El valle de las trampas
Los deportados palestinos creen m¨¢s en las amenazas israel¨ªes que en la ONU
Said Amr est¨¢ resignado a ir a la c¨¢rcel. Todav¨ªa no sabe muy bien por qu¨¦ ni por cu¨¢nto tiempo. "Cualquier cosa es mejor que esto", dice acercando las manos hac¨ªa unas brasas que agonizan. Amr es uno de los diez palestinos que Israel deport¨® "por error" hace 19 d¨ªas, junto con otros 405 hombres, a un fr¨ªgido limbo en el sur de L¨ªbano. Hasta el d¨ªa de su arresto, el pasado 16 de diciembre, era cajero en un establecimiento comercial en Nablus. Amr tiene 30 a?os,. est¨¢ casado y es padre de cuatro hijos. Musa, el mayor, tiene cinco a?os."Mi mujer trabaja como enfermera en nuestra aldea de Kfar Kalil, cerca de Nablus. Lo que gana no alcanza para la comida de todos", dice. La historia de Amr es triste, como el paisaje rocoso y gris. "No s¨¦ por qu¨¦ me deportaron. Lo que s¨ª s¨¦ es que tengo que volver a mi tierra. Si me meten en la c¨¢rcel, saldr¨¦ en seis, ocho, diez meses. Pero si me quedo, s¨®lo Dios sabe cu¨¢ndo volver¨¦ con mi familia", dice.
La cuesti¨®n no s¨®lo es cu¨¢ndo, sino c¨®mo volver. En teor¨ªa, el Ej¨¦rcito israel¨ª lo dejar¨ªa entrar a su "zona de seguridad" en el sur del L¨ªbano, lo arrestar¨ªa y enviar¨ªa al calabozo mientras aclara su propio error. Pero no es tan f¨¢cil. Israel ha designado tres v¨ªas de entrada, pero desde el Campo del Retorno, en el sur de L¨ªbano, es imposible llegar a esas compuertas israel¨ªes. El Ej¨¦rcito liban¨¦s les impedir¨¢ el acceso.
Para el Gobierno de Beirut, los palestinos tienen que regresar por el cruce de Zemraya, a menos de dos kil¨®metros del campamento. Una caminata f¨¢cil, si no fuera porque el camino est¨¢ minado. Los israel¨ªes y sus aliados de la milicia Ej¨¦rcito de L¨ªbano del Sur abrir¨ªan otra vez fuego contra todo aquel que se acerque a Zemraya. Todos los esfuerzos del Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja han fracasado. Por primera vez en d¨¦cadas, el Gobierno de Beirut mantiene su palabra: los deportados son un problema israel¨ª y es Israel el que debe solucionarlo, aunque los palestinos comiencen a morir de fr¨ªo, hambre y enfermedades en la ¨¢rida ladera al, sur de Marj az-Zohour, en el valle de la Bekaa.
El secretario general de la ONU, Butros Gali, ha enviado a un nuevo emisario a Israel con la advertencia de que la comunidad internacional podr¨ªa adoptar "otras medidas" (no se sabe exactamente cu¨¢les) para obligar al Gobierno de Isaac Rabin a respetar la resoluci¨®n 799, que exige el retorno de los desterrados. Pero nadie en el campamento tiene mucha fe en la gesti¨®n. Rabin ha dicho cien veces que la decisi¨®n es irreversible.Como la experiencia ha ense?ado a los palestinos a creer m¨¢s en las amenazas de Israel que en los compromisos de la ONU, los deportados se est¨¢n preparando para pasar dos a?os viviendo en carpas incrustadas entre las rocas, a tiro de ca?¨®n de las posiciones israel¨ªes. Con una resoluci¨®n de las Naciones Unidas en la mano, no tienen m¨¢s contacto con el mundo exterior que la radio y los periodistas.
"Nos quedaremos aqu¨ª el tiempo que sea necesario, es decir, hasta que Israel anule las deportaciones", afirma el portavoz del campo, Abdul Aziz alRantisi, un fornido m¨¦dico de Gaza que no oculta su simpat¨ªa por el Hamas, el proscrito movimiento de la resistencia isl¨¢mica autor de los m¨¢s espectaculares ataques contra las fuerzas israel¨ªes. "Nos moveremos s¨®lo en direcci¨®n sur, hacia Palestina", a?ade con convicci¨®n.
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