Castilla, signo de calidad
Est¨¢ claro que las Am¨¦ricas pertenecieron a la reina Isabel, es decir, a la Corona de Castilla, no s¨®lo por la predilecci¨®n de la reina para la empresa del descubrimiento, sino por afirmaci¨®n reiterada del papa en la bula Inter coetera divina de 1493. All¨ª era a los reyes de Castilla y de Le¨®n a quienes espont¨¢neamente se otorgaba las islas y tierra firme descubiertas. Con justicia, el monumento a la reina cat¨®lica y castellana ante el edificio de la Uni¨®n Panamericana en Washington la llama "reina de las Am¨¦ricas".De todos modos, los hispanoamericanos resultamos ser castellanos y podemos consideramos tales, ya que lo fuimos por lo menos durante 300 a?os y poco m¨¢s, que no es poco decir. En todas las empresas de los descubrimientos y la colonia, en los procedimientos judiciales y administrativos, se habla de Castilla y de sus castellanos como de la patria mayor, la metropolitana por excelencia. En todo ello, por cierto, se hablaba y se habla hoy el castellano, y en ¨¦l se hizo la ley, la arenga, la plegaria, el relato y la poes¨ªa. ?ste ha sido as¨ª el gran factor unificante de nuestros pueblos; lengua nacida en Castilla la Vieja, la del cantar del M¨ªo Cid y del Romancero, que hoy constituye el espa?ol y se ha hecho lengua universal con 450 millones de hispanohablantes, no solamente de los 23 pa¨ªses que hablan oficialmente el espa?ol, sino de los que en otras latitudes o naciones, adem¨¢s de sus lenguas principales, comprenden, estudian o practican el castellano. Tal es el caso de los 30 millones que lo hablan en Estados Unidos, en el norte de ?frica, al sur de Brasil y los jud¨ªos espa?oles sefard¨ªes que lo hablan y escriben en estilo cervantino en Turqu¨ªa, Grecia, Italia, Suiza, la Europa oriental y el Oriente Pr¨®ximo. Y por si fuera poco, la Gram¨¢tica castellana de Antonio de Nebrija, castellano ¨¦l tambi¨¦n de Andaluc¨ªa, ha cumplido, como Am¨¦rica, sus 500 a?os en la tarea de consolidar, organizar y hermosear la lengua de que nos enorgullecemos.
Es as¨ª como nos llegaba a, Am¨¦rica una suerte de prioridad de Castilla y de lo castellano, la cual ni se discut¨ªa ni se emulaba. Todo lo contrario: cuanto era de buena calidad, o sea, lo mejor, la cosa exquisita, ten¨ªa que ser de Castilla. Y como "ancha es Castilla", se aplicaba por extensi¨®n a todo lo que nos ven¨ªa de Espa?a. Hasta hoy tal expresi¨®n es como sin¨®nima. Y todav¨ªa se dice en Suram¨¦rica: "harina de Castilla" para ponderar la mejor del trigo que trajeron, los primeros frailes evangelizadores, buena para el buen pan y las eucarist¨ªas. Con igual prop¨®sito de excelencia se dice: "arroz de Castilla" con mayor precio en los mercados. Una buena manufactura tiene similar calificativo: un poncho de lana bien tejido, de dos caras, que ostenta diferente color en cada una, es un "poncho de Castilla". Un buen anillo, hecho con orgullo profesional por un or¨ªfice local, es "una castillita". Y se vende todav¨ªa el oro en castellanos como quincuagesimos del marco de oro, o sea, la media libre de oro de 14 quilates; as¨ª el marco pesaba ocho onzas, cada onza era de ocho ochavos y cada ochavo de seis tomines. El marco de oro val¨ªa 130 maraved¨ªes en tiempos de Alfonso el Sabio y 2.210 cuando los Reyes Cat¨®licos.
Las cr¨®nicas del siglo XVI ponderan las "ovejas de Castilla" que se criaban por miles en las laderas andinas. El mejor paso del caballo de trote se consideraba "el paso castellano". "Rosa de Castilla" es todav¨ªa el nombre de algunos ranchos de M¨¦xico, en algunos casos con centenares de habitantes. El Virreinato del Per¨² era el Virreinato "de la Nueva Castilla". Y fue "Castilla del Oro" la primera gobernaci¨®n de las tierras de Panam¨¢ para la expansi¨®n espa?ola hacia la Am¨¦rica del Sur y donde avizor¨® Balboa la enorme extensi¨®n de la Mar del Sur que Magallanes llamar¨ªa el Pac¨ªfico. En Costa Rica hay el ¨¢rbol de Castilla, el del caucho o hule blanco, que se encuentra hasta Ecuador y Per¨².
Las leyes eran de Castillas. Carlos V dispuso en 1530, en las Ordenanzas para las Audiencias, que, en lo que no estuviera especialmente decidido, "se observasen las leyes de Castilla, tanto en el orden sustantivo como en el procesal, en lo civil y en lo criminal". Tuvimos as¨ª en Am¨¦rica los mismos pesos, medidas y monedas que en Castilla, y nuestros decanos y profesores o alumnos se daban igual tratamiento universitario.
"Espa?a es una cosa hecha por Castilla", dir¨ªa rotundamente Ortega y Gasset, quien ve¨ªa en los separatismos de otras comarcas un indicio de hermetismo aldeano, una visi¨®n angosta de intereses inmediatos, mientras que la unidad era la condici¨®n para hacer grandes cosas. As¨ª explicaba: "N¨²cleo inicial de la incorporaci¨®n ib¨¦rica, Castilla acert¨® a superar su propio particularismo e invit¨® a los dem¨¢s pueblos peninsulares para que colaboren en un gigantesco proyecto de vida com¨²n". Ese proyecto es nada menos que la Espa?a de hoy.
Lo dicho viene a ser antecedente para que los suramericanos, con cierto rescoldo de derecho castellano, nos metamos a opinar tambi¨¦n en favor de Castilla, que es cabeza de tradici¨®n y de unidad de Espa?a, para consignar nuestro rechazo a las veleidades y trasnochos separatistas que afloran peri¨®dicamente en Espa?a con anacr¨®nicos celos como si ¨¦stos fueran los tiempos anteriores a Fern¨¢n Gonz¨¢lez. Eso no hace m¨¢s que debilitarla, justamente cuando tal unidad es m¨¢s necesaria como requisito de alta voz para la proyecci¨®n espa?ola en el tablero de Europa, lo cual necesitamos no solamente los hispanos, sino los hispanoamericanos. La Comunidad Europea es la ant¨ªtesis del cr¨®nico separatismo hisp¨¢nico. Por cierto, indicadores de una pujante unidad espa?ola acaban de mostrarla, gallarda y universalista, en los grandes eventos de este a?o de las conmemoraciones de cinco siglos de la Am¨¦rica castellana y su gram¨¢tica, como la Expo de Sevilla, los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona y la reuni¨®n cumbre de Madrid.
Es en todo ello que nos sentimos solidarios los hispanoamericanos, dada esa unidad primigenia que ya se barruntaba en el estandarte del "tanto monta", aquella unidad por la cual estamos pugnando en Am¨¦rica en los proleg¨®menos de nuestra integraci¨®n a fin de seguir el ejemplo del n¨²cleo aglutinante que nos conviene a todos y que, por raz¨®n de la susodicha calidad, debe ser buena, por venir de Castilla.
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