En Palestina a¨²n es posible el consenso
Palestina no es s¨®lo un lugar de confrontaci¨®n entre dos grandes pueblos hist¨®ricos: el palestino, apegado desde miles de a?os a ese suelo, y el jud¨ªo, vali¨¦ndose de su tradici¨®n y de la atormentada gesta moderna del sionismo. Esa tierra es tambi¨¦n escenario del choque entre categor¨ªas hist¨®ricas contrapuestas, pertenecientes a la propia concepci¨®n colectiva del mundo, del ¨¢mbito de lo tradicional la primera, incardinada en la modernidad la segunda. Pues bien, parad¨®jicamente, quiz¨¢s pueda zanjarse ahora positivamente el malogrado tr¨¢nsito a la modernidad que tipifica las culturas y las tierras de Oriente Pr¨®ximo tras un retraso hist¨®rico acumulado y con la desgraciada impronta del colonialismo.Hace cinco a?os, los ni?os palestinos comenzaban la Intifada, un acontecimiento m¨ªtico m¨¢s all¨¢ de lo propiamente hist¨®rico. La Intifada, movimiento de resistencia de unos j¨®venes utilizando como arma su propio cuerpo, ha sido interpretar da desde horizontes pol¨ªticos dispares, pero, en la mayor¨ªa de las ocasiones ha sido valorada como un gesto de desesperaci¨®n o como la expresi¨®n de una esperanza posible.
?Por qu¨¦ ser¨ªa la Intifada esperanzadora? En primer t¨¦rmino, porque fundamenta lo que en pol¨ªtica la hace posible: la libertad y la identidad de un pueblo. Una libertad y una identidad por la que se vive, se combate y se muere... Sin esta afirmaci¨®n, aun en su expresi¨®n m¨¢s dram¨¢tica, no se puede salir de la situaci¨®n de confusi¨®n, represi¨®n y guerra civil larvada como la que se vive en esas tierras. S¨®lo a partir de ella se puede iniciar la ¨²nica v¨ªa de salida: la del consenso. Parece dific¨ªl hablar hoy de consenso, despu¨¦s de la expulsi¨®n de lo! palestinos hacia L¨ªbano. Sin embargo, hay tambi¨¦n quien hace esta apuesta en Israel porque es la ¨²nica v¨ªa posible.
El pueblo palestino, como tal, ha visto su identidad negada, despreciada o manipulada tanto por adversarios como, a veces, por hermanos. Para unos y para otros era una categor¨ªa m¨ªtica extraordinariamente ¨²til. Para los jud¨ªos, el gran y necesario revulsivo al asentamiento de su propio pueblo. Para los ¨¢rabes, la reserva simb¨®lica que permite disparar el mecanismo de la indignaci¨®n colectiva y de la eventual movilizaci¨®n, Pero el pueblo palestino se ha negado a esta transmutaci¨®n simb¨®lica. "Abogado de una verdad que durante mucho tiempo ha estado enterrada en la conciencia del mundo" (en palabras de Baider Abdel Shafi, jefe de la delegaci¨®n palestina en la Conferencia de Paz de Madrid), ese pueblo ha iniciado el largo y dificil camino de la afirmaci¨®n de la identidad propia a manos de sus organismos representativos -Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP) y Consejo Nacional Palestino- y, m¨¢s todav¨ªa, a lo largo y lo ancho de su propia tierra empu?ando las piedras del camino. Gracias a esto, precisamente, se han abierto las v¨ªas del consenso que preside las negociaciones, cuyas modalidades complicadas se est¨¢n discutiendo ahora mismo y que son las ¨²nicas que har¨¢n posible la paz en Palestina.Ya en 1988 Yasir Arafat, en nombre de su pueblo, dio unos pasos en ese sentido, reconociendo unilateralmente el Estado de Israel desde la tribuna de las Naciones Unidas y renunciando a la violencia. Y, ¨²ltimamente, los palestinos han acudido con ¨¢nimo positivo, a pesar de ingentes dificultades, a la Conferencia de Paz, primero en Madrid y despu¨¦s en Washington.
El consenso es un proceso peculiar, quiz¨¢s una de las m¨¢s notables conquistas de la modernidad, porque desacraliza la verdad de cada uno desvincul¨¢ndola de su trasfondo religioso. La paz que se conclu¨ªa en tiempos antiguos tras una victoria era distinta porque el vencedor impon¨ªa su ley, su verdad, aunque era parcialmente. Ahora, sin embargo, se admite su relativizaci¨®n. El consenso responde, as¨ª, a un planteamiento democr¨¢tico de afirmaci¨®n del pluralismo y de igual derecho de las partes. A¨²n tiene otra connotaci¨®n, en la medida en que descansa en una valoraci¨®n del tiempo: permite ahorrar o acortar el sinuoso camino de un enfrentamiento continuado.
Se sabe que en Oriente el tiempo es tradicionalmente c¨ªclico. Repite sus secuencias, y por esto la historia es tan s¨®lo reafirmaci¨®n, degradaci¨®n muchas veces de lo dicho o inspirado en ¨¦pocas antiguas: al l¨ªmite perversi¨®n del espacio, que es la categor¨ªa reina que simboliza el poder de Dios. En este caso, el tiempo ser¨ªa expresi¨®n del olvido, de la mistificaci¨®n de la desesperanza.
Por esto precisamente es importante que en Palestina haya cobrado significaci¨®n nueva: la del posible despliegue de la libertad humana. En un momento en el que, como se?alaba muy bien Jean Daniel en EL PA?S del pasado 14 de diciembre, hay fanatismo y tolerancia en ambos campos, la apuesta es extraordinariamente importante y significativa para la historia del mundo. Ahora se pueden unir los valores de la tradici¨®n (de las tradiciones, en el caso palestino), de la religi¨®n y de la cultura -que son los m¨¢s sagrados para un pueblo- con los de la modernidad, la secularizaci¨®n, el pluralismo y la valoraci¨®n del tiempo. Eso es lo que representa el consenso.
Ahora que la Intifada acaba de cumplir cinco a?os, dos pueblos que se han combatido en seis guerras pueden establecer las bases de una convivencia en estas tierras. As¨ª se cumplir¨¢ el po¨¦tico deseo del profesor Michel Hayek de que Ios leones de Jud¨¢ y los caballos del desierto beber¨¢n juntos las aguas del Jord¨¢n".
La princesa Parma es doctora en Sociolog¨ªa Pol¨ªtica y profesora de la Universidad Complutense de Madrid.
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