"?Qu¨¦ hab¨ªa que hacer, dar un golpe de Estado?"
Los esc¨¢ndalos siguen socavando los cimientos del sistema pol¨ªtico italiano. En estas dos entrevistas, un empresario y un pol¨ªtico implicados en esc¨¢ndalos intentan justificar su actuaci¨®n. El consejero-delegado de Fiat, Cesare Romiti, aunque se declara personalmente: inocente, denuncia que su pa¨ªs est¨¢ viviendo en un "clima de ilegalidad generalizado", y que la corrupci¨®n est¨¢ hoy impregnando a todo el mundo pol¨ªtico. El antiguo primer ministro democristiano Ciriaco de Mita, que tambi¨¦n proclama su inocencia, denuncia por su parte la actitud de la opini¨®n p¨²blica que, a su juicio, condena de antemano y sin pruebas a los miembros de la clase pol¨ªtica.
Despu¨¦s de un a?o marcado por arrestos de importantes dirigentes de Fiat, el 12 de abril el consejero delegado de la empresa, Cesare Romiti, se present¨® ante los magistrados de Manos limpias y les entreg¨® un informe en el que est¨¢ documentada la implicaci¨®n de algunas empresas del grupo en Tangentopoli. No asumi¨® ninguna responsabilidad personal, pero explic¨® que no sab¨ªa nada hasta que detuvieron a Papi, y que, a partir de ese momento, convenci¨® a otros dirigentes para que se presentaran voluntariamente ante el juez si ten¨ªan algo que declarar. Su declaraci¨®n era como testigo hasta que se descubri¨® que su nombre hab¨ªa sido incluido en el registro de los presuntos implicados en la violaci¨®n de la ley sobre la financiaci¨®n de los partidos.Hoy, Romiti est¨¢ arrepentido a medias; decidido a colaborar con la justicia, pero atento a mantener una interpretaci¨®n restrictiva de sus responsabilidades. "?Corrupci¨®n? Lo he sabido por los peri¨®dicos. He preguntado a mis abogados qu¨¦ quer¨ªa decir estar en la lista de los presuntos implicados y me han explicado que es un acto judicial que permite a la magistratura actuar si lo cree necesario. Respecto a las acusaciones, no s¨¦ nada, nadie lo puede saber".
Pregunta. ?No hay ning¨²n cambio respecto al momento en el que usted decidi¨® presentarse ante los magistrados?
Respuesta. No creo. En el informe entregado a los jueces admit¨ª haber infravalorado el fen¨®meno. Enumer¨¦ una serie de casos de sociedades nuestras implicadas, pero result¨® que al final eran m¨¢s.
P. Millones de italianos est¨¢n convencidos de que el grupo F¨ªat, si hubiera querido, habr¨ªa podido oponerse a los chantajes de los partidos, y se preguntan por qu¨¦ no lo hizo.
R. Quisiera precisar que cuatro o cinco sociedades, de un total de 1.103, son una exigua minor¨ªa. Por tanto, no es el grupo Fiat el que est¨¢ implicado sino algunas de sus empresas. Y adem¨¢s yo nunca he sido presionado por ning¨²n secretario de partido.
Presiones contra Benedetti
P. De Benedetti ha confesado haber sido presionado. Usted afirma, sin embargo, que el problema s¨®lo afecta a algunos de sus dirigentes. Si es as¨ª, ?por qu¨¦ esos dirigentes no sintieron la necesidad de pedirle consejo?
R. Si De Benedetti ha declarado eso es porque ha sufrido presiones. Yo, repito, no las he tenido nunca. Por lo que ata?e a los dirigentes, s¨ª, es verdad, tendr¨ªan que haber venido a dec¨ªrmelo. Pero si lo hubieran hecho yo habr¨ªa bloqueado todas las operaciones sospechosas y se habr¨ªan perdido todos los negocios. Y, por tanto, no han dicho nada.
P. ?Y esto le parece correcto? ?Lo considera en sinton¨ªa con los discursos que ha hecho siempre contra el sistema de los partidos?
R. No, claro que no. ?Pero alguien se ha preguntado alguna vez cu¨¢ntos millones de personas en este pa¨ªs han hecho de la ilegalidad un sistema de vida? Y no hablo de grandes negocios, sino de peque?os comportamientos cotidianos. Por esto me sorprende que alguno se pregunte hoy c¨¢ndidamente en qu¨¦ mundo vivimos. Es decir, hab¨ªa un clima de ilegalidad generalizada y no entiendo la sorpresa de ciertas personas. Es m¨¢s, ?nos hemos preguntado alguna vez por qu¨¦ incluso empresas extranjeras est¨¢n implicadas en este mecanismo nuestro? ?C¨®mo pod¨ªamos imaginar que todos los pol¨ªticos eran corruptos? ?Qu¨¦ ten¨ªamos que hacer, un golpe de Estado?
P. Trate de responder usted a estas preguntas.
R. Lo har¨¦ recordando la parte del informe en la que se dice que la ¨²nica respuesta eficaz a esa situaci¨®n habr¨ªa sido una revoluci¨®n, un cambio total del sistema.
P. Pero lo cierto es que no lo han hecho.
R. No se puede culpar ahora a los agentes econ¨®micos de no haberlo hecho. La situaci¨®n parec¨ªa inmodificable por la ausencia de cualquier tipo de acci¨®n significativa a todos los niveles, sobre todo a nivel institucional, y con el riesgo de que una denuncia en las sedes competentes podr¨ªa incluso haber acarreado graves represalias.
P. Usted ha admitido recientemente haber compartido la opini¨®n de Berlinguer [el ex secretario general comunista] sobre la extensi¨®n de la corrupci¨®n de los partidos, y, sin embargo, en aquella ¨¦poca Fiat aceptaba sostener a la DC, al PSI y a otros partidos en contra del PCI.
R. Berlinguer dijo que el exceso de corrupci¨®n llevaba al derrumbamiento de la democracia. Me sorprendi¨® esa afirmaci¨®n, reconoc¨ª que ten¨ªa raz¨®n. Me interes¨® el concepto, no la l¨ªnea de ese partido.
P. Alguien ha afirmado que se pag¨® para defender los puestos de trabajo en la propia empresa. ?Cu¨¢l es su opini¨®n?
R. Me parece una motivaci¨®n demag¨®gica. El que ha obedecido a las exigencias de los partidos se ha equivocado desde un punto de vista ¨¦tico.
P. Se afirma que es el fin de una ¨¦poca para la clase pol¨ªtica. ?Y para la clase empresarial?
R. No es una desgracia que sea el final de esta clase pol¨ªtica. Lo que no me atrevo a afirmar es que desaparezca entre los italianos el gusto por vivir en la ilegalidad. Para esto se necesitar¨¢ mucho tiempo. Respecto a la clase empresarial, si cambia la sociedad tambi¨¦n ella tendr¨¢ que cambiar.
P. Desde hace un a?o su imagen est¨¢ nublada. Si pudiera volver atr¨¢s, ?qu¨¦ har¨ªa?
R. Digamos que antes mis sue?os eran m¨¢s serenos. Me parece estar viviendo una pesadilla que no termina, como todas las dem¨¢s, al alba. Si pudiera volver atr¨¢s no cometer¨ªa el error de la infravaloraci¨®n. Hoy s¨®lo podemos pensar en una renovaci¨®n mediante una seria autocr¨ªtica y un cambio de comportamiento consecuente.
La Repubblica / EL PA?S
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