Homais, el sueco y el zul¨²
El pasado 22 de enero conoc¨ª a un dirigente de la oposici¨®n democr¨¢tica guineana, excarcelado y desterrado por el dictador Obiang. Alto, de piel m¨¢s clara que la de sus compa?eros, no parec¨ªa f¨¢cilmente clasificable en un grupo ¨¦tnico. ?Se trataba de un fang o de un bubi? La duda se despej¨® parcialmente cuando comenz¨® a hablar en un perfecto euskera. Dorronsoro, que tal era el apellido del personaje, result¨® ser hijo de un colono guipuzcoano y de una nativa. Hubo un Inocencio Dorronsoro, escribano de Tolosa, que levant¨® partidas guerrilleras en la ¨²ltima carlistada. Varios etarras hist¨®ricos de Ataun, cuna del antrop¨®logo Jos¨¦ Miguel de Barandiar¨¢n (uno de los inventores del mito racial vasco), llevan el mismo apellido. El 28 de enero Arzalluz afirmaba en Tolosa que el hombre de Croma?¨®n perdura solamente en los vascos. ?Perdura tambi¨¦n en el guineano Dorronsoro, que tiene m¨¢s sangre y lengua en com¨²n con el extinto antrop¨®logo de Ataun que el mism¨ªsimo presidente del PNV?El racista odia la mezcla. Sabino Arana, fundador del partido de Arzalluz, divid¨ªa el mundo en vascos y maquetos. En principio, s¨®lo admit¨ªa en el PNV a vascos puros, de ocho apellidos eusqu¨¦ricos. Pronto hubo de plegarse a la dolorosa realidad: los vascos puros escaseaban. Los hijos de Aitor hab¨ªan pecado sin tasa con el linaje del Cid. A rega?adientes, Arana termin¨® concediendo el derecho de afiliaci¨®n a los h¨ªbridos, si bien como miembros de segunda categor¨ªa y bajo compromiso de matrimoniar ¨²nicamente con ejemplares vascos de irreprochable pedigr¨ª. El racismo es una ideolog¨ªa de mamporreros.
Xabier Arzalluz no es exactamente un mamporrero, aunque su afici¨®n m¨¢s conocida sea la cr¨ªa de ovejas. Hijo de un carlista de Azpeitia y vascohablante de cuna, nunca ha dejado de ser un intelectual de aldea. S¨®lo este tipo de profesionales semicultos, con un pie en el caser¨ªo y otro en la universidad, sigue dando cr¨¦dito a los disparates craneom¨¦tricos y hematol¨®gicos en que Barandiar¨¢n y otros sustentaron la patra?a de la raza vasca. En cierto sentido, Arzalluz encarna una figura literaria: la del boticario volteriano Homais, de Madame Bovary, que apuntalaba sus prejuicios con detritos de un enciclopedismo trasnochado. Tras el hundimiento del comunismo, la Europa del Este -la de los nuevos nacionalismos que tanto admira Arzalluz- se ha llenado de r¨¦plicas locales de Homais, cultores del grupo sangu¨ªneo y del ¨¢ngulo cef¨¢lico. Basta considerar la situaci¨®n de la antigua Yugoslavia, la de la ex Checoslovaquia o la de la CEI para evaluar con justeza las consecuencias del ascenso pol¨ªtico de esta intelligentsia aldeana.
A falta de una cultura s¨®lida, los nuevos Homais poseen una ret¨®rica del prejuicio. Arzalluz sabe que la fuerza de todo nacionalismo estriba en la resistencia de las ideas heredadas. Por eso mismo, su discurso se reduce a una mera glosa de la doctrina de Arana, m¨¢s o me nos embellecida con la guardarrop¨ªa europe¨ªsta. La distinci¨®n que Arzalluz establece entre los vascos y los de fuera reproduce eufem¨ªsticamente la dicotom¨ªa aranista de Yascos y maquetos. Sabe tambi¨¦n Arzalluz que el racismo es un ingrediente b¨¢sico del nacionalismo vasco, lo que explica su hist¨¦rica baladronada del 30 de enero, en Bilbao: "De tanto portarnos bien con los de fuera, nuestro nacionalismo se ha ido difuminando". Sabe, en fin, que un nacionalismo que se precie no puede renunciar a la xenofobia.
La xenofobia es compatible con dos tipos de racismo: el tradicional o heter¨®fobo, que sos tiene que s¨®lo el endogrupo -el nosotros- es verdaderamente humano, y el renovado o heter¨®filo, que admite la humanidad de todas las razas, pero se opone denodadamente al mestizaje. El racismo de Arzalluz es del ¨²ltimo tipo, aparentemente igualitarista: "Las razas y las gen¨¦ticas (sic) existen, evidentemente. No ten¨¦is m¨¢s que poner un sueco y un zul¨² uno junto a otro. El problema viene cuando alguien dice que el sueco es superior al zul¨² y adem¨¢s lo quiere reducir a servidumbre en virtud de esa superioridad. Jam¨¢s nosotros sostendremos nada parecido". El ejemplo es cogido es altamente revelador, porque carece de justificaci¨®n emp¨ªrica. Fueron los brit¨¢nicos, y no los suecos, quienes so metieron a los zul¨²es. Pero Arzalluz, como racista het¨¦r¨®filo, necesita apostar siempre por la separaci¨®n geogr¨¢fica extrema de las razas diferentes. Mientras exista una discontinuidad territorial en la distribuci¨®n de las razas, el racista heter¨®rilo contemplar¨¢ a todas ellas con id¨¦ntica simpat¨ªa. La diferencia racial le encanta, siempre que vaya acompa?ada del aislamiento y la endogamia. Su agresividad estalla s¨®lo ante el contacto o la contig¨¹idad interracial. Pierre Andr¨¦ Taguieff observa a este respecto que "si el racismo cl¨¢sico jerarquiza, el racismo diferencialista, regido por la fobia al mestizaje, conduce al exterminio. La l¨®gica antiigualitaria permite la relaci¨®n con el otro; la l¨®gica igualitaria la rechaza: el otro es siempre fuente de impureza". En el discurso racista, la heterofilia funciona como garant¨ªa del distanciamiento. El p¨¢rrafo antes citado de Arzalluz no es sino el complemento obligado de sus declaraciones del d¨ªa 28 en Tolosa: "( ... ) Viendo las cosas que se ven, parece que los de fuera quieren mandar en este pa¨ªs. Y una cosa es la limpieza ¨¦tnica y todas esas historias, y estamos en contra de ello ( ... ). Pero otra cosa es que el de fuera se convierta en due?o de la casa con los votos de fuera". El racismo de Arzalluz no es otro que el de Le Pen. El l¨ªder ultraderechista franc¨¦s no se recata en proclamar su proarabismo, al tiempo que propugna la expulsi¨®n de los inmigrantes magreb¨ªes del suelo nacional franc¨¦s.?C¨®mo entender la arcaica apelaci¨®n de Arzalluz a la sangre, los cr¨¢neos y la herencia croma?oide de los vascos? Como Homais, Arzalluz es un bricoleur sin otro m¨¦todo que la improvisaci¨®n. Su escalada racista encubre una reacci¨®n chapucera a la crisis actual de la identidad abertzale. Como todas las sociedades europeas, la vasca es, por definici¨®n, mestiza. Entre los adeptos al nacionalismo vasco hay Inmigrantes y, desde luego, muchos hijos de inmigrantes. Estos abundan especialmente en el nacionalismo radical (no deja de ser l¨®gico, en tal sentido, que desde Herri Batasuna se haya criticado con dureza las declaraciones de Arzalluz). No existe una raza vasca, o mejor dicho, s¨®lo existe una raza vasca en un sentido pol¨ªtico, no biol¨®gico ni cultural. La ¨²nica raza vasca es la comunidad vasconacionalista, fundada hace un siglo por Sabino Arana y dividida hoy en partidos irreconciliables.En la radicalizaci¨®n del racismo de Arzalluz ha tenido una importancia decisiva la convergencia entre Euskadiko Ezkerra y el PSOE. Uno de los t¨®picos de la literatura nacionalista vasca es el de la seducci¨®n de la inocente muchachita aut¨®ctona por el p¨¦rfido maqueto
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Homais, el sueco y el zul¨²
Viene de la p¨¢gina anterior(t¨®pico que tiene su correlato en la literatura popular nazi, donde el corruptor es siempre un jud¨ªo y la corrompida una doncella aria). El racismo es inseparable del miedo sexual al otro. Ya Sabino Arana cultiv¨® el t¨®pico en un dram¨®n titulado De fuera vendr¨¢ (es decir: "De fuera vendr¨¢ quien de casa te echar¨¢"; comp¨¢rese el refr¨¢n castellano que da t¨ªtulo a la obra de Arana con el colof¨®n del discurse, de Arzalluz en Tolosa). La fusi¨®n de Euskadiko Ezkerra con los socialistas (o sea, con la fuerza pol¨ªtica que representa en el imaginario nacionalista a la raza de fuera) materializa la pesadilla paranoica de Sabino Arana. A un aranista ortodoxo como Arzalluz, Mario Onaind¨ªa debi¨® de represent¨¢rsele como la virgen vasca que, abandonando todo pudor, se arroja en brazos del andaluz rijoso. Como, obviamente, no, pod¨ªa acusar a los de Euskadiko Ezkerra de prostituci¨®n, Arzalluz los tach¨® primero de terroristas irredentos y despu¨¦s de colaboracionistas. Onaind¨ªa fue despiadadamente l¨²cido en su respuesta: "Arzalluz", dijo, "est¨¢ obsesionado por la limpieza ¨¦tnica". Un diagn¨®stico rotundo. A partir de entonces, el presidente del PNV emprendi¨® la huida a la caverna racial. Incapaz de ofrecer a las dispersas organizaciones nacionalistas un proyecto integrador, desenterr¨¦ el texto oculto del nacionalismo vasco: aquel que todo abertzale acepta t¨¢citamente, pero que s¨®lo el n¨²cleo f¨®sil del partido de Arzalluz se atreve a suscribir en su formulaci¨®n expl¨ªcita. Cuando a los Homais les falla la ret¨®rica, el prejuicio aparece desnudo, con todas sus miserias morales a la vista.
es escritor.
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