Walcott evoca sus origenes mestizos en un discurso po¨¦tico de aceptaci¨®n del Nobel
El escritor antillano recibir¨¢ el jueves el premio de Literatura
El escritor antillano Derek Walcott, de 62 a?os, lleg¨® el s¨¢bado a Estocolmo acompa?ado de su esposa, Sigrid Nama, para recibir, el pr¨®ximo jueves, el Premio Nobel de Literatura, que le fue otorgado este a?o. Pero su estancia se prolongar¨¢ por 10 d¨ªas m¨¢s, en los que tendr¨¢ contacto con los medios literarios y teatrales de Suecia. El mismo s¨¢bado por la noche asisti¨® a la funci¨®n del teatro Dramaten, donde desde hace meses se representa su obra El ¨²ltimo carnaval. En su discurso de aceptaci¨®n del premio ante la Academia Sueca el escritor aludi¨® a la riqueza multicultural de sus or¨ªgenes.
Derek Walcott hab¨ªa estado anteriormente en Estocolmo cuando se ensayaba su obra teatral, y durante ese tiempo estableci¨® lazos de amistad duraderos con los miembros del grupo. La alegr¨ªa con que el elenco del teatro recibi¨® la noticia de que se le hab¨ªa otorgado el Premio Nobel fue un testimonio de ello. El ¨²ltimo carnaval es una de las piezas preferidas de Walcott. En ella. describe el desarrollo del acontecer pol¨ªtico de Trinidad en los ¨²ltimos tiempos a trav¨¦s de la vida de una familia de la isla.Entre los invitados personales que el escritor tendr¨¢ para la ceremonia de entrega de los premios figuran su hermano mellizo Roderick, tambi¨¦n autor y director teatral, y el escritor Joseph Brodski, a quien lo une una profunda amistad. Brodski, que tambi¨¦n es Premio Nobel de Literatura, fue quien propuso la candidatura de Walcott para el premio de este a?o.
Walcott pronunciar¨¢ una conferencia en la Universidad de Upsala, y participar¨¢ en un seminario en la ciudad de Sigtuna, una de las m¨¢s antiguas del pa¨ªs.
El pr¨®ximo domingo, en la fiesta tradicional de Luc¨ªa que se celebra en Suecia, el escritor coronar¨¢ en el Skansen a la joven elegida como Miss Luc¨ªa 1992. Es Santa Luc¨ªa, adem¨¢s, el nombre de la isla antillana en la que naci¨® Walcott, que ha residido la mayor parte de su vida en Trinidad. Walcott, profesor de la universidad norteamericana de Boston desde hace unos a?os donde ense?a Arte Dram¨¢tico y Literatura, es esencialmente poeta y dramaturgo. Su obra permanece in¨¦dita en Espa?a, donde sin embargo, se prepara ya la edici¨®n de Omeros (1990) en editorial Anagrama -su obra de prosa po¨¦tica m¨¢s importante- y una antolog¨ªa de sus poemas en la editorial La Veleta, de Granada.
Paisaje y poes¨ªa
En su discurso ante la academia sueca, el Premio Nobel de Literatura, Derek Walcott, explic¨® ayer con una prosa aleg¨®rica y densamente po¨¦tica, las ra¨ªces de su poes¨ªa, el crisol de culturas que se han fundido en las Antillas y rescat¨® esa fragmentariedad como una s¨ªntesis m¨¢s rica y aut¨¦ntica que la de cada una de las partes. De ancestros africanos y de formaci¨®n europea, Walcott no se ha sentido nunca disociado por estas circunstancias y sin renegar de esas ra¨ªces ha sabido crear una poes¨ªa de resonancia universal.
La obra de Walcott ha estado marcada por tres elementos fundamentales: su patria caribe?a, la lengua inglesa y su origen africano.
Las Antillas: fragmentos de recuerdos ¨¦picos, fue el t¨ªtulo, nunca tan preciso y adecuado al contenido con que el escritor bautiz¨® su recorrido por el pasado y el presente del paisaje y la cultura de su patria. Comenz¨® redactando sus recuerdos de una tarde en Trinidad, donde se preparaba por los habitantes de la aldea Felicity la representaci¨®n de Ramleela, la dramatizaci¨®n del poema ¨¦pico hind¨² Ramayana. Walcott describe minuciosamente los elementos del poema representado y sostiene que su modo de ver la obra fue err¨®neo. "Yo v¨ª Ramleela como una representaci¨®n teatral cuando en realidad era una creencia. Los actores no eran tales sino creyentes. No hab¨ªa ning¨²n t¨¦rmino teatral para definirlos. No necesitaban excitarse para desempe?ar sus papeles. Su actuaci¨®n seguramente ser¨ªa tan regocijante y natural como las flechas de bamb¨², que volaban a trav¨¦s de la pradera en la luz de la tarde. Ellos cre¨ªan en lo que actuaban, en la santidad del texto, en la fuerza de la India, mientras yo, por mi deformaci¨®n profesional, buscaba un motivo de queja, una carencia, hasta una imitaci¨®n degenerativa en los c¨ªrculos de caras felices de los muchachos o en los perfiles her¨¢ldicos de los pr¨ªncipes de la aldea". Walcott confiesa que estrope¨® la tarde con sus dudas y la admiraci¨®n condescendiente.
"Si uno mira la medida de Asia por los peque?os detalles fragmentarios de la representaci¨®n, entonces puede comprender lo rid¨ªculo y embarazoso del que ve esos ritos como parodia y hasta degeneraciones. Esos puristas ven la ceremonia de la misma forma que los gram¨¢ticos escuchan los dialectos, como la ciudad al campo o como el imperio a sus colonias".
"Yo soy s¨®lo una octava parte del autor que pude haber sido", afirm¨® Walcott, "si hubiera llevado en m¨ª todos los trozos dispersos del idioma de Trinidad. El amor con que se juntan y vuelven a unir los trozos de un vasija rota, es m¨¢s fuerte que el amor o la simetr¨ªa de ella cuando estaba entera. Un amor de este tipo es el que mantiene unidos los trozos africanos y asi¨¢ticos". Para Walcott el arte antillano es justamente esa restauraci¨®n de dispersas historias pasadas, trozos de tesoros de palabras, el archipi¨¦lago, que se ha vuelto sin¨®nimo de pedazos arrancados del continente original. Seg¨²n el escritor antillano, es justamente as¨ª como se crea o se recrea la poes¨ªa. "La poes¨ªa", dijo Walcott, "es una isla que se desprende de la tierra firme. Los dialectos de los archipi¨¦lagos saben tanto a roc¨ªo fresco como las gotas de la lluvia en la frente de la estatua".
Walcott repas¨® la visi¨®n que del Caribe han dejado muchos escritores y dijo que hasta un autor tan refrescante como Gr¨¢ham Greene lo considera como un pathos eleg¨ªaco, una cont¨ªnua tristeza a la que Levi Strauss defini¨® con la frase Tristes tr¨®picos. Otros autores describen ambiciones en esas ciudades no terminadas, pero las ciudades caribe?as tal vez se completan, seg¨²n Walcott, justamente en el momento en que est¨¢n conformes con su propia dimensi¨®n del mismo modo que la cultura caribe?a no est¨¢ en proceso de crecimiento, sino que ya ha alcanzado su forma. Las proporciones no tienen que adecuarse a los viajeros, sostiene el escritor, a los que no viven ya all¨ª, sino a sus propios habitantes. Si uno oye que todavia no hemos llegado a ser una ciudad o una cultura, esto exige una respuesta: "Yo no soy tu ciudad ni tu cultur¨¢".
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