De Argel a Teher¨¢n
EL ALTO Comit¨¦ de Estado de Argelia, el ¨®rgano supremo del poder en esta etapa transitoria que se vive en el pa¨ªs despu¨¦s de la suspensi¨®n de las elecciones y de la dimisi¨®n del presidente Chadli a finales de 1991, ha decidido el 27 de marzo cortar las relaciones diplom¨¢ticas con Ir¨¢n, acusando a este pa¨ªs de injerencias en la vida interna argelina y, m¨¢s concretamente, de apoyar a los grupos terroristas cuya actividad alcanza cada vez mayor amplitud. Al mismo tiempo, Argelia ha retirado a su embajador en Sud¨¢n por considerar que este pa¨ªs sirve de relevo a las actividades iran¨ªes de apoyo al terrorismo fundamentalista. La decisi¨®n argelina de extenderinternacionalmentelasresponsabilidades sobre el movimiento terrorista no es un gesto caprichoso. Responde a una realidad sumamente preocupante y que numerosos hechos corroboran.Los dirigentes iran¨ªes y sudaneses, entre los cuales se ha establecido una cooperaci¨®n cada vez m¨¢s estrecha, se dedican a fomentar y coordinar los grupos fundamentalistas en el norte de ?frica: el Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n (PIS) en Argelia, el movimiento En Nahda en T¨²nez, el Hezbol¨¢ de L¨ªbano, la Yihad de Egipto y el Ham¨¢s palestino. Opciones pol¨ªticoreligiosas que cada vez adoptan una orientaci¨®n m¨¢s definida hacia el empleo del terrorismo como forma de lucha. Los iran¨ªes les ayudan a procurarse armas y entrenan a sus militantes para la guerra santa. Ciertos investigadores consideran, incluso, que fueron ramificaciones de esta internacional del terrorismo isl¨¢mico las que propiciaron el atentado en Nueva York del World Trade Center, en la emblem¨¢tica Manhattan.
Ciertamente, fue el Gobierno de Argel y el Ej¨¦rcito -al tomar la decisi¨®n de suspender las elecciones para evitar que las ganase el FIS- los que optaron por la represi¨®n como alternativa ante la pujanza popular del islamismo. Lo que existe en la actualidad en Argelia es una verdadera guerra civil, con cientos de muertos, con un terrorismo isl¨¢mico que ataca a las estructuras del Estado y con un poder que, casi inevitablemente, tiende a una militarizaci¨®n cada vez m¨¢s obvia. El Ej¨¦rcito es el que controla hoy el poder y no duda en aplicar m¨¦todos represivos brutales contra los islamistas.
Sin embargo, un sector del Alto Comit¨¦ de Estado no quiere limitarse a una din¨¢mica en la que s¨®lo se responda con violencia a la violencia; un sector que no renuncia a desplegar una actividad pol¨ªtica tendente a aislar a quienes apoyan la violencia terrorista. En ese sentido, un hecho significativo ha sido la manifestaci¨®n masiva que tuvo lugar en Argel el 22 de marzo (y tambi¨¦n en otras ciudades) para expresar la repulsa popular contra el terror. Convocada por los sindicatos y por varias organizaciones pol¨ªticas, hubo en su desarrollo una explosi¨®n de sentimientos espont¨¢neos que indican un repudio contra los grupos armados del FIS. ?ste tuvo su momento de gran popularidad, pero, sin duda motivado tambi¨¦n por la represi¨®n militar y policial, cada vez aparece m¨¢s como una organizaci¨®n de lucha armada, lo que, a su vez, es inevitable que merme las simpat¨ªas que ten¨ªa inicialmente entre sectores que aspiran, sobre todo, a mejorar sus condiciones de vida en el ¨¢mbito de una convivencia pac¨ªfica. El atractivo que pod¨ªa suponer como alternativa a un poder ejercido sin excesivo celo democr¨¢tico, durante demasiado tiempo y con todas las secuelas de corruptelas e impotencia para solucionar la crisis econ¨®mica, se ve disminuido por el radicalismo de su lucha.
Despu¨¦s de la manifestaci¨®n del 22 de marzo, el Alto Comit¨¦ quiere desarrollar un "di¨¢logo nacional" con asociaciones civiles, sindicatos, partidos, excluyendo ¨²nicamente a las personas u organizaciones que apoyan los actos terroristas. En ese di¨¢logo han participado incluso asociaciones isl¨¢micas moderadas, como En Nahda y otras, que son contrarias a la lucha armada. Sin embargo, para que ese di¨¢logo pueda acercar al restablecimiento de un marco legal que permita la reanudaci¨®n del camino electoral, es condici¨®n precisa que los derechos humanos sean respetados de manera efectiva. Ello exige un esfuerzo muy serio, pues las condiciones de una guerra civil empujan m¨¢s bien a los m¨¦todos brutales. El c¨ªrculo vicioso que parece describir la opci¨®n de la violencia por las dos partes s¨®lo puede romperse desde el di¨¢logo y la raz¨®n.
En todo caso, la ruptura de las relaciones con Ir¨¢n tiene sentido, sobre todo si Argelia es capaz de demostrar con hechos que quiere crear una sociedad ¨¢rabe y musulmana que escape al dilema fat¨ªdico: o la aplicaci¨®n de la sharya y la negaci¨®n de todo pluralismo, o una dictadura militar que responda a tiros a los sentimientos islamistas de gran parte de la poblaci¨®n. En las ra¨ªces hist¨®ricas de Argelia hay factores que deber¨ªan ayudar a un experimento de respeto verdadero de los derechos humanos. Pero hace falta que los pol¨ªticos que dirigen hoy el pa¨ªs, aunque hayan ocupado sus cargos sin ning¨²n refrendo democr¨¢tico, demuestren una capacidad infrecuente de renovaci¨®n y no recaigan en los errores del pasado.
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