Original¨ªsima pel¨ªcula negra
Con un (muy buen) reparto casi ¨ªntegramente brit¨¢nico encabezado por el actor franc¨¦s JeanPierre L¨¦aud -que encam¨® la serie del personaje Antoine Doinel creada por Fran?ois Truffaut desde su primera pel¨ªcula, Los cuatrocientos golpes- y redondeado por la presencia del gran Serge Reggiani, el finland¨¦s Aki Kaurisaki (La chica de la f¨¢brica de cerillas) sale del deprimente paisaje de su pa¨ªs y escapa fuera, se va a Londres.Pero no al Londres t¨ªpico y t¨®pico, sino a una barriada l¨²gubre y astrosa, que nos hace a?orar -como m¨¢s respirables- los anteriores fondos oscuros de la corta y densa filmograf¨ªa finlandesa de este cineasta, cuyo notable y preciso estilo -caracterizado ante todo por la austeridad en las tomas, casi siempre fijas, por la eficacia de los m¨ªnimos movimientos funcionales de la c¨¢mara y por el hallazgo de riqueza formal en la pobreza del primitivismo- encuentra aqu¨ª una original y bonita intriga que le permite mostrar toda la refinada sensibilidad que contiene.
Contrat¨¦ a un asesino a sueldo
Direcci¨®n y gui¨®n: Aki Kaurismaki. Fotograf¨ªa: Timo Salminen. Finlandia-Reino Unido, 1990. Int¨¦rpretes. Jean Pierre Leaud, Marg¨ª Clarke, Kenneth Colley, Serge Reggiani. Estreno en Madrid: Cine Alphaville (v. o. subtitulada).
Es una historia desoladora y (en parte, sobre todo por la solidaridad del cineasta con sus fr¨¢giles y tristes personajes) esperanzadora, cuya dureza encubre ternura y un apasionado amoral amor. Es la historia de un cuarent¨®n infeliz y solitario, que -por falta de coraje para quitarse la vida por s¨ª mismo- contrata a un asesino a sueldo para que lo mate. Y cuando se dispone a encontrar cualquier d¨ªa en cualquier esquina la bala liberadora que le apague la luz de pronto, conoce a una chica de la que :se enamora y que le corresponde, lo que le hace cambiar desesperada y c¨®micamente de opini¨®n: quiere ahora vivir a toda costa.
Este original desencadenamiento del filme da lugar al despliegue -inteligent¨ªsimo, plet¨®rico de inventiva- de un relato al mismo tiempo l¨ªrico y de intriga, que da continuos y a veces sutiles vuelcos, en busca de una salida (de peque?a sorpresa en peque?a sorpresa, sin burdos sustos) al embrollo en que el desdichado personaje se ha metido a s¨ª mismo. La intriga discurre -como corresponde al estilo pausado y elegante de Kaurismaki- con suavidad, hasta que repentinamente se tensa y nos tensa, en un juego de vaivenes que se acerca a lo magistral.
Jean-Pierre L¨¦aud no es buen actor. Ni siquiera es un actor -en su juventud fue alter ego de Truffaut y nunca pudo escapar del cerco vampirizador de este cometido-, sino un hombre com¨²n sin otros recursos interpretativos que los de los hombres comunes. Pero Kaurismaki necesitaba eso: no un actor, sino un fetiche, un viejo ¨ªdolo gastado, que se interpreta a s¨ª mismo y en el que el espectador ve la imagen de una ceniza a la deriva, de una ausencia de horizonte, de una antigua adicci¨®n a la inmovilidad y el estancamiento.
Hay, por lo dicho en este trist¨®n, bello, divertido y curioso filme, mucho que admirar, y en especial la coherencia con que Kaurismaki logra unir y homogeneizar el batiburrillo de tanta disparidad rec¨ªproca entre los ingredientes con los que juega. Ah¨ª es donde se nota la fuerza y la pureza del estilo de este cineasta: lo asimila todo, hace suyo lo m¨¢s ajeno con el simple gesto de mirarlo, de enunciarlo visualmente y ordenarlo en una secuencia de ritmo ondulado -nunca quebrado- en el que juega con cada emoci¨®n y a continuaci¨®n con su contraria, sin que apenas nos demos cuenta de que, en el fondo, con quien juega es con nosotros. Un juego limpio, no hace falta decirlo.
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