"Es un milagro que estemos aqu¨ª"
La ¨²nica espa?ola que volaba en el avi¨®n estrellado en Nueva Delhi cuenta c¨®mo se salv¨® el pasaje
"Fue horrible", explica Montserrat Barber¨® Torres, de 27 a?os, la ¨²nica espa?ola que viajaba en el avi¨®n Tupolev que se estrell¨® e incendi¨® en el aeropuerto de Nueva Delhi el pasado s¨¢bado, y en el que milagrosamente no hubo v¨ªctimas mortales entre los 161 pasajeros. "Acababan de anunciar el aterrizaje. Yo llevaba a mi hijo de dos a?os en los brazos. No me hab¨ªa abrochado el cintur¨®n de seguridad. De pronto o¨ª un ruido enorme, como si todas las ruedas hubieran reventado a la vez. El avi¨®n se volc¨® hacia el lado derecho. Grit¨¦: '?Mi hijo, mi hijo!'. Luego cerr¨¦ los ojos creyendo que era el final y que una cosa as¨ª no pod¨ªa pasarnos. Es un verdadero milagro que estemos aqu¨ª".Montserrat est¨¢ ahora con su marido, un indio llamado Syed Dvais Sarmad, de 32 a?os, quien tambi¨¦n viajaba con ella, y el ni?o, en una habitaci¨®n de un hotel de Nueva Delhi, recuper¨¢ndose del susto. Pero recuerda aquellos momentos terribles en los que la tripulaci¨®n rusa (el avi¨®n hab¨ªa sido alquilado por la compa?¨ªa Indian Airlines a las l¨ªneas uzbekas) se esfum¨® sin prestar auxilio y organizar la evacuaci¨®n, siendo ellos los primeros en ponerse a salvo.
"No dijeron ni una palabra por los altavoces cuando el golpe arranc¨® las puertas; los tripulantes desaparecieron y nunca m¨¢s se supo de ellos. Dentro del avi¨®n, los que no llev¨¢bamos puestos los cinturones de seguridad ca¨ªamos como pelotas de pimp¨®n sobre los que iban atados. Mi marido estaba abajo y me extend¨ªa los brazos para que le pasara al ni?o. Lo hice, y ¨¦l lo empuj¨® hacia otros pasajeros que estaban cerca de la salida. Recuperamos al ni?o en la pista, o lo que fuera aquello. La niebla era muy espesa. El p¨¢nico hizo que nadie gritara. Eran las cuatro de la madrugada. Corrimos descalzos para huir de las llamas que ya se ve¨ªan en la cola. Luego hubo dos o tres explosiones. Hasta que lleg¨® alguien a auxiliarnos pasaron casi 45 minutos. Lo primero que vimos fue un jeep, en el que la gente fue meti¨¦ndose hasta llenarlo. Tuvo que hacer varios viajes hasta la terminal".
El marido de Montserrat, que trabaja en la organizaci¨®n internacional para las migraciones, con sede en Ginebra, recuerda que al estrellarse el avi¨®n se extra?¨®: "?Ser¨¢ as¨ª como aterrizan los aviones rusos?". Al ver que se trataba de algo muy grave, se dirigi¨® a Al¨¢ pidiendo que no le separasen de su esposa y de su hijo.
En el incendio han perdido el equipaje, los documentos y el dinero. Han tenido que cancelar su siguiente vuelo a Ginebra por falta de pasaportes y tambi¨¦n porque no tienen ganas de volver a volar tan pronto. Est¨¢n seguros de que van a superar el miedo. Iban sentados en la fila 10, pr¨®xima a la puerta de emergencia, y eso les permiti¨® ser de los primeros en saltar del aparato. Muchos pasajeros rompieron a llorar cuando fueron trasladados a la terminal del aeropuerto. Un indio sij gritaba y sollozaba buscando a su beb¨¦. El hijo de Syed y Montserrat pregunt¨®, viendo c¨®mo se incendiaba el Tupolev: "?No tiene agua este avi¨®n? ?Se ha roto?".
Barber¨® estudi¨® Filolog¨ªa Inglesa en Salamanca, su ciudad natal. Ahora quiere volver pronto a Espa?a para abrazar a su madre, a quien ocult¨® que viajaba en este mont¨®n de chatarra humeante. "El vuelo llevaba seis horas de retraso, y nos han dicho que el piloto ruso hab¨ªa estado trabajando 16 horas sin interrupci¨®n. Se ve que ten¨ªa ganas de llegar".
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