Adi¨®s a 20 a?os
Han pasado 20 a?os y medio desde que mi t¨ªo Jes¨²s, famoso porque una tarde de seda se lanz¨® al campo a abrazar a Ben Barek en el Metropolitano, me entreg¨® mi primer carn¨¦ del Atleti.Era mayo del 72, y aquel regalo, aunque fuera el mejor de la comuni¨®n y el ¨²nico que conserv¨¦, fue una especie de traici¨®n, m¨ªa, porque mi abuelo era madridista -muy prudente y muy a escondidas de sus hijos, colchoneros todos-, y porque yo lo acompa?aba oyendo Carrusel las tardes de domingo mientras sus hijos sal¨ªan rumbo al paseo de los Melanc¨®licos, sin n¨²mero.
Hac¨ªa ya alg¨²n tiempo entonces que Vicente Calder¨®n hab¨ªa dispuesto que la senda de los elefantes saliera del r¨ªo, y casi nadie recordaba ya los cabezazos mustios, paquid¨¦rmicos, Reina Victoria arriba, de los atl¨¦ticos, repitiendo mil veces "este Atleti" a la salida del en¨¦simo partido regalado o robado o ganado in extremis.
Debut¨¦ con derby, previa lipotimia de los nervios y con los amores cruzados. Un friqui de Aragon¨¦s, rosca infinita, termin¨® como sol¨ªa: gol. Un c¨®rner clar¨ªsimo a favor acab¨®, ceguera arbitral mediante, como sol¨ªa y suele a¨²n algunas veces: saque de puerta-contraataque-gol en orsai de Grosso en el ¨²ltimo minuto.
Mi abuelo se qued¨® desde entonces solo con su Westinghouse a pilas, y, como no hay nada que: una m¨¢s que las desgracias, pronto llegaron m¨¢s, much¨ªsimas m¨¢s: un tal Schwarzenbeck, que tir¨® desde su casa en M¨²nich, marc¨® gol en, Bruselas. Un tal Guruceta, que en paz descanse, convirti¨® un ba?o copero en derrota por penaltis. Un tal Urrestarazu.
Pasaron 15 a?os. De romanticismo en derrota, de llaga en pupa incurable, de Ur¨ªo Vel¨¢zquez en Garc¨ªa de Loza, seguimos bien conformes con nuestra negra suerte y nuestro rechazo blanco, sanamente contentos con una adversidad que iba a durar jam¨¢s.
Un d¨ªa, un joven portugu¨¦s hizo justicia con el Bayern, los de la aspirina que daba dolor de cabeza, y un se?or gordo decidi¨® convertirlo en votos.
Mi abuelo sabe que yo no lo vot¨¦, pero los antecedentes me importaron menos que la magia veloz del vengador hist¨®rico.
Y renov¨¦ el abono.
Ahora se va. Su capacidad para encarar al portero de frente y terminar centrando, medido, desde el c¨®rner, sus eslalons fren¨¦ticos, sus regates supers¨®nicos,. los pu?etazos que le daban, los penaltis que no le daban, los fallos imposibles, las exhibiciones en el Bernab¨¦u, eran los ¨²ltimos coletazos de la feliz causa de los perdedores m¨¢s gustosos del mundo.
El hombre que met¨ªa el 50% de los friquis y su amigo el presidente-alcalde han decidido que en las sociedades an¨®nimas no hay lugar para la anarqu¨ªa o la genialidad.
Veinte a?os y medio es una buena fecha para darse de baja-
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