El Ebro, pugna entre "naciones"
Con la pertinaz sequ¨ªa de siempre al fondo, algunos pol¨ªticos, entre ellos el ministro Borrell, han clamado por la salvaci¨®n de la Espa?a una y sedienta frente a la Espa?a partida en pedazos. ?Ay, madre! Bertolt Brecht escribi¨®: 'Tos Gobiernos / firman pactos de no agresi¨®n. / Hombre peque?o: / escribe tu testamento". Y eso es lo que hace esa naci¨®n peque?a que es Arag¨®n: prepararse para morir. Milagro fue ya que se frustrara el negocio del trasvase del Ebro propulsado en el tardofranquismo y siendo ministro del ramo el barcelon¨¦s Gonzalo Fern¨¢ndez de la Mora. Aquel trasvase era un caso claro de artificio capitalista con repercusiones sociales y ecol¨®gicas negativas en las zonas colindantes. Catalu?a se comport¨® entonces como naci¨® que es: con un¨¢nime ego¨ªsmo. Salvo algunas voces de protesta que se oyeron en el amenazado Delta, sus partidos de izquierdas, en el mejor de los casos, callaron. Ni que decir tiene que los de derechas se mostraban exultantes con el proyecto franquista, que beneficiaba al desarrollismo catal¨¢n a costa de cerrar el porvenir de la cuenca del Ebro, navarra y aragonesa.Una naci¨®n, aparte de otras historias (en el caso de Arag¨®n y Catalu?a, historias comunes a ratos), es sobre todo un territorio en el que un grupo trata de preservar y aumentar la propia riqueza frente a los otros. Espa?a es cada vez m¨¢s una naci¨®n de naciones. Pero no por razones culturales o hist¨®ricas. Los supuestos conflictos entre las diferentes culturas de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, incluido Portugal, son fundamentalmente en estos momentos un pretexto utilizado por los partidos nacionalistas catal¨¢n y vasco. La verdadera pugna entre los territorios es y ha sido siempre la econ¨®mica. Y desde esta perspectiva, aunque a veces resulte delicado, hay que plantear cualquier vertebraci¨®n (el sue?o orteguiano ahora recuperado por Borrell), tambi¨¦n la vertebraci¨®n hidrol¨®gica, en la Espa?a de las autonom¨ªas.
Lo que ya no tiene sentido es hablar del peligro de no s¨¦ qu¨¦ reino de taifas para enternecer a los habitantes de Navarra o Arag¨®n y que no recelen de que se les quieren llevar el agua del Ebro, su potencial riqueza. Madrid es d¨¦bil. Dice Caro Baroja que nuestros nacionalismos surgen en las zonas econ¨®micamente m¨¢s pr¨®speras como una reacci¨®n cr¨ªtica a la debilidad del Estado. Para el Gobierno central, en ¨¦ste o en otros casos, no es f¨¢cil. La influencia de la poderosa Catalu?a y las tensiones del conflictivo Pa¨ªs Vasco empujan al desequilibrio de los proyectos comunes.. Este renacer de las naciones peque?as (naciones a la fuerza para competir), a las que tampoco les falta historia, puede resultar equilibrador, aunque en principio aparezca como enojoso. En cualquier caso, los pol¨ªticos de Madrid, entre los que abundan los catalanes, no es aconsejable que respondan con chistes de botijos a estas nuevas fuerzas territoriales.
Arag¨®n, en esta ocasi¨®n, se enzarza con el Gobierno central, pero teme a Catalu?a, efectiva en la estructura del Estado de Obras, que est¨¢ callada detr¨¢s. Y condescendiente. Pero sin renunciar a la presa. El Departament de Obres P¨²bliques prev¨¦ un plan hidrol¨®gico propio para aprovechar los recursos de los r¨ªos que nacen y mueren en Catalu?a, y as¨ª -que nadie diga que no son generosos- retrasar lo m¨¢s posible el trasvase del Ebro al ¨¢rea de Barcelona. ?Hasta cu¨¢ndo? Han fijado ya la fecha l¨ªmite: hasta el a?o 2002. Algo es algo. La propaganda del r¨¦gimen franquista dec¨ªa que sin el trasvase del Ebro propuesto entonces los barceloneses iban a morir de sed a principios de los ochenta. Lo que ahora pretende el gobierno de la Generalitat es que a partir de ese a?o capic¨²a, el 2002, empiecen a llegar a Catalu?a, procedentes del Ebro, unos 350 hect¨®metros c¨²bicos de agua al a?o m¨¢s los 125 hect¨®metros del minitrasvase ya existente al Camp de Tarragona. Este volumen de agua -atenci¨®n- equivale al actual consumo anual de agua en el ¨¢rea metropolitana de Barcelona. Hasta 2.000 hect¨®metros c¨²bicos de agua anuales se dice que quieren terminar llevando del Ebro a levante y Catalu?a. ?Son rigurosos los estudios del MOPT? Adi¨®s, r¨ªo famoso.
Al ver las caras de asombro que de momento ponen navarros y aragoneses, les han llamado insolidarios. "No se nos puede pedir", repite el presidente de la comunidad aragonesa, "que seamos solidarios con los territorios m¨¢s pr¨®speros y ricos: los trasvases que se plantean no son para Andaluc¨ªa, sino para Catalu?a". El historiador franc¨¦s Pierre Vilar, que ha investigado en los fundamentos econ¨®micos de Catalu?a en Espa?a, opina que "el periodo moderno separ¨® mejor Catalu?a de Arag¨®n porque dispuso entre ellos verdaderos desiertos, que la Edad Media no hab¨ªa conocido bajo formas tan caracterizadas. ( ... ) Una tendencia geogr¨¢fica hacia la aridez", a?ade, "perpetuando episodios hist¨®ricos de despoblamiento, ha convertido una regi¨®n mal diferenciada en una zona tan poco habitada que ha terminado desempe?ando el papel de zona fronteriza".
Si es razonable dentro de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica evitar las fronteras, procurar la vertebraci¨®n, como advierte el ministro Borrell, para Arag¨®n es todav¨ªa m¨¢s razonable y necesario enfrentarse a la desertizaci¨®n aprovechando convenientemente las aguas que tocan naturalmente su territorio cruz¨¢ndolo por la mitad. ?sta es la cuesti¨®n que debe negociarse con un Arag¨®n resentido, que posiblemente juega tambi¨¦n al victimismo. ?Acaso no hacen otro tanto Catalu?a, Euskadi, Andaluc¨ªa ... ? Ya todas las comunidades juegan a lo mismo. El trasvase del Ebro a Barcelona no ayuda a la vertebraci¨®n de Espa?a. Todo lo contrario: acrecienta el desierto aragon¨¦s y aleja a la Ciudad Condal del centro peninsular. Lo mismo que el AVE, si se quedara ¨²nicamente entre Madrid y Sevilla sin continuar en seguida por Zaragoza-Barcelona a Francia: m¨¢s que acercar Andaluc¨ªa al Norte, lo que har¨ªa ser¨ªa tirar de Madrid hacia el Sur.
No deben plantearse ahora planes nacionales como el hidrol¨®gico sin negociar con las partes, sean ¨¦stas de v¨ªa r¨¢pida o lenta, si no se quiere que alguna de ellas pase de la lentitud a la par¨¢lisis. El agua debe ser elemento reequilibrador del territorio. Y lo natural y razonable es que los r¨ªos fecunden y acrecienten la riqueza de sus cuencas y riberas. Cuando, mediante las obras hidr¨¢ulicas necesarias, se consiguiera esto, ser¨ªa hora de comprobar si hay excedentes en sus caudales. Es lo que piden con buen sentido los ribere?os del r¨ªo Ebro.
No es tiempo de eufemismos: el lenguaje oficial ha empezado -horror- a llamar a los trasvases "transferencias de recursos hidr¨¢ulicos". Ni de confusi¨®n: el anticicl¨®n sobre la Pen¨ªnsula y las rogativas de Sevilla han sido aprovechados para traer a cuento la unidad de Espa?a y justificar la succi¨®n irreversible del Ebro por un desarrollismo industrial y urbano incontrolados. ?sta es la verdad. Hay que negociar, por tanto, con las comunidades del Ebro y, sobre todo, con la de Arag¨®n, a la que pertenece el 60% de la cuenca del r¨ªo. Arag¨®n intuye que si pierde esta batalla del Ebro habr¨¢ perdido la guerra sin vuelta de hoja; se da cuenta de que entonces la regi¨®n quedar¨ªa reducida a un nudo de comunicaciones, Zaragoza, que s¨®lo les servir¨ªa a los aragoneses para seguir emigrando a Barcelona.
Jos¨¦ Luis P¨¦rez Cebri¨¢n es periodista.
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