Los ?ngeles... del infierno
La ciudad californiana se ha convertido en un territorio balcanizado

La sangre ha borrado el rastro de sus buenos recuerdos. Los ?ngeles nunca volver¨¢ a ser para Roberto Gonz¨¢lez aquel para¨ªso de sue?os, palmeras y sol que lo recibi¨® hace casi 20 a?os y le ofreci¨® c¨¢lidamente la oportunidad de un futuro mejor. La muerte de dos de sus hijos, apenas adolescentes, en una batalla entre bandas callejeras no s¨®lo destroz¨® su vida, sino que quebrant¨® su fe en que la convivencia civilizada y pac¨ªfica sea posible alg¨²n d¨ªa en esta ciudad brutal e incomprensible.
Los ?ngeles es una urbe que ha transitado s¨²bitamente de la tierra prometida hasta el infierno. Desde aquella tragedia, ocurrida hace poco m¨¢s de dos a?os, Roberto Gonz¨¢lez ha abandonado en parte su negocio de im¨¢genes religiosas, discos latinos y chucher¨ªas mexicanas para hacer algo, lo que est¨¦ en su mano, que sirva para construir un entorno m¨¢s decente.Estos d¨ªas ha colaborado en repartir por las calles de South Central un estremecedor llamamiento a la paz y la vida redactado por la congresista Maxine Waters: "Dios nos ha tra¨ªdo al mundo para que vivamos. ?Tenemos que vivir! S¨¦ que parece que todo lo que nos rodea son asesinatos a sangre fr¨ªa y que a nadie le importa lo que nos suceda, pero tenemos que luchar por la vida, tenemos que recordar esos momentos felices en los que nace un ni?o y en los que surge la m¨²sica gospel de las iglesias en las ma?anas de domingo. S¨¦ que pensar¨¦is: '?De qu¨¦ diablos est¨¢ hablando esta mujer si no tengo una casa para vivir o cuando salga a la calle voy a ser salvajemente detenido por la polic¨ªa?'. Os comprendo, creedme. Pero la vida tiene otras cosas. No hay que dejarse matar. Hay que vivir, aunque s¨®lo sea por el recuerdo de ese instante en el que alguien nos dijo: "Te quiero'".
Las palabras de Waters se estrellaron de inmediato contra una realidad odiosa. En el momento en el que este corresponsal conversaba con los muchachos que repart¨ªan ese mensaje, antiguos pandilleros la mayor¨ªa de ellos, dos coches frenaron en seco en la esquina de las calles Normandie y Florence -la misma en la que comenzaron los famosos disturbios de hace un a?o- y sus ocupantes entablaron un tiroteo que oblig¨® a los presentes a tirarse al suelo.
Concluido el incidente, todos prosiguieron su actividad como si nada hubiera ocurrido. Ese tipo de violencia es tan cotidiano en esta ciudad como un accidente de circulaci¨®n o la incomodidad del tr¨¢fico diario. La polic¨ªa calcula que en el condado de Los ?ngeles operan unos 130.000 miembros de bandas armadas. En el periodo de un mes se han llegado a vender en este territorio casi 70.000 armas de fuego. Seg¨²n una encuesta realizada recientemente por el diario Los ?ngeles Times, una mayor¨ªa de la poblaci¨®n identifica el crimen como el principal problema al que se enfrentan, por encima del desempleo, la crisis econ¨®mica o el racismo.
Los escandalosos desequilibrios sociales, las luchas raciales, la emigraci¨®n masiva y las dificultades econ¨®micas, agudizadas durante la reciente recesi¨®n, han hecho que lo que un d¨ªa pudo ser ciudad-laboratorio donde se experimentase la mezcla de etnias y religiones diversas se haya convertido en un territorio balcanizado en el que se difuminan las m¨¢s elementales estructuras sociales.
Durante mucho tiempo se ha dicho con orgullo que en las escuelas de Los ?ngeles se habla m¨¢s de un centenar de idiomas -de suahili a persa-, como prueba de que el melting pot norteamericano alcanzaba aqu¨ª su mayor expresi¨®n. Eso sigue siendo cierto, pero hoy se tiende a pensar que los integrantes de todas esas culturas diferentes que llegaron aqu¨ª con la exclusiva ambici¨®n de ganar dinero se han convertido en guetos que no dudan en combatir a muerte para defender su espacio vital. Latinos y negros, negros y coreanos, est¨¢n permanentemente enzarzados en su guerra particular.
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