La "perestroika" de Clinton
El presidente electo Clinton convoc¨® y presidi¨® como gobernador una cumbre econ¨®mica de 48 horas en su capital, Little Rock (Arkansas), los d¨ªas 14 y 15 de diciembre. Los invitados eran economistas acad¨¦micos (incluidos varios premios Nobel), destacados empresarios y directores de bancos, pol¨ªticos del Senado y de la C¨¢mara de Representantes, l¨ªderes sindicales, as¨ª como algunos de los miembros designados de la nueva Administraci¨®n de Clinton. La mezcla de asistentes a la cumbre, transmitida por la principal cadena de televisi¨®n, CNN, indicaba su mensaje b¨¢sico. El estado de la econom¨ªa, dec¨ªa ese mensaje, no es asunto exclusivo de los empresarios ni la prerrogativa de los bur¨®cratas del Gobierno. Es un asunto p¨²blico.En muchos aspectos, la cumbre fue un recital sorprendente de una nueva era pol¨ªtica. La era Clinton empezaba con trabajo (incluso antes de su inauguraci¨®n), no con espect¨¢culo. Los estadounidenses, acostumbrados a que sus presidentes hablen un ingl¨¦s incorrecto y no tengan experiencia concreta en nada, aparte de en pol¨ªtica, estaban escuchando a un presidente electo que absorb¨ªa atentamente discursos durante 10 horas al d¨ªa; que comprend¨ªa todas las cuestiones y hablaba de ellas con facilidad, y que pod¨ªa plantear problemas y citar cifras sin utilizar notas. Por ¨²ltimo, el lenguaje de la conferencia estaba dirigido a los o¨ªdos del ciudadano medio, y no del iniciado, del experto, del colega acad¨¦mico.
El discurso inaugural de Clinton, as¨ª como las principales intervenciones del debate, no han dejado ninguna duda respecto a que, a pesar de los indicios a corto plazo de una recuperaci¨®n econ¨®mica limitada, Estados Unidos necesita una perestroika por varias razones. En primer lugar, todos estuvieron de acuerdo sobre el hecho de que el d¨¦ficit presupuestario federal de Estados Unidos, que empeora cada a?o, afecta, como se?al¨® Henry J. Aaron, un economista de la Instituci¨®n Brooking, a las esperanzas y aspiraciones econ¨®micas de las empresas y los trabajadores estadounidenses (es de destacar la vinculaci¨®n de las dos partes). Felix Rohatyn, c¨¦lebre personaje p¨²blico del mundo de la banca de inversi¨®n y cr¨ªtico social, a?adi¨® que en Estados Unidos hay una desinversi¨®n de dos billones de d¨®lares en el sector p¨²blico (lo cual significa puentes, carreteras, colegios y hospitales desesperadamente necesarios, pero nunca construidos, ciudades en ruinas). En segundo lugar, se observ¨® que cada vez hay m¨¢s conciencia de que el presente es un momento de grandes transformaciones econ¨®micas. Sculley, presidente ejecutivo de Apple Computer, utilizando un lenguaje sencillo y persuasivo, compar¨® nuestra era con la de la gran transici¨®n de la agricultura a la industria. Seg¨²n dijo, la econom¨ªa posindustrial est¨¢ basada en ideas e informaci¨®n que salen de nuestra mente. Por consiguiente, la educaci¨®n es un factor econ¨®mico crucial (y la sociedad norteamericana est¨¢ de acuerdo con respecto a la degradaci¨®n, quiz¨¢s descomposici¨®n, del sistema educativo). Michael Porter, de la Universidad de Harvard, mencion¨® tambi¨¦n un nuevo paradigma (¨¦sta fue la ¨²nica concesi¨®n que se hizo al lenguaje acad¨¦mico ante las c¨¢maras) de competencia internacional, basada fundamentalmente no en el acceso a los recursos naturales, o a la mano de obra o en el dominio de un amplio mercado interno, sino en la capacidad de innovaci¨®n y la constante mejora y modernizaci¨®n tecnol¨®gicas. Tambi¨¦n se aludi¨® a la nada halag¨¹e?a coyuntura internacional -previsible crecimiento cero en la CE y tal vez en Jap¨®n, declive econ¨®mico en los antiguos pa¨ªses comunistas y estancamiento y crisis fiscal en Latinoamerica- Y, por ¨²ltimo, aunque nadie lo mencion¨®, flotaba en el aire un factor que fue lo bastante discutido durante la campana electoral como para estar en la mente de todos: la primera generaci¨®n norteamericana de posguerra de j¨®venes adultos estadounidenses que gana menos que sus padres.
En su discurso inaugural, Clinton estableci¨® las siguientes metas y objetivos. En primer lugar, el Gobierno aumentar¨¢ la inversi¨®n en educaci¨®n (incluida la formaci¨®n profesional, que ha sido descuidada en nombre de un programa m¨¢s bien ficticio de educaci¨®n universitaria universal para el pueblo). En segundo lugar, el Gobierno se comprometi¨® a potenciar las inversiones en general, no s¨®lo en t¨¦rminos de la cantidad invertida, sino tambi¨¦n mediante su recanalizaci¨®n. El ministro de Trabajo designado para la nueva Administraci¨®n, Robert Reich, un economista de, Harvard e intelectual cr¨ªtico, hizo hincapi¨¦ en que, bajo la Administraci¨®n republicana s¨®lo se hab¨ªa destinado un 9% del presupuesto federal a usos que cualquiera de los participantes de la cumbre econ¨®mica hubiera denominado gasto p¨²blico. En tercer lugar, "hay que hacer algo con el d¨¦ficit", afirm¨® el presidente electo. En cuarto lugar, las cuestiones de medio ambiente deber¨ªan ser una verdadera preocupaci¨®n, no una cuesti¨®n simb¨®lica, para los Gobiernos de Estados Unidos.
La se?al m¨¢s alentadora, tanto del discurso inaugural como del debate, fue el hecho de que casi nadie trat¨® las cuestiones econ¨®micas (tras las cuales se esconden una creciente y malsana desigualdad, millones de obreros pobres e incluso m¨¢s millones sin seguro de enfermedad) como un asunto a resolver por los sagaces manipuladores del Gobierno y los grandes bancos. Todos trataron los problemas como cuestiones pol¨ªticas que afectan al conjunto de la poblaci¨®n. Por otra parte, estar¨ªamos perdidos si intent¨¢ramos encontrar en el viejo vocabulario el t¨¦rmino adecuado para esta pol¨ªtica econ¨®mica. Desde luego, es de izquierdas para un republicano de Reagan o Bush, pero no es la pol¨ªtica socialdem¨®crata de los folletos que reivindican un mayor bienestar. Es m¨¢s comunitaria (lo cual constituye su rasgo estadounidense) y exige que los derechos vayan acompa?ados de deberes (algo muy poco estadounidense). Fue en este contexto donde, tanto la prensa como los asistentes, subrayaron con comentarlos cr¨ªticos la imprecisi¨®n de la ret¨®rica de Clinton.
Habl¨® incesantemente de reducci¨®n del d¨¦ficit, pero evit¨® aludir siquiera de pasada a las medidas concretas que iba a proponer.
A pesar de esta omisi¨®n ligeramente sospechosa, hay que insistir en la orientaci¨®n pol¨ªtica (y no burs¨¢til) del lenguaje del debate -en marcado contraste con los debates televisivos sobre econom¨ªa- porque bajo este cambio de estilo yace una cuesti¨®n que afecta al conjunto de nuestra ¨¦poca.
Con frecuencia se subraya que la ca¨ªda del comunismo ha permitido contemplar con ojos muy cr¨ªticos la actual situaci¨®n de las sociedades occidentales en lugar de limitarse a disfrutar de la luna de miel del capitalismo triunfante con la democracia incipiente del hemisferio norte. Pero esto no es m¨¢s que parte de la verdad. Da la impresi¨®n de que estuviera esboz¨¢ndose
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una nueva forma de ver las cosas entre los agentes sociales del panorama pol¨ªtico. Hemos heredado del siglo XIX el pensamiento y el vocabulario bipolares de "econom¨ªa socialista frente a capitalismo". Este legado se redujo a dos extremos (en teor¨ªa y a menudo en la pr¨¢ctica): por un lado, a la propiedad estatal universal, que equival¨ªa a dictadura por encima de nuestras necesidades y a ineficiencia econ¨®mica al por mayor, y, por el otro, a la utop¨ªa de un mercado autorregulado tras el cual se ocultaba la triste realidad de la pobreza urbana del siglo XIX. Iniciativas como la perestroika de Clinton parecen indicar que est¨¢ produci¨¦ndose un distanciamiento con respecto a esta concepci¨®n y pr¨¢ctica bipolares, una transici¨®n hacia una nueva comprensi¨®n de las caracter¨ªsticas de la econom¨ªa moderna. Seg¨²n esta nueva comprensi¨®n, la econom¨ªa ser¨¢ de mercado, global, estar¨¢ basada en la propiedad y en la ?niciativa privada empresarial -y en este sentido ser¨¢ capitalista- Pero tambi¨¦n se considerar¨¢ una esfera p¨²blica, a la que afectar¨¢n las expectativas sociales y, por consiguiente, la normativa estatal; en este sentido, se considera una instituci¨®n socializada. Las principales expectativas con respecto a la instituci¨®n social-econ¨®mi¨¦a en cualquier democracia liberal son actualmente tres: crecimiento, empleo y protecci¨®n del medio ambiente. ?stos son los puntos de la agenda de la perestroika de Clinton, que podr¨ªa ser un importante paso para salir del atolladero te¨®rico heredado del siglo XIX, un paso decisivo hacia el siglo XXI.
Agnes Heller es profesora de Sociolog¨ªa de la Nueva Escuela de Investigaci¨®n Social, en Nueva York.
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