Hierro salva el resultado con un zapatazo
ENVIADO ESPECIAL El Madrid hall¨® en una treta lo que extravi¨® en 90 minutos de dejaci¨®n. El golazo de Fernando Hierro fue un recurso de manual, una acci¨®n a bal¨®n parado de las que tiran los jugadores cuando el trabajo se pone muy cuesta arriba. No es un detalle para el alarde. Pero al Madrid le bast¨® para despejar una eliminatoria inc¨®moda por su escaso gancho. El encuentro anduvo bajo m¨ªnimos y ofreci¨® m¨¢s lecturas bajo su c¨¢scara -el deb¨² de Ramis, la presencia de Alfonso y las ausencias de Buyo y Rocha- que la del simple reencuentro del Madrid con la victoria en Europa, noticia esta de cierta relevancia.
Se present¨® Ramis, un tipo larguirucho de 22 a?os al que Floro ha reconvertido en central en el filial madridista. Junto a ¨¦l actu¨® de titular Alfonso. Son los que llegan. Rocha y Buyo, los que se van. Es el ciclo vital futbol¨ªstico. Ni el brasile?o ni el portero jugaron ayer. El primero por lesi¨®n. El segundo por decisi¨®n de Floro. Ambos afrontan un futuro muy peliagudo en el Madrid. Floro ve en Rocha vicios propios del f¨²tbol suramericano, como su tendencia a defender muy retrasado y a evadirse del centro del campo. Por ello, al t¨¦cnico le cuesta hallar acomodo al brasile?o en su sistema. Sus problemas con el tobillo pueden condenarle y colocar al Madrid en la tarea de buscar otro extranjero. Buyo tambi¨¦n finaliza contrato esta temporada. Lo tiene peor que Ramis. El terraconense se manej¨® con soltura en su deb¨². Vivi¨® bien por alto, no eludi¨® el uno contra uno y se le vio grit¨®n. M¨¢s que prometedor.
Ante el Vitesse el Madrid acus¨® una tremenda dejaci¨®n de funciones y prescindi¨® de Michel durante la mayor parte del encuentro. Lo primero fue un lujo gratuito. Lo segundo, un olvido imperdonable. Ausente Mart¨ªn V¨¢zquez y empanados Milla y Prosinecki, Michel era la ¨²nica opci¨®n v¨¢lida para trazar hasta el ¨¢rea. La bondad en el juego de muchos equipos se mide por la presencia de determinados jugadores. Michel es uno de ellos. Tiene temple, repertorio y ve el f¨²tbol f¨¢cil y vertical. En su, lugar, Luis Enrique abander¨® el juego ofensivo madridista. Fue un s¨ªntoma de precipitaci¨®n. En toda la mitad Michel s¨®lo intervino en dos ocasiones: un centro y un disparo fuera del ¨¢rea. Malo. El Madrid sufre en ocasiones registros diversos de juego seg¨²n el bal¨®n pare en uno u otro jugador. Este aspecto se mezcla a veces con las evidentes desigualdades t¨¦cnicas entre los miembros de la plantilla y el resultado es un bocado algo ¨¢spero y confuso.
Los cambios introducidos por Floro en la alineaci¨®n no facilitaron la tarea. El bal¨®n no discurri¨® con fluidez y el Madrid jug¨® mucho tiempo en su campo. Jaro tuvo que intervenir demasiado para patear cesiones de sus compa?eros y el Madrid pec¨® con su tendencia a replegarse. Hierro, retrasado la posici¨®n de central, no mostr¨® solvencia necesaria para lanzar a sus compa?eros y Prosinecki no se atrevi¨® con los galones de almirante. A lo lejos, Michel en solitario di¨¢logo con la l¨ªnea de banda.
De las muchas lagunas del juego madridista a lo largo de la primera mitad surgi¨® el fantasma de la prisa, el peor aliado del f¨²tbol reiterativo y aritm¨¦tico que pretende Floro. M¨¢s de uno quiso resolver la eliminatoria por su cuenta. Como consecuencia, Alfonso y Zamorano vivieron sin bal¨®n y el Madrid s¨®lo supo probar suerte desde fuera del ¨¢rea.
Del ritmo cascado del encuentro obtuvo cierto ox¨ªgeno el Vitesse, un grupo de voluntariosos chavales que dudaron en pedir alg¨²n aut¨®grafo a sus rivales en la salida del vestuario. Predican los hombres de Herbert Neumann cierto aprecio por el bal¨®n y ofrecen continuidad en sus acciones. Nada m¨¢s. El f¨²tbol erguido, dotado y est¨¦tico de Van den Brom no es argumento suficiente para andar por Europa.
La segunda mitad ofreci¨® cierta mejor¨ªa madridista pero en esencia calc¨® las carencias de la primera: buena zona presionante blanca durante unos instantes -de ella surgi¨® un bonito cabezazo de Zamorano que se estrell¨® contra el poste derecho- y falta de continuidad. Floro ofreci¨® un matiz distinto. Reclam¨® m¨¢s balones para Michel y orden¨® a Hierro que bajara al ¨¢rea rival para explotar sus tremendos zapatazos. El cambio no supuso una mejor¨ªa radical, pero con Hierro el Madrid increment¨® su presencia en ataque. Su gol, una exhibici¨®n de p¨®lvora, sell¨® un encuentro no dado a recordatorios gozosos. Partidos como ¨¦ste los defini¨® en su d¨ªa un retirado jugador azulgrana: "Son como golondrinos. Te salen en el sobaco y cuanto menos los toques mejor".
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