Filosof¨ªa y dignidad de la raz¨®n
"Todos los humanos, por genuina disposici¨®n, aspiran a inteligir". Esta radical afirmaci¨®n de Arist¨®teles en el arranque de su Metaf¨ªsica ha podido ser glosada en el sentido de que la verdad es algo que a todos concierne, de que cualquier ser ling¨¹¨ªstico se halla esencialmente marcado por esa aspiraci¨®n a la lucidez a la que etimol¨®gicamente responde la palabra filosof¨ªa, de tal forma que la reducci¨®n de ¨¦sta a una pr¨¢ctica de ¨¦lites culturales supondr¨ªa mutilar radicalmente al conjunto de los ciudadanos.En su arranque, la filosof¨ªa tiene en el lenguaje llamado natural las condiciones necesarias y suficientes para su despliegue: no depende del grado de desarrollo cultural que unos sujetos alcanzan y otros no, sino de un n¨²cleo presente en todo ser ling¨¹¨ªstico, sea cual sea su posici¨®n en la jerarqu¨ªa de los valores culturales. Cualquier ser humano, explorando el n¨²cleo del lenguaje, se enfrenta a las cuestiones que un ni?o ingenuamente plantea, cuestiones a la vez elementales y quiz¨¢ insolubles, aut¨¦ntica urdimbre de nuestras experiencias cotidianas.
Y precisamente por constituir exigencia elemental del ser ling¨¹¨ªstico, la filosof¨ªa alcanza un elevad¨ªsimo grado de complejidad, pues las cuestiones elementales son la aut¨¦ntica matriz de las disciplinas art¨ªsticas y de las disciplinas cient¨ªficas dignas de tal nombre, las cuales s¨®lo alcanzan su destino cuando son instrumentos de inteligibilidad, o sea, puntos de apoyo para la aspiraci¨®n filos¨®fica. La matem¨¢tica, la teorizaci¨®n musical, la f¨ªsica te¨®rica o la explotaci¨®n arquitect¨®nica del espacio encuentran en la filosof¨ªa un punto de convergencia, aut¨¦ntica "unidad focal de significaci¨®n". En ausencia de ello, tales disciplinas quedan reducidas (seg¨²n la expresi¨®n de un gran matem¨¢tico actual) a la insignificancia.
No otra cosa indica Descartes cuando a sus trabajos cient¨ªficos a?ade ese pr¨®logo legitimador, conocido como Discurso del m¨¦todo, que reivindica la unidad de la raz¨®n que en tales escritos se despliega. Cierto es, sin embargo, que en nuestra ¨¦poca unos -fonnados en las facultades cient¨ªficas- se especializan en retazos del contenido, mientras que otros -formados en facultades human¨ªsticas- se especializan s¨®lo en el pr¨®logo.
Extra?a quiebra, que Descartes vivir¨ªa como aut¨¦ntica mutilaci¨®n, pero que no escandaliza en modo alguno a los voceros culturales ni a los responsables de nuestra educaci¨®n. Llega incluso a sugerirse que la restauraci¨®n de la raz¨®n en su plenitud es un sue?o cargado de amenazas, totalitarias.
En tales condiciones, el terreno est¨¢ abonado para que fructifique en el cuerpo social un discurso negador de la capacidad de entereza de los seres de raz¨®n, discurso seg¨²n el cual la religi¨®n constituir¨ªa (adem¨¢s de b¨¢lsamo eficaz para no desfallecer en un destino marcado por la escisi¨®n y la finitud) la fuente ¨²nica de sentido y el ¨²nico referente para garantizar en la dial¨¦ctica social un m¨ªnimo de comportamiento ¨¦tico. Mas comprobado est¨¢ que Dios no constituye vacuna alguna contra la degradaci¨®n. La esperanza de salvaci¨®n personal (a costa de la raz¨®n) se revela por doquier c¨®mplice del s¨¢lvese quien pueda, del alzarse sobre los dem¨¢s en la mara?a del cuerpo social.
De ah¨ª que al restaurado "sin Dios todo estar¨ªa permitido" del personaje de Dostoievski objetemos, con Ren¨¦ Thom, que "cabe una respuesta laica". Respuesta consistente en reivindicar la dignidad, potencia y fertilidad de la raz¨®n y traducirla socialmente en la ense?anza primaria, secundaria y universitaria. Se superar¨ªa as¨ª, por ejemplo, esa estramb¨®tica situaci¨®n consistente en introducir a los ni?os en la matem¨¢tica mediante teor¨ªa de conjuntos (arrinconando de paso aquel acceso cl¨¢sico que desarrollaba la intuici¨®n espacial) sin explicarles jam¨¢s el sentido de dicha teor¨ªa, a saber: su concepci¨®n por Cantor como nueva arma para abordar el problema, esencialmente filos¨®fico, del infinito. Situaci¨®n ¨¦sta equivalente a la de manejar un instrumento sin saber la causa final de su invenci¨®n.
Por lo que a la ense?anza universitaria se refiere, la respuesta laica pasa necesariamente por la promoci¨®n de aut¨¦nticos departamentos de filosof¨ªa. Lugares ¨¦stos en los que relativiz¨¢ndose la divisi¨®n de los saberes (por intersecci¨®n y convergencia, no por ignorancia de las mediaciones) se realizar¨ªa el proyecto kantiano que ve¨ªa en la filosof¨ªa "un departamento entre otros y, sin embargo, toda la Universidad". Toda la Universidad en el sentido de que, tomando apoyo en las disciplinas contempor¨¢neas, la formaci¨®n consistir¨ªa en explotar los elementos ¨²ltimos de clasificaci¨®n y ordenaci¨®n, aquello que Arist¨®teles sit¨²a en el n¨²cleo tanto de la raz¨®n como de lo real, siempre mediatizado por ella.
M¨¢s precisamente, cuando la filosof¨ªa recaba la ayuda de aquellos que han consagrado su esfuerzo a las tareas nobles del arte y de la ciencia, surgen tentativas administrativas de sustituirla por (o diluirla en) una tisana de nueva cosecha e insulso sabor, recubierta bajo el prestigioso nombre de Facultad de Humanidades. Por mucho que se embarque en el empe?o a profesorado eminente (alg¨²n fil¨®sofo de primera fila entre ellos), no es ¨¦sta la v¨ªa de fertilizaci¨®n de la Universidad espa?ola.
es miembro del Departamento de Filosof¨ªa de la Facultad de Filosof¨ªa y Ciencias de la Educaci¨®n de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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