Clinton: inc¨®gnita para Europa
MIGUEL HERRERO DE MI??N
El resultado de las elecciones norteamericanas no ha sorprendido a nadie. Por una vez, las encuestas han dado en el blanco. Pero lo cierto es que, tras 12 a?os de serenidad republicana, la llegada de los dem¨®cratas a la Casa Blanca, con un candidato relativamente desconocido hasta su triunfal irrupci¨®n en la carrera presidencial, induce a todos, a los que lo confiesan tanto como a los que lo niegan, a un cierto desconcierto pre?ado, sea de temor, sea de esperanza.Hace a?os, unos humoristas franceses propugnaban que el presidente de los Estados Unidos, en cuanto l¨ªder de la comunidad occidental, fuera elegido tanto por los americanos como por los europeos. Y as¨ª tuve yo el honor de dec¨ªrselo al entonces vicepresidente Bush en la Casa Blanca, en marzo de 1984. Es claro que tras la broma, por cierto muy halagadora para el mandatario norteamericano, late la convicci¨®n de que cualquiera que sea la pol¨ªtica de ¨¦ste, abocada a lo internacional o a lo dom¨¦stico, va a influir de manera decisiva en los acontecimientos pol¨ªticos, econ¨®micos e incluso intelectuales de todo el mundo en general y de Europa occidental en particular.
Del nuevo presidente Clinton puede esperarse, razonablemente, un nov¨ªsimo trato, un nuevo new deal. La similitud de su elecci¨®n con la de Roosevelt ha sido ya se?alada, y no faltan en su programa paralelos con los del gran presidente dem¨®crata de los a?os treinta. Como aqu¨¦l, llega al poder para dar soluci¨®n, ante todo, a problemas internos. Igual que ¨¦l, propugna una mayor intervenci¨®n p¨²blica, aunque es claro que ya nadie cree en las recetas keynesianas a secas y que cualquier planteamiento neointervencionista, a fines del siglo XX, no puede olvidar el pleno restablecimiento de la filosof¨ªa liberal de la d¨¦cada anterior. Como su antecesor, en fin, Clinton puede verse abocado a intervenir en los asuntos mundiales m¨¢s de lo que sus preocupaciones electorales pudieran hacer sospechar. Pero, en todo caso, por acci¨®n u omisi¨®n, por respuesta al destino manifiesto tanto como por neoaislacionismo, las opciones del presidente Clinton pesar¨¢n en el mundo entero y muy especialmente en Europa, como fue el caso de su ilustre predecesor. La herencia de Washington es tan activa como la de Truman.
La primera influencia ser¨¢ ideol¨®gica. Si Galbraith es padre de la socialdemocracia europea tanto como el que m¨¢s y la revoluci¨®n de los Estados Unidos ha sido decisiva para la rehabilitaci¨®n del mercado en la Europa actual, las clintonomics van a alentar en este lado del Atl¨¢ntico una tendencia distinta. Clinton no es de izquierdas. Su programa es tan de derechas como el de los republicanos hace 12 a?os. Pero en Europa va a estimular una reacci¨®n antiliberal que en pol¨ªtica puede no ser proamericana. Y ello a la vez que los problemas pr¨¢cticos son acuciantes.
Por un lado, Clinton ha anunciado una reducci¨®n de los presupuestos militares y, a la vez, ha insistido no s¨®lo en el liderazgo estrat¨¦gico de EE UU, sino en una serie de compromisos concretos, por ejemplo en el Oriente Medio. Ello obliga a potenciar los criterios de la disuasi¨®n selectiva ya propugnados por prestigiosos expertos desde 1987, y lleva a que, ahora m¨¢s que nunca, los EE UU necesiten una poderosa red de alianzas, tan efectivas como fiables. Eso plantear¨¢ necesarios problemas con los aliados del Pac¨ªfico, especialmente el Jap¨®n, y con los de Europa occidental. No en balde algunos de los personajes m¨¢s cercanos al nuevo presidente han propugnado una mayor participaci¨®n aliada en los costes de todo tipo de la defensa com¨²n.
Por otra parte, el presidente electo ha dejado muy claras sus intenciones proteccionistas de acuerdo con la propia tradici¨®n del Partido Dem¨®crata, las exigencias de la opini¨®n p¨²blica manifestadas desde el, inicio de la campa?a y la propia circunstancia internacional. El no haber culminado a tiempo la Ronda Uruguay y el empecinamiento de la Comunidad Europea en su proteccionismo agr¨ªcola son otras bazas en favor de quienes en Am¨¦rica creen en el apoyo p¨²blico a los propios exportadores, en el exterior, y de los propios productores, en el interior.
Hablando en t¨¦rminos generales, es claro que la hipertrofia de estas tendencias podr¨ªa llevar a una indeseable guerra comercial entre continentes, dif¨ªcilmente compatible con un orden mundial m¨ªnimamente solidario. Pero, sin llegar a esos extremos, es claro que las tensiones comerciales euro-norteamericanas o americano-niponas no van a favorecer las buenas relaciones de seguridad lideradas por los Estados Unidos.
El mundo trilateral (Norteam¨¦rica, Europa y Jap¨®n) necesita del liderazgo estrat¨¦gico norteamericano, y los compromisos que este liderazgo requiere no pueden mantenerse sin mayor contribuci¨®n europea y, m¨¢s adelante, japonesa, a la seguridad com¨²n. Pero un ej¨¦rcito imperial no puede ser mercenario y ello requiere que esta contribuci¨®n sea tanto econ¨®mica como militar y pol¨ªtica, y que se base en una importante solidaridad, de todo tipo, pero a la que las relaciones fluidas, financieras y comerciales, dan especial solidez.
Articular tendencias tan dispares -proteccionismo econ¨®mico y liderazgo pol¨ªtico, hegemon¨ªa estrat¨¦gica y reducci¨®n de efectivos militares, ensimismamiento y alianzas multilaterales que la disuasi¨®n selectiva requiere- es un gran desaf¨ªo para el nuevo presidente norteamericano, tanto m¨¢s superable si encuentra en los estadistas, aliados, e incluso en las sociedades del mundo trilateral, el eco y la ayuda que a todos nos interesa.
El antiguo becario de Rhodes en Oxford probablemente mirar¨¢ con buenos ojos unas relaciones especiales anglo-norteamericanas que todo el mundo da siempre por muertas y que en los momentos de crisis siempre se demuestran efectivas. Pero lo importante ser¨ªa que elementos fundamentales de dichas relaciones especiales, desde la actitud ante el GATT como la posici¨®n ante la OTAN, fueran no s¨®lo brit¨¢nicas, sino cultivados tambi¨¦n por alemanes, franceses, espa?oles, italianos y europeos en general. De ello depende en parte que contribuyamos a resolver la inc¨®gnita Clinton en el mejor de los sentidos.
es diputado del Congreso por el Partido Popular y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas.
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