Muere Nikita Magaloff, un heredero de la tradici¨®n pian¨ªstica de Chopin
El concertista ruso estuvo ¨ªntimamente vinculado a la m¨²sica espa?ola
Nikita Magaloff muri¨® en la madrugada de ayer, s¨¢bado, en un hospital de la ciudad suiza de Vevey, el mismo donde una semana antes hab¨ªa celebrado su 800 aniversario. Nacido en San Petersburgo en 1912, Magaloff huy¨® con su familia de la revoluci¨®n de octubre de 1917 y se instal¨® en Par¨ªs, en cuyo conservatorio estudi¨® piano. Se nacionaliz¨® en Suiza y all¨ª convirti¨® a su casa de los alrededores de Ginebra en un santuario de la m¨²sica rom¨¢ntica y, en especial, de la herencia interpretiva de Federico Chopin, pues, como nuestro Luis Galve, fue disc¨ªpulo de Isidor Philipp y ¨¦ste, con Ra¨²l Pugno, comparti¨® la herencia de Georges Matthias, alumno directo de Chopin.
Magaloff pertenec¨ªa a una espl¨¦ndida generaci¨®n de pianistas, la del a?o 1916, junto con Richter, Guilels, Lipati, Benedetti, Horovitz, Arrau o Anme Fischer, entre otros. Todos ellos, como Magaloff, pusieron a tono con la sensibilidad contempor¨¢nea la gran m¨²sica rom¨¢ntica. Grab¨® ¨ªntegra la obra de Chopin, y la entend¨ªa bien porque la vivi¨® en sus fuentes.Tambi¨¦n vivi¨® a Prokofiev, con el que mantuvo amistad en Par¨ªs, y a Stravinski, cuya Petruchka interpretaba con potencia r¨ªtmica e imaginaci¨®n colorista. Y a Maurice Ravel y Serge Rachmaninov. Pero su prestigio mayor proced¨ªa de su saber desentra?ar los pentagramas chopinianos. Cuando Magaloff y Markevich se fund¨ªan en conciertos de Chopin, la magia que convierte en se?eras las ejecuciones t¨¦cnicamente perfectas se apoderaba de los emisores del mensaje y de sus receptores.
Residente en Suiza, cuya nacionalidad adopt¨® en 1956, Magaloff prosigui¨®, a la muerte de Dinu Lipati, las lecciones magistrales que el malogrado rumano dictaba en el conservatorio de Ginebra, ense?anzas que extendi¨® a los cursos estivales de Siena y Taormina. Un solo nombre basta para testimoniar el magisterio de Magaloff. el de Marta Argerich, por la que dio una cruda batalla en el concurso de Ginebra de 1957. En cierta ocasi¨®n el compositor espa?ol Ernesto Halffier, ante la pasi¨®n con que su amigo el pianista ruso Magaloff hablaba de Marta Algerich, le brome¨®: "T¨² est¨¢s enamorado de ella", lo que, al menos musicalmente, parec¨ªa justo y absolutamente cierto.
Dato simp¨¢tico y caracter¨ªstico de Nikita Magaloff fue su inter¨¦s permanente por los j¨®venes pianistas, a los que ayudaba sin que apareciera el tan frecuente fantasma de unos celos anticipados. En los concursos m¨¢s importantes, como Leeds, Van Cliburn, Clara Haskil, Geza Anda, Reina Elisabeth o Paloma O'Shea, Magaloff ejerc¨ªa como un jurado capaz de aliar el apasionamiento con la justicia m¨¢s rigurosa y exigente.
No pod¨ªa deslumbrarse ante el virtuosismo aparatoso si no era veh¨ªculo de un pensamiento musical de altos vuelos. Desde ¨¦l, gracias a su sensibilidad rom¨¢ntica y a su incesante acercamiento a lo espa?ol, Magaloff lograba unas versiones mod¨¦licas de Goyescas, de Granados, en las que la historia musical, en un curioso zigzag que va del intimismo chopiniano a la castiza y elegante tonadilla, cobraba vida sonora cargada de sugerencias pl¨¢sticas.
Se?or de la m¨²sica
Magaloff fue un se?or de la m¨²sica y, como Rubinstein, am¨® la vida hasta apurar sus momentos m¨¢s bellos. Era un exquisito, si devolvemos al t¨¦rmino la pureza radical de su significado. Exquisitez que aplicaba al descubrimiento de Espa?a y a la amistad con sus amigos espa?oles. Merodeaba por los jardines de la Alhambra; se apoyaba en la balaustrada del hotel Real; se asomaba al balc¨®n, inmerso en el Cant¨¢brico, de la casa de Paloma O'Shea en Santander; recorr¨ªa los mil detalles del modernista Palau de la M¨²sica en Barcelona. Una sola vez toc¨® Magaloff con m¨¢s conmoci¨®n que nunca: cuando muri¨® Ata¨²lfo Argenta y los madrile?os le rindieron homenaje en un concierto sin aplausos de la Orquesta Nacional dirigida por Eduardo Toldr¨¢, en el que Magaloff apen¨®, m¨¢s que expres¨®, el Segundo concierto de Chopin. "Todo eran tristezas", como canta el fado de Halffier. Ahora se renuevan.
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