Joan Mir¨® ceramista
Como todo artista l¨²cido y autoexigente, Mir¨® necesitaba investigar sus propios medios, no detenerse. Hubo un momento en que, sin dejar de pintar, le parec¨ªa que ya hab¨ªa dicho muchas cosas con las telas y los pinceles. A partir de 1954 (aunque, de hecho, sus primeras cer¨¢micas son de 1944) Mir¨® colaborar¨ªa estrechamente con Llorens Artigas, su gran amigo y excelente ceramista.El resultado de este trabajo se expuso en 1956 en la galer¨ªa Maeght de Par¨ªs y en la Pierre Matisse de Nueva York, y del ¨¦xito e inter¨¦s despertado por aquellas muestras surgir¨ªan los encargos de grandes murales cer¨¢micos (Unesco, Guggenheim, etc¨¦tera) que todos conocemos,
A diferencia de otros artistas, cuya producci¨®n cer¨¢mica suele limitarse a la de la decoraci¨®n de platos o jarrones, la cer¨¢mica de Mir¨® est¨¢ estrechamente relacionada al propio material, del que extrae todas sus posibilidades (la maleabilidad del barro, los reflejos y colores especiales, que s¨®lo puede dar el fuego), y posee una presencia a veces propiamente escult¨®rica. Adem¨¢s, lejos de una utilizaci¨®n can¨®nica del medio Mir¨® subvierte la propia disciplina a?adi¨¦ndole en ocasiones al barro piedras o peque?os objetos encontrados.
Mir¨® ceramista
Palau de la Virreina. Ramblas, 99. Barcelona.
Suele afirmarse que la primera expresi¨®n pl¨¢stica del hombre debi¨® de ser la de sus huellas en las paredes de las cavernas o tal vez la de unos primeros grafismos hechos en la arena. Este sentido primordial y primario, ese mismo gusto que poseen los ni?os al hacer construcciones en la arena y ciertos adultos cuando son capaces (le recobrar el esp¨ªritu infantil, lo posee Mir¨® en su cer¨¢mica. Un magn¨ªfico cr¨ªtico, Waldemar George, dec¨ªa de Mir¨® en 1929: "Nuestras preferencias van hacia sus obras b¨¢rbaras, que resucitan un mundo elemental y un tipo en el que los hombres identificaban con los dioses las fuerzas de la naturaleza. Mir¨® coincide ah¨ª con los trogloditas de la escuela de Altamira". Ten¨ªa raz¨®n.
Sexualidad
Quiz¨¢s lo que m¨¢s atraiga en estas obras es la capacidad mironiana para hacer protuberancias y hendiduras, es decir, para a?adir y quitar, que son, finalmente, tareas b¨¢sicas del modelado. Pero tambi¨¦n, como maravillosamente hiciera notar Motherwell, estas protuberancias y aberturas son la expresi¨®n de una sexualidad "ferviente, libertina, definida e intensa": "Nunca", a?ade Mortherwell, "Ias criaturas hab¨ªan tenido tantas aberturas por las que ser penetradas ni tampoco tantos ¨®rganos para hacerlo". Aunque en cierto modo Motherwell proyecte en el artista catal¨¢n sus propios pensamientos, nadie puede pasar por alto el impacto de esos enormes sexos femeninos en el arte de Joan Mir¨®.Se trata de vaginas enormes, que llenan casi todo el cuerpo en una obra como Femme, de 1968, y que pueden ser interpretadas por el espectador de muchas maneras. Cristhopher Green, un especialista en Mir¨®, me comentaba que ¨¦l las ve¨ªa "c¨¢lidas, protectoras y maternales", muy distintas a las de Picasso; y ello tiene que ver, seguramente, con este aspecto que las avecina a ciertas obras del arte primitivo; una de ellas, Femem (1956), est¨¢tica y sim¨¦trica, con ojos protuberantes, brazos diminutos y enorme vagina pilosa, tiene, en efecto, algo de las terracotas beocias o mesopot¨¢micas.
"S¨®lo somos un agujero para este artista", dir¨ªa, en cambio, una mujer en una lectura feminista de primer grado.
Otra visi¨®n mironiana de la mujer es una sencilla canasta o vasija ovalada, con una tapa cuadrada y la omnipresente presencia del sexo en forma de oquedad. Matriz y refugio, objeto cotidiano: arquetipos cl¨¢sicos, en todo caso no agresivos, tal vez detenidos en un estadio infantil. Para otros, finalmente, ser¨¢n la expresi¨®n de una obsesi¨®n y de un sentimiento que conjuga y revela a la vez deseo y temor: miedo y fascinaci¨®n a ser devorado por ese desconocido abismo.
En cuanto a otras piezas vistas en la muestra, algunas parecen expresar otro deseo de Mir¨®, un deseo casi demi¨²rgico: "Crear unos seres humanos nuevos, darles vida y crear un mundo para ellos". As¨ª sucede con T¨¦te, (de la galer¨ªa-Adrien Maeght), con T¨¦te rouille y con todos los Personnages, de 1956, aut¨¦ntica galer¨ªa de seres h¨ªbridos entre lo animal y lo humano.
Esta muestra, como ven, arranca pensamientos y emociones, como sucede con todo gran arte. Su comisaria, Trinidad S¨¢nchez Pacheco, se lamentaba de no haber hecho esta exposici¨®n en vida de Mir¨®. Ten¨ªa raz¨®n, pero digamos en su descargo que, en ocasi¨®n de su centenario, se han podido traer unas piezas magn¨ªficas, fr¨¢giles las unas, distantes las otras, que tal vez no hubieran podido verse a?os atr¨¢s. Disfruten, por tanto, de esta cuidada selecci¨®n de cer¨¢micas y descubrir¨¢n que sin duda habr¨¢ sido una de las convocatorias m¨¢s bonitas del a?o mironiano.
Babelia
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