Los derechos de las v¨ªctimas
LOS DEFENSORES de ETA -profesionales o espont¨¢neos- suelen argumentar que, al juzgar las acciones de los miembros de esa banda, la consideraci¨®n de su motivaci¨®n pol¨ªtica debe primar sobre la de sus efectos. Sin embargo, ?qu¨¦ motivaci¨®n pol¨ªtica podr¨ªa justificar el atentado que la noche del martes acab¨® con la vida del hostelero y antiguo futbolista de la Real Sociedad Jos¨¦ Antonio Santamar¨ªa? Esa muerte lleva el dolor a los allegados de la v¨ªctima y amarga las fiestas a sus vecinos donostiarras; pero, aparte de eso, ni el m¨¢s fan¨¢tico puede pensar que vaya a influir en cualquier sentido en la situaci¨®n pol¨ªtica o que sea capaz de hacer avanzar causa alguna.Excepto la de la intolerancia. Es seguro que los encargados de justificar el crimen invocar¨¢n las sospechas que relacionaron al muerto con el mundo de la droga. Seg¨²n su l¨®gica, esas sospechas merecen la muerte. Pero aceptar tal l¨®gica supondr¨ªa retroceder no ya a la Inquisici¨®n, sino a la barbarie: a la supresi¨®n de proceso. ?Qu¨¦ justicia y qu¨¦ libertad cabr¨ªa esperar del triunfo de quienes as¨ª act¨²an? Jos¨¦ Antonio Santamar¨ªa no tendr¨¢ ocasi¨®n de defenderse, y aunque otros lo intenten, sus razones no servir¨¢n ya para evitar una sentencia que no s¨®lo ha sido dictada, sino ejecutada.
Si nos atenemos a la estad¨ªstica, es bastante probable que quien efectu¨® el disparo mortal sea, m¨¢s pronto o m¨¢s tarde, detenido por la polic¨ªa y enjuiciado por los tribunales. ?No ser¨ªa un sarcasmo que, en el trance de ser juzgada, esa persona pretendiera a la vez justificar su crimen y alegar indefensi¨®n por alg¨²n motivo procedimental? S¨ª, ser¨ªa un sarcasmo, pero la diferencia entre el reo y sus juzgadores (y lo que respectivamente representan) reside en que para los segundos ello no bastar¨ªa para condenar al juzgado sin ser o¨ªdo, incluso a prop¨®sito de esas cuestiones de procedimiento.
Son las reglas del proceso, incluyendo la garant¨ªa de los derechos de las partes, lo que distingue a la justicia de la venganza. Sin ellas, cada v¨ªctima (o sus allegados) se sentir¨ªa no ya autorizada, sino obligada a vengar la sangre vertida derramando la del criminal. Contra esa espiral de la venganza privada ininterrumpida, que har¨ªa imposible la convivencia, se invent¨® el sistema judicial. Su objetivo es interrumpir ese mecanismo mediante la atribuci¨®n a una instancia especializada de la ¨²ltima palabra sobre la culpabilidad y su sanci¨®n.
No una, sino decenas de v¨ªctimas figuran en el historial de algunas de las personas que, debiendo haber sido juzgadas estos ¨²ltimos meses ante la Audiencia Nacional, no lo han sido por incomparecencia de sus abogados, que alegan dificultades para comunicar con sus clientes y preparar sus defensas. Como los presos no han renunciado a sus defensores, la sustituci¨®n de ¨¦stos por otros del turno de oficio resulta problem¨¢tica. El asunto se prolonga desde septiembre, pese a que la queja m¨¢s concreta, relacionada con la pol¨ªtica de dispersi¨®n de los presos por la geograf¨ªa carcelaria, ya tuvo una respuesta razonable con la orden (te que los reos fueran trasladados a una prisi¨®n de Madrid -sede de la Audiencia Nacional- 30 d¨ªas antes; de la vista. La Audiencia ha indicado a los letrados que si existen otros motivos de queja, ajenos al proceso, deben denunciarlos ante los jueces de vigilancia penitenciaria.
La persistencia en su actitud ha hecho pensar en la existencia de una deliberada actitud obstruccionista. Incluso en ese caso, sin embargo, las garant¨ªas deben primar sobre otras consideraciones. Con una limitaci¨®n: los derechos d e la v¨ªctima. El plante de los abogados apenas tiene efecto sobre la situaci¨®n de los reos, que siguen en prisi¨®n. La no celebraci¨®n del juicio resulta en cambio un agravio para las v¨ªctimas de los cr¨ªmenes juzgados. La b¨²squeda de una salida por parte: de la Audiencia Nacional deber¨¢ hallar un equilibrio no tanto entre garant¨ªas y eficacia como entre los derechos de los juzgados y los de sus v¨ªctimas. Sin garant¨ªas para el reo no hay justicia digna de ese nombre, pero tampoco sin el proceso que ofrezca reparaci¨®n a su v¨ªctima.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.