Michel Rocard y la renovaci¨®n del socialismo
Si el discurso de Rocard ha tenido ya un efecto de big bang es porque el terreno estaba abonado para ello: demasiados analistas, demasiados socialistas que debaten en su fuero interno si aqu¨ª no se est¨¢n cerrando 150 a?os de izquierda tradicional europea y 80 de socialdemocracia, arrastrados por el efecto domin¨® del fin del comunismo sovi¨¦tico. Adem¨¢s, llueve sobre mojado: este aldabonazo se solapa con las profec¨ªas de Fukuyama o la p¨¦rdida de prestigio de la acci¨®n pol¨ªtica: cuestiones todas ellas inquietantes para la izquierda; la derecha, por su propia naturaleza, es mucho m¨¢s liviana a la hora de justif¨ªcar su existencia o legitimar sus propuestas.El hecho es que desde hace casi 10 a?os el socialismo democr¨¢tico se viene haciendo las preguntas apropiadas, pero, salvo excepciones, las respuestas tardan en abrirse camino.
Precisamente, la propuesta radical de Rocard puede que sirva de catalizador para que la socialdemocracia europea, pa¨ªs a pa¨ªs, comience a responder a varios interrogantes.
En primer lugar, ?no ser¨¢ que el socialismo democr¨¢tico ha perdido su punch debido a que la socialdemocracia y el conservadurismo europeos, independientemente de sus respectivas ret¨®ricas, van poco a poco acerc¨¢ndose en sus pol¨ªticas reales? En mi opini¨®n, m¨¢s que una identificaci¨®n creciente de la izquierda y la derecha en el centro pol¨ªtico, lo que realmente se est¨¢ produciendo es una convergencia de las clases sociales hacia el centro social (una convergencia que, por supuesto, borra el significado mismo del concepto de clase). Sectores crecientes de trabajadores, sobre todo los m¨¢s sindicalizados y / o los m¨¢s cualificados, se asimilan cada vez m¨¢s a las clases medias, en t¨¦rminos de renta y de expectativas.
Pero de ah¨ª no se deduce que las propuestas socialistas y conservadoras se aproximen en Europa. Estas dos grandes corrientes pol¨ªticas tienen f¨®rmulas diferentes respecto a los sectores que se quedan atr¨¢s, e incluso en el mism¨ªsimo terreno de las clases medias ofrecen propuestas muy diferenciadas en torno a la organizaci¨®n del bienestar en la sociedad (como se va a poner de manifiesto en Espa?a a poco que se anime la campa?a electoral pr¨®xima).
Sin embargo, la convergencia de las clases sociales hacia el centro supone necesariamente un replanteamiento de algunas coordenadas b¨¢sicas de una socialdemocracia renovada: el socialismo democr¨¢tico ya no es el instrumento pol¨ªtico de la lucha de clases, sencillamente porque los conflictos de clase en los pa¨ªses desarrollados, aunque permanecen (recordemos Ardystil), est¨¢n b¨¢sicamente controlados; ni es la expresi¨®n pol¨ªtica de la unidad de intereses de los trabajadores, porque ni los trabajadores constituyen ya una clase ¨²nica, sino segmentada en sectores con intereses a menudo contrapuestos, ni los problemas en la sociedad se derivan ¨²nicamente del proceso productivo.
Dicho de otro modo, m¨¢s all¨¢ de los remanentes de explotaci¨®n econ¨®mica pura y dura, los nuevos horizontes de la izquierda se encuentran en hallar soluciones pol¨ªticas a un cat¨¢logo de una decena de nuevos cuellos de botella sociales: las discriminaciones corporatistas, racistas, nacionalistas y sexistas; la falta de oportunidades para los muy j¨®venes o los muy viejos; los abusos contra los consumidores o contra la naturaleza, la pasividad ante la guerra o la indiferencia ante la pobreza en muchas regiones del planeta.
En segundo lugar, ?quiz¨¢s lo que ocurre es que la forma-partido ya no sirve y que se necesita una alternativa m¨¢s suelta y con nuevos valores? Mientras haya distintas filosof¨ªas acerca de c¨®mo organizar econ¨®mica y socialmente la sociedad, existi r¨¢n las organizaciones pol¨ªticas, ll¨¢mense como se llamen. Otra cosa es que esas instancias pol¨ªticas tengan la naturaleza adecuada.
Nada asegura a las forma ciones pol¨ªticas, de derechas o de izquierdas, contra la falta de democracia, el sectarismo, la cerraz¨®n a abrirse a la participaci¨®n ciudadana o los resabios de leninismo u otras formas de autoritarismo. Nada, esto es, excepto una concepci¨®n de las organizaciones pol¨ªticas basada en un compromiso radical con la democracia representativa.
Sin ella, ninguna refundaci¨®n a partir de grupos diferentes dar¨¢ otro resultado a largo plazo que una vuelta a la oligarquizaci¨®n del poder.
Por ello, lo importante de una apuesta de refundaci¨®n como la de Rocard no se en cuentra en buscar la uni¨®n de los diferentes grupos que se identifican con los nuevos objetivos de la izquierda, sino en si, entre todos, superan o no superan los viejos modos r¨ªgidos, marrulleros y autoritarios de hacer pol¨ªtica, si son capaces de establecer esa nueva formaci¨®n pol¨ªtica en base a la participaci¨®n de puertas abiertas a los ciudadanos, la res ponsabilidad individual y no corporativa ante los electores, la circulaci¨®n de los responsables, los procedimientos de voto secretos e individuales, la transparencia econ¨®mica y las garant¨ªas procesales internas.
En tercer lugar, ?en qu¨¦ con siste exactamente la renovaci¨®n de la socialdemocracia, tan dra m¨¢ticamente planteada en Francia, pero con resonancias en el resto de pa¨ªses europeos?
Las cosas, desde el punto de vista del pensamiento, est¨¢n lo suficientemente maduras como para intuir que la renovaci¨®n del socialismo europeo rondar¨¢ en torno a tres pilares b¨¢sicos:
1. El socialismo democr¨¢tico ha mantenido durante todo el siglo XX una inc¨®moda tensi¨®n entre dos ra¨ªces: el liberalismo pol¨ªtico continental y la democracia de clase. Nos encontramos en un momento en el que la democracia representativa es m¨¢s universal que nunca, y al mismo tiempo m¨¢s fr¨¢gil que nunca, y en un momento en el que, como hemos visto, est¨¢n cambiando las bases sociol¨®gicas de apoyo de la izquierda, y con ello, los valores de quienes la sustentan.
Estas circunstancias deber¨ªan ayudar a la resoluci¨®n de aquella tensi¨®n, de modo que el liberalismo pol¨ªtico y la defensa moral de los valores de la democracia representativa se conviertan en un pilar filos¨®fico b¨¢sico de las pol¨ªticas y de la propia organizaci¨®n de los socialdem¨®cratas. Y de ah¨ª habr¨¢n de surgir nuevas propuestas para los nuevos problemas de la democracia, como el reciente y extendido fen¨®meno de la judicializaci¨®n de la vida pol¨ªtica, la responsabilidad democr¨¢tica de los medios de comunicaci¨®n o la transparencia de las administraciones p¨²blicas.
2. El socialismo democr¨¢tico se ha identificado con la defensa de lo p¨²blico como factor exclusivo y ¨²nico de la lucha contra las desigualdades. Pero lo esencial del socialismo democr¨¢tico no es la defensa del Estado, sino la promoci¨®n de la solidaridad y la cooperaci¨®n entre las personas como condici¨®n de la libertad para todos.
El Estado es un factor crucial en este terreno, pero tiene sus l¨ªmites. La cooperaci¨®n debe tambi¨¦n establecerse en la sociedad civil, desde dentro de la propia sociedad civil, sobre todo cuando ¨¦sta est¨¢ enferma de corporatismo y de ego¨ªsmos grupales. Por ello, la atenci¨®n a la propia maduraci¨®n de la sociedad civil, a que crezca en ella la cultura de la autorresponsabilidad de los ciudadanos para trabajar en comunidad, deber¨ªa pasar a ser un importante foco de referencia de las propuestas pol¨ªticas socialistas.
3. Y por ¨²ltimo, la perspectiva de renovaci¨®n supone la apertura a todas las fuerzas que trabajan por la resoluci¨®n de la decena de cuellos de botella sociales antes se?alados. Y si se entiende que la revalorizaci¨®n de la sociedad civil implica que los socialistas, en tanto que una agrupaci¨®n libre de ciudadanos, prescinden de cualquier tentaci¨®n hegem¨®nica de erigir correas de transmisi¨®n en su relaci¨®n con otras asociacioties civiles, entonces, sea con la forma organizativa que sea, se habr¨¢ dado el paso de apertura a la sociedad que tantas veces se invoca.
A quien haya seguido de cerca la evoluci¨®n del pensamiento socialista en Espa?a desde 1987, el discurso de Michel Rocard le retrotraer¨¢ a los m¨¢s inspirados momentos de b¨²squeda de nuevos horizontes de estos a?os. Conceptos como "el cambio s¨®lo es eficaz si ata?e al individuo", ideas como "la sociedad del ma?ana nos promete una visi¨®n diferente de la vida seg¨²n la cual las fases de formaci¨®n, trabajo y descanso se mezclar¨¢n en vez de sucederse la una a la otra", le sonar¨¢n, sin duda, familiares. Lo que ocurre es que las propuestas de renovaci¨®n comenzaron a plantearse hace ya algunos a?os y parece que van abri¨¦ndose paso dentro del socialismo espa?ol, en su discurso y en sus pol¨ªticas. Si Rocard las invoca ahora es porque quiz¨¢s el socialismo franc¨¦s no ha pasado por ese ejercicio de reflexi¨®n colectiva. Y, a la vista de un significativo rev¨¦s electoral, buscando salvar a la desesperada a un pilar de la izquierda de un naufragio posible, se ha cre¨ªdo en la obligaci¨®n de dejar un poco de lado la oferta de pol¨ªticas concretas y proponer a cambio la filosof¨ªa de una izquierda de futuro. ?sa es la miseria y, tambi¨¦n, la grandeza de su discurso.
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