Mostar se ha quedado sin puentes
Las milicias serbias contin¨²an su implacable bombardeo contra una ciudad donde no queda piedra sobre piedra
ENVIADO ESPECIAL Seis puentes de Mostar est¨¢n, destruidos desde hace meses y la continuaci¨®n de los combates impide reconstruirlos. S¨®lo se ha salvado el hist¨®rico puente construido en el siglo XVI, no se sabe bien si por una debilidad cultural de los serbios o por las dificultades para acertar en el bombardeo de este bell¨ªsimo monumento que ayuda a cruzar el r¨ªo Neretva. Los mostari, es decir, los antiguos puenteros que vigilaban las entradas y salidas de la ciudad, se han quedado sin trabajo. En Mostar todo est¨¢ arrasado.
Los m¨¢s de 100.000 habitantes de una de las urbes m¨¢s devastadas por la guerra en Bosnia-Herzegovina luchan ya por la vida. Lo ¨²nico que les queda. El modelo de convivencia entre croa tas, musulmanes y serbios se ha roto para siempre. "Nunca m¨¢s los puentes unir¨¢n culturas distintas como en nuestro pasado reciente. Es imposible olvidar lo que ha pasado", se?ala Vistija Bulic, una antigua estudiante de 23 a?os del Instituto de Lenguas de Mostar y empleada de una agencia inmobiliaria. Las gentes deambulan por las desoladas calles y plazas en busca de alimentos, de algunas verduras o frutas que llevarse a casa desde los contados puestos ambulantes. Los habitantes de Mostar esquivan los escombros y sortean los cristales rotos, mientras con el rabillo del ojo observan las posiciones serbias al otro lado del r¨ªo Neretva, a unos escasos 20 kil¨®metros.No queda piedra sobre piedra en una de las ciudades de Bosnia-Herzegovina que mayor intensidad de fuego ha recibido durante la guerra. Centenares de muertos, en un goteo constante desde la primavera del pasado a?o, han obligado, por ejemplo, a convertir - parques p¨²blicos en improvisados cementerios. Croatas y musulmanes consiguieron expulsar a los serbios a las monta?as cercanas. Pero los agresores mantienen Mostar a tiro de sus posiciones artilleras. Por pura provocaci¨®n, por el desgaste. psicol¨®gico que se ejerce contra las poblaciones civiles y que ha definido esta guerra, los chetniks siguen disparando.
Loter¨ªa siniestra
Circular por la carretera de circunvalaci¨®n de Mostar significa jugar a una arriesgada loter¨ªa en la que algunos perdedores han dejado su vida. "La zona est¨¢ tranquila", anuncian las autoridades militares del HVO (ConseJ9 de Defensa Croata) y de la Armija [Ej¨¦rcito] musulmana.
En el lenguaje de este endiablado conflicto, calma equivale a decir que los ataques no son diarios. Tan s¨®lo espor¨¢dicos. Como el que seg¨® la vida de un int¨¦rprete croata e hiri¨® gravemente al jefe dan¨¦s de un convoy de Unprofor (fuerzas de la ONU) a principios de febrero. Uno de cada 10 vecinos de Mostar muri¨® durante la Il Guerra Mundial. Cuando termine la actual carnicer¨ªa, los responsables de los hospitales y del dep¨®sito de cad¨¢veres podr¨¢n comprobar si han batido esta tr¨¢gica marca.
El sol ha conseguido hoy abrirse paso entre las nubes, y las m¨²sicas ¨¢rabes suenan en un par de cafetines de estilo turco que han abierto sus puertas, que han retirado las tablas que protegen lo que resta en pie de sus muros. Cuarteles militares, hospitales y otros edificios p¨²blicos est¨¢n resguardados del fuego enemigo con armatostes de madera y montones de sacos terreros.
Los m¨¦dicos de los centros sanitarios se ven forzados a trabajar en los s¨®tanos para estar a salvo de los bombardeos. "Afrontamos la situaci¨®n con una pat¨¦tica carencia de medios t¨¦cnicos y de medicinas, porque el hospital result¨® gravemente da?ado en los meses m¨¢s crueles de la guerra durante la pasada primavera", comenta un doctor.
En Mostar se pele¨® casa por casa durante varias semanas y las huellas est¨¢n todav¨ªa a la vista, sobre todo en la media docena de puentes que un¨ªan las dos partes de la ciudad. Curiosamente, el puente Viejo es el ¨²nico que permanece en servicio, pero s¨®lo para el uso de peatones. Los escasos autom¨®viles que se atreven a transitar por Mostar han de dar un largo rodeo salpicado de controles militares para entrar o salir de la ciudad.
"Es muy duro reconocer entre tanta ruina la ciudad en la que se ha estudiado y trabajado", comenta Visnja Bulic, que ahora vive en una localidad cercana. Cuando evoca la "bella y alegre Mostar" que conoci¨®, cita las palabras de un poeta que describi¨® la capital de Herzegovina como la ciudad del sol y de la luz. Pero cuando se le pregunta por el nombre del escritor, responde sin inmutarse: "No se lo puedo decir. Era serbio".
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