica y social ha de plantearse en la pr¨¢ctica pol¨ªtica y no como obsesi¨®n individual.
Por lo dem¨¢s, no nos asustemos de los ricos, que son as¨ª. Tienen dinero y lo gastan. como quieren. Algunos lo han ganado hace siglos -pensemos en los palacios de la nobleza-; otros son los capitalistas enriquecidos en el proceso de desarrollo industrial o en la especulaci¨®n; algunos, m¨¢s modestos los pobrecillos, lo pueden ganar como asesores econ¨®micos, vendiendo exclusivas, comprando exclusivas, siendo lumbreras del deporte, de la canci¨®n, de la prensa, de la radio o de la tele. Con su pan se lo coman. La gran mayor¨ªa de estos ricos no est¨¢ con nosotros. Y si alguno, por excepci¨®n, lo est¨¢, ?bendito sea!
De todos modos, yo no creo que se deba ir de rositas precisamente nuestro rico cuando se decide a mostrar, ante el asombro (y la envidia) de los dem¨¢s, su casa (se dice mansi¨®n en este caso, ?no?), sus piscinas y m¨¢s cuartos de ba?o que los innumerables m¨¢rtires de Zaragoza. Eso lo podr¨ªa hacer cualquier duque, Mario Conde o Jes¨²s Gil, y no pasaba nada. Pero el nuestro nos ha hecho polvo porque ha colocado su caso particular de modo que distorsiona la situaci¨®n general, precisamente cuando estamos presentando un balance.
Si uno es pol¨ªtico, tiene que calcular los efectos de sus actos, algo m¨¢s exigible precisamente en un pol¨ªtico que -con sabidur¨ªa y a golpes- nos ha hecho comprender que la pol¨ªtica eco n¨®mica debe regirse no por los principios, sino por los resultados previsibles. Por eso tiene uno derecho a la respuesta y a decir no que su casa me parezca hortera, como alg¨²n amigo m¨ªo ha dicho, pero s¨ª que me parece torpe y hasta hortera el presen tarla coram populo.
Dicho esto, recuperemos todos el sentido de la proporci¨®n. Para ricos, ricos, otros, en Espa?a y fuera de Espa?a, y no el nuestro. Y m¨¢s ilustrativa todav¨ªa la mirada hacia abajo. Si 13 cuartos de ba?o es ostentoso frente a los que tenemos dos o tres, dos o tres es ostentoso frente a tantos espa?oles que tienen uno. Y los que tienen uno, ?no son ricos y ostentosos frente a tantos espa?oles sin cuarto de ba?o? Pero sigamos adelante: los que tienen sanidad y educaci¨®n gratuitas, m¨¢s otros beneficios que les da el pertenecer al mundo desarrollado, ?no son tambi¨¦n ricos frente a la mayor¨ªa de los hombres que, adem¨¢s de no tener donde mear, tampoco tienen donde caerse muertos?
Poco reconocimiento podemos esperar los que hemos aceptado actuar en pol¨ªtica cuando se oye -tambi¨¦n en la radio- de una persona, por otra parte, tan entrafiable como Miguel ?ngel Aguilar, que, "como dice Canetti, a los pol¨ªticos hay que tratarlos con crueldad". Querido Miguel ?ngel: ?por estas que son cruces que, despu¨¦s de o¨ªrte, cuando acabe mi compromiso, a m¨ª ya no me vuelven a cazar para un cargo de gobierno!
es consejero de Justicia del Gobierno vasco.
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