Habitantes de tres mundos
Habl¨¦ en mi art¨ªculo anterior de Manuel Garc¨ªa Pelayo y de Jos¨¦ Ferrater Mora, dos de nuestros mayores pensadores, hoy desaparecidos, a los que tuve la suerte de tratar y con los cuales compart¨ª adem¨¢s el mirlo blanco -o el cisne negro, como dec¨ªa Kant- de una amistad verdadera. Pero el hablar cumplidamente del primero no me dej¨® sitio para demorarme en la valiosa figura del fil¨®sofo catal¨¢n, hacia el que ahora enfoco estas l¨ªneas.La verdad es que me ver¨ªa en un aprieto si tuviera que aconsejar a un joven estudiante sobre qu¨¦ deb¨ªa leer de Ferrater para empezar a conocerle. Pues este profesor de filosof¨ªa fue hombre de m¨²ltiples registros, y su vida estuvo dominada por una incesante actividad, llena de curiosidad e inteligencia. Todos le ten¨ªamos por un notable pensador y ensayista, pero, cuando concluy¨® la redacci¨®n definitiva de su magno Diccionario de filosof¨ªa, nos sorprendi¨® lanzando su primera novela, Claudia, mi Claudia, en la que demostraba una madurez narrativa inesperada. Mientras tanto se hab¨ªa hecho experto en inform¨¢tica, en televisi¨®n y en cine, para el que hab¨ªa realizado, con sus personales medios, varias pel¨ªculas breves de las que fue, a la vez, guionista, c¨¢mara, montador y director. Pel¨ªculas, por cierto, curiosas, que hace a?os se proyectaron en la Fundaci¨®n March y que deber¨ªa darlas alguna de las televisiones de nuestro pa¨ªs, en la seguridad de que lograr¨ªan la audiencia de "una inmensa minor¨ªa", lo que tanto le hubiera alegrado conseguir en vida a este amateur para el cual el cine era su juego y su evasi¨®n.
Su obra mayor, la que quedar¨¢ insuperada por muchos a?os, es, claro, el mencionado diccionario, inicialmente publicado en Buenos Aires por la Editorial Sudamericana y que yo logr¨¦ recuperar para Alianza en su edici¨®n definitiva. No existe en el mundo un instrumento tan completo y valioso para quienquiera que estudie filosof¨ªa. Y como ¨¦sta es "la ciencia general del amor" porque conecta todas las realidades, incluye asimismo aquel repertorio conceptos que, sin ser estrictamente filos¨®ficos, est¨¢n en la vecindad intelectual de la filosof¨ªa, en esas grenzgebieten que llaman los alemanes, o zonas fronterizas, y son muy necesarios para una comprensi¨®n cabal de esta disciplina. Sorprende que en la voz Ferrater Mora de este libro-m¨¢quina no se defina el propio autor y mande al lector a un sinf¨ªn de otros art¨ªculos. Quiz¨¢ es un gesto elegante no hablar de s¨ª mismo, pero Ferrater tuvo su propia filosof¨ªa, un integracionismo que, seg¨²n explic¨® Salvador Giner, uno de sus disc¨ªpulos-amigos m¨¢s queridos, "integra el enfoque anal¨ªtico, el existencial (en su versi¨®n m¨¢s vitalista) y el fenomenol¨®gico".
Tres maestros, seg¨²n propia manifestaci¨®n, ha tenido nuestro amigo: Unamuno, Ortega y D'Ors. Los descubri¨® a trav¨¦s de sus libros, pero no pudo entrevistarse con ninguno de ellos porque los tiempos airados y los espacios forzados que le toc¨® vivir lo hicieron imposible. Y tres mundos ha sentido como suyos: Catalu?a, Espa?a y Europa. Sus Obras selectas, que publiqu¨¦ por los a?os sesenta en las Ediciones de la Revista de Occidente, se inician, precisamente, por sus principales ensayos sobre aquellos maestros y aquellas patrias, todas ellas igualmente bien amadas. Y si a los intelectuales espa?oles -incluido ¨¦l mismo- les ha preocupado tradicionalmente, sobre todo desde el 98, Espa?a como problema, podemos decir que para Ferrater Mora Catalu?a como problema ha sido una de sus meditaciones permanentes, en su af¨¢n de hacer compatibles esos tres mundos que, mental y sentimentalmente, habitaban en su alma.
Para ¨¦l, cuatro formas de vida principales caracterizan al hombre catal¨¢n: la continuidad, el seny, la mesura y la iron¨ªa. Continuidad significa querer seguir siendo el que se es, guardar la propia identidad en un mundo en cambio permanente; lo cual es lo contrario del tradicionalismo que pretende la misi¨®n imposible de hacer presente el pasado. Lo hisp¨¢nico, lo europeo y lo mediterr¨¢neo han influido siempre en la existencia catalana, haciendo que Ios catalanes se hayan sentido como desgarrados a la vez que solicitados por esos tres mundos". El seny, una de esas palabras arraigadas en la lengua catalana "que traducirla es traicionarla", s¨®lo puede entenderse por aproximaciones sucesivas que nos vayan desvelando sus diversas fisonom¨ªas. Es el seny a la vez -va explicando Ferrater- "oposici¨®n al entusiasmo gratuito y a la indiferencia desde?osa; significa por igual hostilidad al puro razonamiento y a la mera experiencia; es asimismo firmeza de esp¨ªritu sin terquedad, sin ilusi¨®n, sin enga?o; significa sobre todo lo que se suele llamar entereza....". No cabe duda de que, si los castellanos entendi¨¦semos a fondo su significaci¨®n, se iluminar¨ªa para nosotros el hond¨®n del alma catalana.
Quiz¨¢ en Ferrater la iron¨ªa ha sido la m¨¢s genuina herencia de su Catalu?a materna. La iron¨ªa a la que se refiere es "una actitud para designar la cual Eugenio d'Ors acu?¨® una expresi¨®n impecable, la creencia a medias: no, pues, la duda completa ni tampoco la completa creencia". ?l mismo lo confirma al recordar que "S¨®crates y Cervantes emplearon la iron¨ªa porque se encontraban... en una situaci¨®n humana en la cual los hombres no sab¨ªan por d¨®nde se andaban... y la iron¨ªa es un modo de enfrentar la perplejidad". ?C¨®mo resuena esto en nuestro tiempo!: el hombre se encuentra de nuevo en una encrucijada y no percibe con claridad hacia d¨®nde apunta el sentido de la historia, rolando loco, como giralda en la torre una noche de tormenta.
Ferrater ha dedicado a esta tr¨¢gica coyuntura todo un libro, que inicialmente titul¨® El hombre en la encrucijada para luego transformarlo, al reeditarse, en Las crisis sociales. El futuro puede ser catastr¨®fico, alentador o mediocre, pero cree que nos hallamos en una situaci¨®n menos angustiosa que la v¨ªvida por muchos hombres al final del mundo antiguo, "cuando creyeron que ya no hab¨ªa nada que hacer ". La esperanza procede de su amigo S¨®crates, quien, al darse cuenta de que la sociedad pod¨ªa estrangularse a s¨ª misma, por exceso de organizaci¨®n o por anarqu¨ªa -?sigue repercutiendo en nuestra actualidad!-, "hizo el descubrimiento capital de que por debajo de la sociedad hay siempre el hombre". Libro aquel tan apasionante que se completa con sus Cuatro visiones de la historia universal, las concepciones de cuatro grandes esp¨ªritus: san Agust¨ªn, Vico, Voltaire y Hegel. Quiz¨¢ nos sorprenda ver a Voltaire emparejado a grupo tan selecto, pero nos lo explicamos desde el momento en que el protegido de la marquesa de Ch?telet era de una proverbial iron¨ªa. Una iron¨ªa, sin embar-
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Habitantes de tres mundos
Viene de la p¨¢gina anteriorgo, llena de amargura, como la de Quevedo, y alejada de la de Ferrater, que, como la cervantina, "es m¨¢s bien piedad... y rodea su objeto sin enclaustrarlo, sin herirlo".
Ferrater vivi¨® muchos a?os exiliado: en Chile, en Cuba, en Estados Unidos, que ¨¦l valoraba tanto. Fue all¨ª, en su c¨¢tedra del Departamento de Filosof¨ªa del Bryn Mawr College, en Pensilvania, donde pudo desarrollar plenamente sus trabajos y donde permaneci¨® largo tiempo, incluso despu¨¦s de volver a Espa?a. Los honores comenzaron a recompensar moralmente esa vida dif¨ªcil que es siempre la del exiliado, y pueden simbolizarse en el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Comunicaci¨®n y Humanidades, que le concedi¨® hace unos a?os la Fundaci¨®n del Principado asturiano. Pero imagino que lo que m¨¢s le alegr¨® fue la creaci¨®n de una c¨¢tedra Ferrater Mora de Pensamiento Contempor¨¢neo por la Universitat de Girona, que ¨¦l mismo inaugur¨®, porque -ya lo he dicho- Catalu?a fue para ¨¦l parte esencial de su circunstancia. Ferrater insisti¨® mucho en que hab¨ªa que "catalanizar a Catalu?a", es decir, hacerla m¨¢s aut¨¦ntica y en forma, lo cual "no quiere decir... sustraer algo a Espa?a, sino todo lo contario: sumarle algo". Los catalanes -a?adi¨® en una conferencia que suena muy actual- "deben intervenir en Espa?a, lo cual significa contribuir a, pero no se contribuye a nada humano sin una copiosa personalidad".
Tuvo coraz¨®n y cabeza, dos virtudes no siempre coincidentes, y muri¨® en plena actividad intelectual, a los 78 a?os de edad. Esa c¨¢tedra que tan noblemente han creado sus paisanos integrar¨¢, sin duda, para justificar el nombre suyo que lleva, aquel triple mundo catal¨¢n, espa?ol y europeo en que Jos¨¦ Ferrater Mora se sent¨ªa ser en plenitud.
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