El arma de la informaci¨®n
La televisi¨®n nos muestra cada d¨ªa las im¨¢genes inadmisibles de la barbarie serbia en Bosnia. Los peri¨®dicos nos hablan de ello extensamente. Sin embargo, desde que pas¨¦ unos d¨ªas en Croacia, tengo la sensaci¨®n de que hay muchos aspectos de este conflicto que ni se denuncian ni se exponen.La ciudad de Split viene organizando desde hace cinco a?os una feria del libro mediterr¨¢neo. Esa feria, interrumpida debido a la guerra con los serbios, se ha reanudado este a?o, comedidamente, pero con decisi¨®n. Claramente, los croatas han querido oponer la cultura al salvajismo, la esperanza al odio. Han rechazado el aislamiento y han optado por una cooperaci¨®n de convivencia con sus vecinos mediterr¨¢neos y europeos. Con este ¨¢nimo, la uni¨®n de escritores de Split, apoyada por el Instituto Franc¨¦s de Zagreb, me invit¨® a presentar el libro La M¨¦diterran¨¦e r¨¦invent¨¦e.
El avi¨®n sobrevuela campos bien cercados y cuidadosamente cultivados antes de aterrizar en el aeropuerto de Zagreb. Las im¨¢genes apacibles de la capital -mam¨¢s paseando a sus beb¨¦s, gentes conversando en los caf¨¦s- parecen surrealistas cuando se piensa que a unas decenas de kil¨®metros, al otro lado de la frontera, tan pr¨®xima, Bosnia, es una carnicer¨ªa inhumana.
En Split, bonito puerto visiblemente marcado por el emperador Diocleciano y que los turistas han abandonado en la actualidad, todos los hoteles, excepto uno, han sido requisados para alojar a los refugiados. A pesar de que son varios miles, su discreci¨®n es sorprendente. Como si les diera verg¨¹enza haber sido expulsados de sus hogares y el que la comunidad se haga cargo de ellos. Me fij¨¦ tambi¨¦n en algunos mendigos. Se sent¨ªan molestos por tener que pedir limosna, y cuando alg¨²n transe¨²nte no les daba nada, le ped¨ªan disculpas por haberle importunado. As¨ª es como la voluntad hegem¨®nica de unos cuantos l¨ªderes serbios ha transformado a personas dignas en humillados y ofendidos, por recurrir a la frase de Dostoievski.
Todo el mundo me confirma que todos, croatas, serbios y bosnios, son eslavos. Pero los avatares de la historia y de la geopol¨ªtica han hecho que los primeros se convirtieran en cat¨®licos, los segundos en ortodoxos y una parte de los terceros en musulmanes. En nombre del ate¨ªsmo militante, y para evitar reconocer una religi¨®n, el r¨¦gimen comunista hizo de estos musulmanes una nacionalidad. ?Es como si en Francia los protestantes o los jud¨ªos constituyeran una nacionalidad! ?Qu¨¦ retroceso para los derechos del hombre!
Algunos l¨ªderes serbios pretenden constituir una Gran Serbia en detrimento de vecinos seculares. Y en parte ya lo han conseguido. La guerra que est¨¢n librando me parece arcaica: peor que las guerras nacionalistas del siglo XIX, peor que las guerras religiosas de finales de la Edad Media; es absolutamente una guerra de b¨¢rbaros, como las que provocaron la ca¨ªda de Roma en el siglo V. Y la limpieza ¨¦tnica se asemeja al genocidio nazi. Igual que hiciera anta?o Mein kampf, desde hace algunos a?os aparecen en Belgrado textos justificando esta teor¨ªa. ?Por qu¨¦ hemos reaccionado tan tarde?
Quise saber all¨ª mismo qu¨¦ impresi¨®n causaban los bosnios islamizados. En muchos casos, las respuestas fueron contradictorias. Algunos se?alaban que el apoyo de los pa¨ªses ¨¢rabes y musulmanes hab¨ªa sido tard¨ªo, como si estos correligionarios de Bosnia les hubieran parecido extra?os, incluso extranjeros, ya que se trata de europeos cuyo islam se ha visto alterado por la represi¨®n del r¨¦gimen marxista instaurado inmediatamente despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial.
Otros, por el contrario, sosten¨ªan que los pa¨ªses musulmanes hab¨ªan enviado en seguida -pero en secreto- una ayuda importante en armas y dinero. Los pa¨ªses m¨¢s activos -Arabia Saud¨ª, Ir¨¢n, Egipto- libran incluso una dura lucha de influencia. Sin embargo, a las instituciones isl¨¢micas les hubiera gustado esperar a que hubiera muchos m¨¢rtires antes de condenar oficialmente las matanzas.
Tanto en un caso como en otro, el env¨ªo de combatientes ¨¢rabes y musulmanes ser¨ªa relativamente reciente. La brigada internacional isl¨¢mica, si se puede llamar as¨ª, contar¨ªa con una fuerza de 7.000 hombres. Pero seg¨²n otras fuentes, entre ellas la prensa ¨¢rabe de Londres, esos muyahid (luchadores) no ser¨ªan m¨¢s que 400. En realidad, esta cifra corresponder¨ªa ¨²nicamente a los llamados afganos, voluntarios procedentes de varios pa¨ªses, pero que han adquirido en Afganist¨¢n una s¨®lida experiencia como guerrilleros.
He o¨ªdo c¨®mo en un mismo bando sosten¨ªan posturas totalmente opuestas. Algunos croatas me explicaron que, sin un acuerdo t¨¢cito entre algunos de sus l¨ªderes y los de Serbia, la suerte de Bosnia habr¨ªa sido diferente. Otros, por el contrario, se mostraban escandalizados ante tales declaraciones y subrayaban que los croatas, que son v¨ªctimas de los serbios, son objetivamente solidarios con los musulmanes de Bosnia. Algunos iban incluso m¨¢s lejos y reprochaban a los dirigentes de los pa¨ªses de la CE el haberse mostrado demasiado indecisos con respecto a la tragedia de Bosnia, porque son los musulmanes los que est¨¢n en primera l¨ªnea.
La diversidad de estos puntos de vista puede causar confusi¨®n y perplejidad. Con demasiada frecuencia, la reacci¨®n de los europeos en este conflicto es decirse: "Es demasiado complicado. ?No se puede hacer nada!". Pero la realidad es simple, terrible, para todo ser humano que crea en los valores de los derechos del hombre: las principales v¨ªctimas son los musulmanes de Bosnia y esta matanza se desarrolla en Europa, menos de medio siglo despu¨¦s del holocausto de jud¨ªos, de gitanos y de muchos otros pueblos en los campos de concentraci¨®n nazis.
Durante mi estancia en Split, los peri¨®dicos anunciaron que la guerra ya hab¨ªa ocasionado 120.000 muertos en Bosnia. Miembros del cuerpo diplom¨¢tico me confirmaron la cifra. Al d¨ªa siguiente, la agencia Tanjug de Belgrado reaccionaba indirectamente: public¨® fotos de un combatiente saud¨ª blandiendo la cabeza cortada de un serbio. Las fotos hab¨ªan sido encontradas en la cartera de otro muyahid¨ªn asesinado en los combates. En Roma, a mi regreso, vi esas im¨¢genes atroces en la portada de varios peri¨®dicos. De repente, la cifra de 120.000 muertos era ignorada o pasaba inadvertida. ?Eso tambi¨¦n es informaci¨®n! ?O desinformaci¨®n?
Desde entonces hemos sabido por la prensa que la guerra y, el invierno podr¨ªan provocar la, muerte de unas 250.000 personas m¨¢s. Un cuarto de mill¨®n. de seres humanos. Mientras la oleada islamista amenaza las orillas sur y este del Mediterr¨¢neo y comunidades de ¨¢rabes cristianos se sienten amenazadas, ?no corremos el riesgo de que el mal ejemplo que dan los, europeos en Bosnia cebe un poco m¨¢s todos los fanatismos?
?Qu¨¦ hacer entonces? Los intelectuales y periodistas no tenemos m¨¢s que un arma: la informaci¨®n. Tenemos que hablar, escribir, denunciar. Tenemos que declaramos en contra de la barbarie para que nadie pueda decir un d¨ªa: "?Yo no sab¨ªa!".
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