Insoportable Juan Benet
S¨ª, es posible que Juan Benet como escritor sea insoportable. El mismo lo dec¨ªa: "Soy el escritor m¨¢s pesado que conozco", y conoc¨ªa muchos. 0, brill¨¢ndole los ojos de risa y malicia si se le preguntaba qu¨¦ estaba escribiendo, dec¨ªa: "Estoy acabando un ladrillazo". Y es insoportable para quien quiera leerlo como quien lee un relato de Stevenson o una novela de Simen¨®n, para el que quiere leer sin otro esfuerzo que ir captando los s¨ªmbolos escritos que son las palabras y entendiendo a la velocidad posible de la lectura lo que est¨¢ leyendo y la trama de lo que se cuenta. Porque al Juan Benet que va desde Nunca llegar¨¢s a Nada y Volver¨¢s a Regi¨®n hasta Herrumbrosas lanzas no se le puede leer as¨ª, hay que leerlo despacio; en m¨¢s de una ocasi¨®n hay que releer una y dos veces alguno de sus p¨¢rrafos complejamente construidos, a veces sint¨¢cticamente fracturados, para captar o recrear su significado. Hay que perderse a menudo en una larga cadena de reflexiones que se enlazan una con otra cortando la ligaz¨®n con una trama siempre presente, pero siempre perdida o aludida de forma evanescente y con la que los largos p¨¢rrafos tienen o no relaci¨®n. S¨ª, comprendo que haya lectores que encuentren insoportable a Juan Benet, como en su d¨ªa Quevedo encontr¨® insoportable a G¨®ngora; como para muchos de sus contempor¨¢neos debieron resultar insoportables C¨¢tulo y Propercio; como fue insoportable para muchos el Ulises de James Joyce (que no su Relato de un artistas adolescente o su Dublineses), o como debi¨® de serlo Kafka (y a¨²n es posible que siga si¨¦ndolo), o como lo fueron C¨¦zanne o Van Gogh para la mayor¨ªa de sus contempor¨¢neos (sobre todo para los que defin¨ªan lo bueno y lo malo, lo soportable e insoportable acad¨¦mica y oficialmente); como lo fueron Braque y Picasso cuando iniciaron la aventura del cubismo; o Malevich para el gusto oficial estalinista; o El Greco para Felipe II; o Mayakowski, o el primer Brahms o -Stravinski o Calder¨®n de la Barca para los neocl¨¢sicos del siglo XVIII, como pareci¨® insoportable el Faulkner de The soldiers o el de Santuario; o los primeros pintores abstractos, o los surrealistas, o Juan Larrea. Y as¨ª la lista de los genios de las artes insoportables para la mayor¨ªa de sus contempor¨¢neos pod¨ªa seguir alarg¨¢ndose p¨¢ginas y p¨¢ginas.Hay expresiones art¨ªsticas en pintura, m¨²sica, escultura o literatura que son amables, que envuelven nuestra sensibilidad y provocan la comunicaci¨®n obra-espectador-lector sin esfuerzo, con facilidad. Hay otras que se enfrentan con nosotros, que se escarpan y erizan cuando queremos comprenderlas, que hay que luchar con ellas, como Jacob con el ¨¢ngel, para llegar, no a dominarlas, pero s¨ª a entenderlas y disfrutarlas.
S¨ª, Juan Benet puede resultar insoportable; y no s¨®lo por la dificultad de su estilo, que ya es todo un tema, ese estilo de Volver¨¢s a Regi¨®n, con el que romp¨ªa con toda la tradici¨®n anterior de la novela espa?ola; es tambi¨¦n insoportable porque cuando se penetra a trav¨¦s de los bosques de p¨¢rrafos y p¨¢ginas escritas en una de las lenguas m¨¢s perfectas de la prosa moderna espa?ola y se llega a lo que el escritor ha querido decir, se desnuda ante el lector la mirada del escritor, que, como la de los ni?os, es inmisericorde para la ef¨ªmera y pobre realidad humana. Es insoportable Juan Benet porque el estilo ¨¦pico, del que a menudo se vale, pone a¨²n m¨¢s intencionadamente de manifiesto la pobreza, la enteca miseria de los hombres y mujeres que viven en sus novelas; la falsa grandilocuencia con la que oculta su sordidez, su m¨ªsera condici¨®n; la gratuidad de sus empe?os, la vaciedad hip¨®crita de sus ambiciones, lo deleznable de sus intereses, la magm¨¢tica podredumbre de sus perversiones. Debe ser insoportable por esa atm¨®sfera de misterio con que rodea las situaciones, las actitudes y hechos m¨¢s obvios, m¨¢s pedestres, m¨¢s cotidianos, y que, con la doble tecnica del arma de misterio y del gui?o que de pronto hace al lector para dejarle vislumbrar la otra cara de la cuesti¨®n, en realidad lo que est¨¢ haciendo es poner de manifiesto todo el absurdo, todo lo irracional, todo lo grotesco, que es componente diario de la vida de todos nosotros. Puede parecer insoportable porque con una fuerza y un br¨ªo que dif¨ªcilmente encuentra antecedentes en nuestra literatura incorpora y funde en y con el lenguaje art¨ªstico expresiones y t¨¦rminos jur¨ªdicos, matem¨¢ticos, geol¨®gicos, geom¨¦tricos, y lo hace como una precisi¨®n y un acierto de los escritores que gozan del don de lenguas, del milagro del verbo.
Y yo, que durante 36 a?os de amistad ininterrumpida me he re¨ªdo con Juan Benet como con nadie y he disfrutado de su fantas¨ªa, de su ingenio, de su incre¨ªble capacidad como narrador como con muy pocos (si grande y magn¨ªfico es el Juan Benet escrito, aunque sea insoportable, no s¨¦ si para algunos o para muchos tan grande o m¨¢s lo era hablando, contando an¨¦cdotas vividas o inventadas, que es lo mismo), tengo que reconocer que tambi¨¦n para algunos o para m¨¢s de algunos pod¨ªa resultar insoportable por esa seudopetulante agresividad, servida a maravilla por su perfil de ave rapaz, con la que defend¨ªa su permanente adolescente timidez; por la arbitrariedad de sus filas y fobias; por la acusada y constante precisi¨®n de sus juicios y cr¨ªticas de escritores y personas; por su continua e insobornable actitud iconoclasta contra todo lo establecido y oficialmente consignado.
S¨ª, insoportable Juan Benet porque hizo de su vida un monumento a su independencia y a su libertad; porque siempre arremet¨ªa, con raz¨®n o sin ella, contra los c¨®modos lugares comunes, contra los frutos de la pereza intelectual, contra lo que Montaigne llama el pensamiento hinchado, pero no nutrido; contra todo lo que la prudencia en la mayor¨ªa de nosotros, o la cautela, aconseja decir o hacer o callar. M¨¢s all¨¢ de tener raz¨®n o no, lo que le importaba era ser ¨¦l mismo, su interna coherencia, de la que al mismo tiempo, en transiciones que siempre nos cog¨ªan por sorpresa, se re¨ªa y hac¨ªa burla, afirmando entonces con una carcajada su supremo y ¨²ltimo derecho a contradecirse.
S¨ª, Juan Benet pod¨ªa resultar insoportable para quien no gozara con el espect¨¢culo de su talento, de su ingenio, de su m¨¢gica (como la calific¨® don Pablo Garc¨ªa-Arenal) existencia, con el derroche permanente de su inteligencia.
Fue coherente consigo mismo cuando asumi¨® su muerte con la dignidad, el decoro y el recato que hab¨ªan sido la ra¨ªz de su vida.
Si ahora, ?muchos?, dicen que Juan Benet es insoportable al hablar de su literatura, yo les digo, parafraseando la frase final de su ensayo La inspiraci¨®n y el estilo: ?qu¨¦ barreras, qu¨¦ negativas de homenaje pueden prevalecer contra un hombre que fue capaz de inventar la realidad, de marcar un hito en la forma de novelar en Espa?a como Juan Benet lo hizo?
ex ya de casi todo, abogado y ganadero en ejercicio, escritor y cr¨ªtico literario a ratos perdidos y amigo de Juan Benet.
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