Boris Christoff, cantante de ¨®pera
Boris Christoff, el bajo b¨²lgaro que domin¨® los escenarios de ¨®pera entre los a?os cincuenta y setenta, junto a figuras hoy del calibre ole Renata Tebaldi, Mario del M¨®naco, Ebbe Stigniani, Gitiletta Simionato o el bar¨ªtono Tito Gobi, que era su cu?ado, falleci¨® ayer en Roma a los 79 a?os.Para las generaciones que se incorporaron a la ¨®pera en las d¨¦cadas indicadas, Christoff fue el ¨²ltimo bajo profundo. Pero los m¨¢s ancianos no han dejado de a?orar a Fedor Saliapin, rey de la cuerda m¨¢s grave con anterioridad a Christoff, considerado por ellos como el ¨²ltimo bajo digno de: tal nombre. La afici¨®n a la l¨ªrica es as¨ª, siempre ligada a una nostalgia que mezcla el recuerdo del deseo con lo que se escuch¨® realmente para crear mitos que resisten incluso a las modernas reconstrucciones discogr¨¢ficas. Cuando la realidad que ¨¦stas devuelven molesta a la memoria, siempre se puede decir que toda grabaci¨®n tiene sus limitaciones.
La voz de Boris Christoff que sale de los discos es d¨²ctil y grandiosa, extraordinariamente potente y rica en arm¨®nicos. Adecuada para el Boris Godunov y otros papeles del repertorio ruso en los que brill¨® el bajo b¨²lgaro, pero tambi¨¦n para el Felipe II del Don Carlos verdiano y para el Fiesco del Simone Boccanegra que grab¨® con Gobi, como prueba de que sus cacareadas desavenencias familiares no eran tan graves como para que, al menos, no pudieran ser representadas musicalmente.
"Nunca he dejado de estudiar, ni he interpretado partituras que no se adecuaran a mis recursos vocales, aunque para ello haya tenido que pelear duramente con empresarios y directores. Tampoco he aceptado excesivos contratos", declar¨® en 1983.
Se cuenta que, cuando la ¨®pera todav¨ªa era cosa de compa?¨ªas y giras en las, que por fuerza se conviv¨ªa intensamente, Christoff choc¨® enseguida con Mar¨ªa Callas, la cual hubo de conformarse con tener en sus carteles a Nicola Rossi Lemeni, un bajo mucho menos apreciado. Tambi¨¦n se dice que las colaboraciones con Von Karajan estaban entre sus mejores recuerdos.
De su vida destaca el empe?o musical de un hijo de la burgues¨ªa obligado por su padre a hacerse abogado, y que cultiv¨® la m¨²sica como mera afici¨®n, cantando en un coro. Hasta que, ya magistrado, le oy¨® el rey Boris de Bulgaria, que le ayud¨® a estudiar en Italia, con Riccardo Stracciar?.
Luego vino la guerra -que le sorprendi¨® en Salzsburgo-, dos a?os de campo de concentraci¨®n, la liberaci¨®n, la vuelta a Italia en 1945, la miseria y la ocasi¨®n, que, como suele ocurrir, le lleg¨® casualmente. Pero no la desaprovech¨¦. Su deb¨² en la Opera de Roma, en 1946, como Colline en La Boh¨¦me, fue un triunfo. Vino enseguida La Scala, m¨¢s tarde Viena, Londres y todos los grandes teatros del mundo.
Se mantuvo activo como concertista, hasta que, a comienzos de la pasada d¨¦cada, sufri¨® una hemiplej¨ªa. Bulgaria le honrar¨¢ f¨²nebremente como a una gran figura nacional, aunque Christoff fue romano de adopci¨®n durante los ¨²ltimos 40 a?os.
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