La taza de tisana
Lo que es el n¨²mero 10 en el f¨²tbol, est¨¢ siendo Miquel Roca en la pol¨ªtica. Cualquier club moderno desear¨ªa contratar a un jugador de este estilo. Cl¨¢sico, di¨¢fano en el pase, neto en la posici¨®n, despejado en el concepto. S¨®lo individualista cuando la situaci¨®n requiere un regate escueto y dedicado en su quehacer a fomentar tareas a lo ancho del campo. Lo peor de Roca no est¨¢ en s¨ª mismo, sino en su presidente. Lo que tambi¨¦n le sucede a los n¨²meros 10, cuya prestancia y capacidad de liderazgo despierta los celos del. mandatario del club cuando, como es frecuente, padece pulsiones megal¨®manas.Roca es un catalanista para bien de Espa?a. Catalu?a, a diferencia de lo que a veces se entiende, ha sido el n¨²cleo espa?ol que m¨¢s proyectos pol¨ªticos ha concebido para la colectividad estatal. La naci¨®n que m¨¢s se ha desvelado por producir un proyecto de Estado. Es de esperar que las claras declaraciones de su candidato vayan disolviendo las reticencias de numerosos espa?oles que desconf¨ªan visceralmente de Pujol. Con Roca se aprende a amar a Catalu?a y simult¨¢neamente a Espa?a. Se le respeta con facilidad porque, en buena medida, acaba apareciendo como el menos pol¨ªtico de todos los pol¨ªticos a fuerza de convertir su pol¨ªtica en un desplegable de sentido com¨²n.
Una de las imputaciones que este reformista de 53 a?os dirige al programa econ¨®mico de Solchaga es su desconocimiento de la econom¨ªa real. Sin dejar de comportarse como un profesional de la pol¨ªtica, Roca transmite la impresi¨®n de estar desayunando con oficinistas, jugando al mus con la menestral¨ªa, compartiendo asiento de grada con empresarios, leyendo libros que se refieren al futuro m¨¢s cercano. Nunca promueve un discurso que salte el horizonte a simple vista y, con tenacidad, sus an¨¢lisis se acoplan sobre los conflictos al alcance de la mano. De escoger un taller mec¨¢nico se elegir¨ªa esta clase de profesional competente y austero que no cambiar¨ªa la pieza si puede repararla en su propio banco o que se atendr¨ªa invariablemente a lo principal, en beneficio del ahorro, la seguridad y la pragm¨¢tica. Los exornos de la oratoria pol¨ªtica decaen, como angustiosas decoraciones, ante los dise?os racionalistas que parece haber heredado de la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Puede parecer, en este sentido, poco fin de siglo y su llana racionalidad dar a pensar que sus cuentas cuadran con la facilidad de un cat¨®n preinform¨¢tico. Pero existe a la vez en sus argumentos una evocaci¨®n naturista, inclinada a la sencillez que sanea el conocimiento, mejora la salud y hace preguntarse si no ser¨ªa preferible hablar m¨¢s de lo peque?o y menos de lo astron¨®mico. Despu¨¦s de atenderle en la radio o en la televisi¨®n, el oyente experimenta la sensaci¨®n de que debe dejar de fumar y beber utop¨ªas de cualquier g¨¦nero y pasarse a las pastillas del doctor Andreu y las tazas de tisana.
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