Crisis en Venezuela
LOS MESES finales de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez como presidente de Venezuela han estado sembrados de espinas. Acosado por la falta de popularidad, por el antagonismo en el interior de su propio partido de Acci¨®n Democr¨¢tica (AD), por los renovados rumores de golpismo y por las acusaciones de corrupci¨®n, CAP, como se le conoce popularmente, ha visto finalmente c¨®mo el Senado venezolano le suspend¨ªa anoche de su cargo y autorizaba su procesamiento por malversaci¨®n de fondos, como hab¨ªa pedido la v¨ªspera la Corte Suprema de Justicia. El supuesto delito afecta a 250 millones de bol¨ªvares (aproximadamente 350 millones de pesetas), procedentes de las partidas reservadas del presidente, que, se dice, utiliz¨® para financiar las campa?as electorales de Violeta Chamorro en Nicaragua, de Jaime Paz Zamora en Bolivia y de Jean-Bertrand Aristide en Hait¨ª. Es el fin de su sue?o como l¨ªder de la democracia en Latinoam¨¦rica.En 1979 hab¨ªa terminado su primer mandato con la econom¨ªa en ruinas tras a?os de corrupci¨®n y gastos indiscriminados alimentados por la bonanza petrol¨ªfera de la d¨¦cada. Ahora le interrumpen el segundo antes de su caducidad natural a principio de 1994, despu¨¦s de que aplicara con dureza recetas ortodoxas de austeridad, con un pa¨ªs que crece a un ritmo extraordinario (el 18% en el conjunto de 1991-1992), aun cuando mantenga una fuerte tasa de inflaci¨®n (m¨¢s del 30%) y un d¨¦ficit elevado (3,6%). Los venezolanos, acosados por la p¨¦rdida de capacidad adquisitiva y por la subida de los precios de los servicios p¨²blicos y de los productos de primera necesidad, no le van a agradecer el favor: el ¨ªndice de popularidad del presidente ha ca¨ªdo al 10%.
Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, al que dos intentonas golpistas casi consiguieron desensillar el a?o pasado, afirmaba hasta hace poco que seguir¨ªa en su sitio hasta concluir su mandato el 2 de febrero de 1994. Consideraba con raz¨®n que ¨¦se es su privilegio y su obligaci¨®n democr¨¢ticos. En m¨¢s de una ocasi¨®n a finales del a?o pasado, especialmente tras la estrepitosa derrota electoral en los comicios municipales y de gobernadur¨ªas, su propio partido, la AD, amenaz¨® con retirarle el apoyo que ya le niegan sus compatriotas. Hubiera hecho mal; estos asuntos no se aclaran forzando una dimisi¨®n, sino apurando una investigaci¨®n. Y si Carlos Andr¨¦s P¨¦rez es culpable, debe demostrarlo el m¨¦todo constitucional dispuesto al efecto.
Hace a?os que se se?ala a Venezuela, Brasil y M¨¦xico como ejes de sistemas pol¨ªticos basados en la corrupci¨®n, pero se dir¨ªa que s¨®lo el primero se ha resistido hasta ahora a emprender la reforma necesaria. Ante las reiteradas acusaciones, CAP ha afirmado una y otra vez que le "acusan de corrupci¨®n para des estabilizar al pa¨ªs", pero que nunca ceder¨¢ a la tentaci¨®n de dar un golpe de Estado para salvarse. Un tribunal demostrar¨¢ si es personalmente un corrupto, pero nadie podr¨¢ acusarle de ser un antidem¨®crata.
Era hora de que se resolviera una cuesti¨®n que ha causado gran da?o al pa¨ªs y al partido en el Gobierno. El Congreso ya ha nombrado al sucesor interino de CAP, su presidente, Octavio Lepage, que gobernar¨¢ hasta el relevo de la primera magistrura, en febrero, y tendr¨¢ que evitar las tentaciones golpistas que han salpicado la historia venezolana.
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